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Tres miradas a "Malandrines" de Roberto Salomón

“La puesta en escena dirigida por Roberto Salomón pone el acento en el uso de la técnica del elenco y los músicos. Sobre el escenario van emergiendo una serie de fortalezas, de capacidades artísticas bien instaladas, que son la estructura vertebrante del espectáculo”

Por Colaboración David J. Rocha Cortez | May 10, 2024- 08:39

Regina Cañas, Emy Mena y Naara Salomón como Las Mendigas. Foto: René Figueroa / Cortesía Teatro Luis Poma

OPUS 503 ha producido el espectáculo estrenado recientemente en Teatro Luis Poma: Malandrines, reinterpretación de La ópera de tres centavos de Bertolt Brecht y Kurt Weill. Roberto Salomón asume la dirección del espectáculo y Jorge Gómez la dirección musical. El resto del equipo artístico está conformado por músicos, cantantes y actrices de diversas generaciones y escuelas.

El teatro, sin dudas, es una experiencia viva que permite conectarnos con nosotros y con los otros. Sobre la escena el grupo de creadores es capaz de construir una ficción y, desde las butacas, los espectadores nos dejamos interpelar, interrogar, permear por ese mundo ficticio. Las emociones priman. Desde la emoción me permito hablar de este espectáculo que nos invita no solo a una relectura Brechtiana, sino que propone otras formas sutiles de accionar político sobre la escena.

Obra "Los Malandrines" en el Teatro Luis Poma
Mauro Iglesias, Adriana Cortez y Claudia Palacios. Foto: René Figueroa / Cortesía Teatro Luis Poma

Una mirada al pasado:

En una de las primeras funciones, al finalizar, se abre un diálogo entre público y artista. José Guerrero, de OPUS 503, sentado en el borde del escenario expresa lo que a mi criterio es uno de los puntos clave de esta propuesta: “en el camino del montaje, nos damos cuenta que estamos haciendo justicia a una generación de artistas de los años 70.” Y es que, dentro de la trayectoria de Roberto Salomón, el estreno de esta obra ha tenido que esperar casi 50 años. En el año 1977, se presentaría La ópera de tres centavos dirigida por Salomón y producida por el Teatro Nacional de San Salvador con un elenco del Bachillerato en Artes, actores de Bellas Artes y una orquesta de 15 músicos. En esa época hubo cambios importantes en el gobierno, los funcionarios de las instituciones cambian y hay una pugna de poder entre los partidos Democracia Cristiana y Partido de Conciliación Nacional. Desde las instituciones públicas empieza una campaña de desprestigio al montaje de la obra tildándola, sobre todo, de comunista. Salomón se reúne con el nuevo viceministro y este le prohíbe inaugurar el teatro en la fecha fijada. Roberto gestiona el Auditorio CAESS, hoy Teatro Luis Poma, para estrenar el espectáculo y el mismo funcionario le prohíbe tal acción argumentando que el espectáculo le pertenece al Teatro Nacional. Se hizo un ensayo general en el salón de la Orquesta Sinfónica, y ante la censura del espectáculo por parte del funcionario público, Roberto Salomón decide renunciar a su cargo como director. El telón de la censura cubrió la obra, era una época durísima para los artistas de la escena. ¿Pasado presente?

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Una mirada al pasado, pasado:

La ópera de tres centavos, de Bertolt Brecht y musicalizada por Kurt Weill, fue escrita y estrenada en 1928. Considerada una obra maestra del teatro musical, sigue siendo llevada a escena alrededor del mundo. Está basada en La ópera de los mendigos de John Gay. La obra, dividida en un prólogo y tres actos, contiene 21 canciones o números musicales que funcionan como espacios de reflexión (distanciamiento brechtiano) para apuntalar las ideas del libreto que ofrece una crítica mordaz y satírica de la sociedad capitalista, sus injusticias y las bajas pasiones de la sociedad moderna.

La obra está ambientada en el Londres victoriano y cuenta la historia de Mackie el Navaja, un astuto criminal que se convierte en héroe. Con astucia, logra casarse con Polly Peachum, hija de los líderes de los mendigos londinenses. Sin embargo, su felicidad se ve amenazada por el Señor Peachum, padre de la joven, quien hará todo lo posible por separarlos. La trama se desarrolla con giros inesperados y personajes memorables para el teatro musical y el teatro en general como La pirata Jenny, el corrupto oficial de policía El tigre Brown o las parejas Polly y Mackie y el Señor y la Señora Peachum.

Obra "Los Malandrines" en el Teatro Luis Poma
Rodrigo Pira, bajo; Juan Carlos López, batería; Jorge Gómez, piano y dirección; Yareed Castellanos, saxofones y flauta; Johnny Coto, saxofones. Foto: René Figueroa / cortesía Teatro Luis Poma.

Pero ¿qué hace a esta obra tener un peso y espacio en la historia del teatro occidental? Muchos estudiosos coinciden en que las innovaciones musicales son uno de los grandes hitos. Kurt Weill fusionó elementos de la música popular, el jazz y la música clásica para crear una partitura que sigue siendo vibrante y relevante en la actualidad. Además, el expresionismo alemán dota de otro sentido a la sonoridad del espectáculo. No estamos ante el preciosismo de la ópera clásica pero tampoco ante las experimentaciones del jazz, estamos en un estadio donde la música está permeada por un profundo sentido escénico de resquebraje, de disonancia, de contratiempos. Un experimento osado para aquella y esta época.

