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Los notarios: corredores de confianza pública y poetas de amor

Los notarios (1200-1500) eran escritores de contratos, testamentos y una gran variedad de documentos legales públicos. Algunos tenían bufetes privados en que escribieron documentos para la venta de tierras, asociaciones de negocios, acuerdos para dotes y matrimonio y testamentos para una variedad de clientes en sus barrios, aldeas y ciudades. Otros trabajaron tiempo completo para una institución: hospitales, gremios, cofradías y entidades eclesiales. Otros fueron empleados por los gobiernos comunales, como escritores, oficiales de correspondencia y redactores de la forma final de piezas de legislación aprobados por los concilios comunales, o, como guardianes de documentación oficial en cualquier oficina o comité gubernamental. Y muchos complementaron sus ingresos funcionando como maestros y profesores. Su preparación en derecho romano les dio un manejo sólido del idioma latín y una habilidad experta y básica en las leyes y en el derecho que les permitió escribir documentos oficiales utilizando las fórmulas y lenguaje apropiado. John Najemy. A History of Florence 1200-1500 (London, 2008).

Por Katherine Miller | Jul 16, 2022- 16:43

“Retrato de F. de Pisia, Notario del Papa”, Jacopino del Conte. Fitzwilliam Museum, Cambridge.

Así, los notarios no son ahora lo que eran en esos años de antaño del Renacimiento italiano. En la medida que el comercio creció en Europa Occidental y continental durante este período y llegó a ser más sofisticado y diversificado, eran necesarios niveles más y más sofisticados de gremios, bancos, empresas. Florecieron en la medida que creció la influencia pública de los que participaron en ello. Olas de cultura clásica se formaron e invadieron la península italiana, el centro principal de actividad comercial en occidente durante este período. En especial creció el comercio sofisticado de la fabricación, compra, venta y transporte de textiles de centros internacionales como Constantinopla, Londres, Lyon, las ferias de Troyes en el sur y de Fráncfort en el norte.

Este crecimiento del comercio en textiles, y el correspondiente número de empresarios, requirió el crecimiento de tecnologías, derecho, la organización interna e internacional de bancas, igual que inventos de instrumentos de crédito tales como contabilidad de doble entrada y letras de cambio, entre muchos otros instrumentos. Consiguientemente implicó la necesidad de educación de toda índole para facilitar la posibilidad de contacto con las élites culturales, empresariales y eclesiales, quienes eran altamente educadas.

Estas élites de la Italia renacentista eran los compradores y vendedores de textiles de lujo internacionales; textiles siendo la industria y empresa comercial predominante al principio. Requirió la diversificación, en muchas formas, de leyes mercantiles (lex mercatoria); contaduría (según el famoso teórico de contaduría, Fibonacci); igual que una buena dosis de derecho civil y canónico, marcos del derecho común europeo continental (ius commune) que fluyeron de las mentes y plumas de los glosadores y comentaristas de la Universidad de Bolonia cuando comentaron y llenaron con marginalia y florilegia los márgenes de los textos redescubiertos del Corpus iuris civilis en las aulas (studiae) de Irnerius, Huguccio, Acursius, Bartolus de Sassoferrato y demás.

“Retrato de un hombre”, de Quentin Massys, (entre 1510 y 1520). National Gallery of Scotland.

Esta recreación incipiente de un estado de derecho primordial requirió el funcionamiento y actuación —dentro de los intersticios de los estratos sociales y el desarrollo del comercio— de la figura del notario, del juez y, eventualmente, del abogado (que no aparecería hasta el siglo XVI). Así, aunque los glosadores eran figuras del contexto legal en desarrollo, la figura del notario llegó a ser el vínculo, el tejedor esencial, que permitió la emanación del derecho en desarrollo desde las universidades, no solamente hacia la sociedad en general, pero sí especialmente hacia la esfera comercial, aquel motor y rueda que movió hacia adelante el desarrollo económico.

Optar por ser notario en el siglo XIII, digamos, en la península italiana, requirió no solamente de un entrenamiento técnico, también de una educación como base de lo que era el ímpetu que impulsó el desarrollo de una sociedad hacia un estado más altamente desarrollado. Como notamos en la citación de Najemy (arriba), incluyó una educación clásica en las siete artes liberales: especialmente matemática, retórica y la habilidad de traducir, por ejemplo, desde latín al toscano, provenzal o francés. Los notarios italianos, con estas destrezas, tradujeron numerosas obras clásicas romanas, tales como Cicerón, Ovidio, entre otros.

Sandro Botticelli, “Retrato idealizado de una dama” (1480). Städel Museum, Fráncfort.

Ahora consideremos otra contribución a la formación de la figura del notario. Desde Francia, en la escuela catedralicia de la Catedral de Chartres, encontramos el famoso pensador, Hugo de San Víctor, quien escribió el manual Didascalicon (lit., manual, en griego), en el que argumentó que no había solamente siete artes liberales, sino que ocho. El octavo, declara Hugo, era el comercio. Era el octavo arte, argumenta Hugo, porque requirió la retórica y lógica para persuadir compradores, vendedores comerciales, banqueros y prestamistas, además de los compradores de las altas élites. Es aquí donde se encuentra la transición de notarios a notarios-cum-maestros, educadores y profesores de universidad en la sociedad civil, donde prevaleció en el Renacimiento, el comercio. Se ganaron la vida por medio de su educación y sus plumas y formaron gremios a gran escala, el de los Notarios y Jueces (Gilda o Corporazione di Notai e Giudici) era numeroso y uno de los más grandes y prestigiosos, interactuaron consistentemente con mercantes, banqueros y las élites de Florencia, Bolonia, Pisa, Genoa, Londres, Troyes, Fráncfort y hasta Constantinopla. Los gremios no eran como los sindicatos de hoy, eran organismos con numerosos espacios en que fue tejida, por sus contribuciones, una sociedad más cohesionada. En Bolonia, por ejemplo, 270 notarios fueron matriculados en el año 1219, y 100 más el año siguiente (Nussdorfer).

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De estas acciones y vocaciones variadas de los notarios —como escritores de contratos, traductores, maestros de las familias mercantiles y aristocráticas, por sus actividades en correspondencia, traducción e impulso de la confianza pública— surgen varios esfuerzos estéticos de los notarios como formas de persuasión. A propósito, debemos tomar en cuenta otra cualidad del notario: un documento escrito y autenticado por un notario tenía el valor pleno de prueba y la fuerza de ley, aun sin testigos ni evidencia: el documento era válido solamente por la reputación sólida y prestigiosa del notario mismo, quien fue nombrado por oficiales de alto nivel de las universidades o por el papa mismo, en Roma.

De estas actividades también surge, en el siglo XIII, en el sur de Sicilia, “la escuela siciliana”, que prestó el fin’amor o amor cortés expresado en la poesía árabe que llegó, por comerciantes ambulantes o por los troubadours (poetas trovadores) que viajaban de corte en corte, cruzando las montañas de los Pirineos desde la Iberia musulmana hasta la región de Provence, en la costa sur de Francia; y desde allí, a Sicilia. Era una clase de poesía en el vernáculo —no en latín— que celebró a la mujer. Aunque la poesía en Europa era formalmente escrita en latín, esta nueva escuela fomentó la poesía en el vernáculo, elogiando, en el estilo de los árabes, a la mujer como objeto de adoración, como por ejemplo en El Cuellar de la Paloma de Ibn Hazm (ciudad de Játiva, año 1022), proveniente de la Iberia musulmana. El Orden Cisterciense (s. XI), en el sur de la Francia, impulsó el Culto de la Adoración de la Virgen. La Virgen María, siendo mujer, fue objeto de elogio religioso prestado, en esta tendencia siciliana de poesía, para la adoración intensa e íntima de la mujer humana.

Quirógrafo de alrededor de 1250 con sellos de 15 hombres y mujeres de un acuerdo legal entre un abad, sus canónigos y feligreses concerniente a dinero para la reparación de una capilla en Glapwell, Inglaterra. Derbyshire Record Office.