Además de las búsquedas estéticas, La ópera de tres centavos, también es conocida por su discurso político y social. Brecht y Weill utilizaron la obra para criticar la desigualdad económica, la corrupción y la hipocresía de la sociedad burguesa. A través de su teatro épico, Bertolt Brecht buscaba despertar la conciencia de las clases empobrecidas y promover el cambio social.

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Una mirada al presente:

La puesta en escena dirigida por Roberto Salomón pone el acento en el uso de la técnica del elenco y los músicos. Sobre el escenario van emergiendo una serie de fortalezas, de capacidades artísticas bien instaladas, que son la estructura vertebrante del espectáculo. Y en este sentido, la visualidad, el diseño de la escena nos propone la premisa brechtiana de revelar los artificios del teatro. Estamos ante una visualidad que se aleja de todo realismo, la escenografía se sostiene en tres biombos que unas veces hacen de calle, otras de casa, otras de cárcel, otras exterior. El biombo es un recurso abstracto que es completado con la experiencia del espectador y con las situaciones de cada escena. Quisiera destacar, visualmente, la aparición de La pirata Jenny, interpretada por Rocío Cáceres, en la que se despliega un imponente telón rojo que es a la vez prostíbulo y reflejo del personaje. La cantante, sentada en un taburete alto a la izquierda del escenario, nos narra/canta su historia de frustración mientras es envuelta con la luz circular de un seguidor.

Obra "Los Malandrines" en el Teatro Luis Poma
José Guerrero, Regina Cañas, Emy Mena y Naara Salomón. Foto: René Figueroa / Cortesía Teatro Luis Poma

En este espectáculo, no se retoma el libreto original de Brecht, más bien se ha creado una historia que funciona como estructura externa de las canciones, es hilo conductor: tres mendigas llegan a un teatro viejo y derruido, encuentran un bulto de vestuarios raídos que esconden un libreto de La ópera de tres centavos y ahí empiezan a contar la historia. Las mendigas, interpretadas por Regina Cañas, Naara Salomón y Emy Mena, son las narradoras de la historia y funcionan como puente lúdico entre la audiencia y la historia de maleantes. Este es otro recurso de distanciamiento, como audiencia procesamos la historia y reflexionamos sobre ella a partir de las escenas de estos personajes. Quisiera agregar que en esta obra Regina, Naara y Emy construyen una tríada de caracteres de mantienen contrapesos equilibrados durante toda la obra. Su trabajo nos devela los artificios de la caracterización y el desdoblamiento. Para esta puesta en escena se trabajó con las traducciones de las canciones que hiciera David Escobar Galindo en los años 70. El trabajo de este escritor dota de un sentido lírico a las traducciones del alemán, además que acercan el fraseo al lenguaje salvadoreño sin perder altas cuotas estéticas.

Pero el trabajo que devela una alta cuota técnica no radica únicamente en la conceptualización y la actuación, también cantantes y músicos asumen riesgos y demuestran sus mejores cualidades interpretativas. Es meritorio señalar que Jorge Gómez junto a la banda de músicos ha hecho un trabajo excepcional al comprender e interpretar una partitura musical que hoy nos puede parecer rara. Ese enrarecimiento está dado por las experimentaciones sonoras de Kurt Weill, escuchamos sonidos disonantes, una música que no estamos acostumbrados a escuchar, pero no quiere decir que no sea disfrutable. ¡Al contrario! El trabajo de los músicos logra posibilitar una conexión con esa educación auditiva de hoy y las rupturas de las partituras originales. Este montaje ha demandado un estudio profundo de la forma de construcción sonora del compositor original.

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Este estudio, estos tomar riesgos, también ha permeado al mundo de los cantantes que nos vuelven a mostrar sus cualidades vocales dejando alta la parada. En este caso quisiera señalar que el Señor y la Señora Peachum, interpretados por José Guerrero y Conny Palacios, construyen un dúo no solo cómico, sino que logran moverse por otros registros que tienen al canto lírico como fundamento. Sin embargo, los escuchamos ir a destiempo, jugar con las tonalidades, se abren a otras exploraciones que dejan de lado la belleza del lírico. Al igual que Claudia Palacios quien interpreta a Lucy Brown e imprime en el escenario una poderosa fuerza que conecta interpretación y técnica vocal. Uno no puede dejar de verla sobre el escenario. Es una actriz de sobrada presencia. No es menor el trabajo de Adriana Cortez que es Polly Peachum o de Mauro Iglesias al interpretar a Mackie Navaja, el personaje principal de la obra, y Esaú Osorio, que interpreta al Tigre Brown. El dúo entre ambos, La canción de los cañones, es simplemente estremecedor.

El final de la obra termina con un coro donde se suman las voces de todo el elenco, cantantes y actrices nos lanzan una pregunta que se sostiene en el teatro político de Brecht: ¿qué es al hombre vital? Mientras el mundo se sigue desmoronando, el ser humano encontrará en el teatro ese pulso vital que ilumine de esperanzas o al menos podrá encontrarse a sí mismo y a ese uno con los otros. La obra sigue durante tres semanas más. Vaya al teatro y déjese interpelar.

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