Esta tendencia literaria se desplazó durante los siglos XI-XIII por la península italiana a la región Toscana y a otras regiones alrededor de la Universidad de Bolonia en el norte, donde formó una nueva escuela, o, tendencia literaria, en que se aglutinaron muchos notarios. Eventualmente fue denominado il dolce stil nuovo de amor íntima, cariñoso y cálido de la mujer humana que, a veces, se transformó en amor divino y místico para la Virgen y hacia Dios. Poetas notables del dolce stil nuevo son Dante Alighieri, Guido Cavalcante, Bonagiunta Orbicciani da Lucca, Guido Cavalcanti, Guittone d’ Arezzo, Guido Guinizelli, Cino da Pistoia, Giacomo da Lentini, Dino Frescobaldi, Lapo Gianni y otros. Muchos de ellos eran notarios. Era notario y juez Bonagiunta Orbicciani, famoso también por su conversación con Dante y Virgilio en El Purgatorio de la Divina Commedia. No omitimos el hecho de que el padre de Francesco Petrarca era notario en la corte papal de Avignon.

De la “escuela siciliana”, el primer poeta del dolce stil nuevo era Giacomo da Lentini (ca. 1210-1260), conocido como “Il Notaio” (El Notario). Lentini funcionó como notario en la corte siciliana de Federico II, Emperador Sagrado Romano, y era un renombrado poeta de amor a la misma vez. Tal vez, el más famoso de esta escuela toscana es este poema de Dante Alighieri (La Vita Nuova). Nota el tono intelectual para analizar el amor.

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Donne ch’avete intelletto d’amore,
i’ vo’ con voi de la mia donna dire,
non perch’io creda sua laude finire,
ma ragionar per isfogar la mente.
(Damas quienes tienen inteligencia de amor.
Deseo hablar con ustedes de mi dama,
no porque creo que yo pudiera completar su elogia.
Hablo para aliviar mi mente).

El poeta stilnovisti más famoso es Guido Guinizelli (1230-1276), un notario y profesor de derecho en la Universidad de Bolonia. Considerado por muchos como el poeta de mayor influencia en los cantos y poemas de amor del siglo XIII y fundador de la escuela de Il Dolce Stil Novo (El dulce estilo nuevo)en el norte. Aquí un ejemplo famoso de este estilo en las primeras líneas de este poema de Guido que citamos. La argumentación suena como la más exquisita fusión del poeta de amor y el notario.
Al cor gentil rempaira sempre amore
come l’ausello in selva a la verdura;
né fe’ amor anti che gentil core,
né gentil core anti ch’amor, natura
(En el corazón noble, el amor siempre busca refugio,
Como los pájaros dentro de una arboleda sombreada y verde
En el esquema de la Natura, no había un corazón noble antes del
amor; No existió el amor, ni el corazón noble, antes del amor).

Con estos pocos ejemplos se puede percibir la fusión de atributos del notario con los del poeta de amor. Los notarios fomentaron confianza pública y social, y unos cuantos entrelazaron esta contribución a la formación de un estado de derecho con la persuasión íntima de amor humano entre hombre y mujer aquí en esta tierra. Imprescindible la fusión de la persuasión legal y la persuasión íntima de un amor humano para la creación de una sociedad civil vivible.

FIN

Lectura recomendada
Dante Alighieri. La Divina Comedia, Vol. 2 Purgatory (Trans. Mark Musa)
(Penguin edition, 1985).
De Roover, R. The Medici Bank: Its Organization, Management, Operations
and Decline
(London and New York, 1948).
Grendler, P. Schooling in Renaissance Italy. Literacy and learning 1300-1600
(Johns Hopkins University, 1989).
Lansing, The Complete Poetry of Giacomo da Lentini (Toronto, 2018).
Nussdorfer, L. Brokers of Public Trust. Notaries in Early modern Rome
(Johns Hopkins Press, 2009).
Staley, E. The Guilds of Florence
(London, 1906).
Witt, R.G. In the Footsteps of the Ancients: The Origins of Humanism from
Lovato to Bruni (Boston, 2003).

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