Ver contenido en formato acelerado puede afectar cómo aprendés y disfrutás
El speed-watching se populariza como forma de ahorrar tiempo, pero sus efectos en la atención, la memoria y las emociones invitan a reflexionar sobre su uso diario.
Por
Betty Carranza
Publicado el 23 de noviembre de 2025
El speed-watching, práctica de ver contenido audiovisual a velocidad acelerada, gana popularidad por su aparente eficiencia. Sin embargo, estudios de fuentes como EFE, Le Monde, The Independent y UCLA advierten que este hábito afecta la atención, la comprensión y la memoria, especialmente a velocidades mayores a 1.5×. Además, genera ansiedad y reduce la tolerancia a ritmos pausados. Expertos recomiendan usarlo con criterio: alternar velocidades, mantener la normal en contenidos complejos y observar el impacto personal. Acelerar no siempre significa avanzar. Disfrutar el ritmo natural también es clave para el bienestar mental y una experiencia más profunda.
Ver series, documentales, tutoriales o clases en línea a velocidades aceleradas ya es parte del día a día digital para muchas personas. Esta tendencia, conocida como speed-watching, consiste en reproducir contenidos audiovisuales a 1.25×, 1.5× o incluso 2×, con el objetivo de consumir más en menos tiempo. Aunque puede parecer una práctica eficiente, expertos en neurociencia y educación advierten sobre sus efectos cognitivos y emocionales.
Un hábito en auge impulsado por la sobrecarga informativa
El auge del speed-watching responde a la creciente sensación de que el tiempo no alcanza. Según el Hospital Quirónsalud San José, esta práctica surge como una adaptación a un entorno de sobrecarga y celeridad informativa que “manifiesta los límites del cerebro”, expuesto a una exigencia constante de novedad. Así lo señala la doctora Lucía Vidorreta Ballesteros, neuróloga y coordinadora de la Unidad de Migrañas del hospital, quien afirma que “aunque pueda parecer eficiente, este hábito tiene implicaciones profundas para el procesamiento cognitivo, la atención y el aprendizaje”, según una nota publicada por la agencia EFE.
Desde Francia, el diario Le Monde documenta cómo muchos jóvenes ya reconocen que si un contenido “no está al menos a 1.5×, se aburren”. Esta necesidad de acelerar responde también al FOMO (miedo a perderse algo), una presión por mantenerse actualizado en un flujo inagotable de información, series, podcasts y publicaciones virales.
Qué ocurre en el cerebro cuando se acelera el contenido
Para comprender los efectos del speed-watching, un meta-análisis de 24 estudios revisado por The Independent explica que aumentar la velocidad de reproducción tiene efectos negativos progresivos en la comprensión. Marcus Pearce, investigador en ciencias cognitivas en la Queen Mary University of London, asegura que “ver contenidos a 1.5× tiene un impacto leve, pero a 2× o más, el efecto puede ser moderado a severo”.
En esta misma línea, la doctora Vidorreta explica que mantener la atención requiere un ritmo de presentación pausado. Cuando la información se presenta de forma acelerada, aumenta la exigencia cognitiva y disminuye la habilidad para sostener la concentración, lo cual conduce a un procesamiento “más superficial, donde se antepone la velocidad a la comprensión profunda”.
Un estudio realizado por la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) también identificó que adultos mayores muestran déficits notables de memoria y comprensión al ver contenidos acelerados, mientras que los adultos jóvenes muestran mayor adaptabilidad, aunque igualmente con pérdida de retención a velocidades altas.

La ilusión de eficiencia y sus consecuencias
Uno de los riesgos más relevantes del speed-watching es la ilusión de eficiencia cognitiva. Según un artículo publicado en ScienceAlert, reproducir videos a 2.5× puede generar una caída de hasta 17 puntos porcentuales en el rendimiento en pruebas de memoria inmediata, respecto a quienes los vieron a velocidad normal. Es decir, aunque se crea que se aprende más en menos tiempo, en realidad se entiende y retiene menos.
Desde la perspectiva de la educación, un estudio de Frontiers in Psychology recomienda no superar el límite de 1.5× para evitar una sobrecarga cognitiva. A partir de esa velocidad, el cerebro comienza a procesar de forma más superficial, lo que reduce la comprensión y la transferencia del conocimiento aprendido a nuevas situaciones.
El Hospital Quirónsalud San José también advierte que en contextos académicos, el uso prolongado del speed-watching puede reducir significativamente los resultados en pruebas de memoria a corto y largo plazo, especialmente cuando se supera la velocidad de 2×.
Consecuencias emocionales del consumo acelerado
El impacto del speed-watching no se limita al rendimiento cognitivo. También afecta la salud emocional. La doctora Vidorreta señala que esta práctica puede generar frustración y ansiedad por la exposición prolongada a ritmos acelerados. Al eliminar las pausas naturales que el cerebro necesita para asimilar, se pierde la capacidad de disfrutar procesos largos, conversaciones pausadas o historias con desarrollo progresivo.
La emisora canadiense 98.5FM abordó esta tendencia como un reflejo de la intolerancia contemporánea al aburrimiento. Vivir todo en “fast-forward” disminuye la tolerancia a la espera, y puede dificultar experiencias tan simples como ver una película sin distracciones o sostener una conversación sin mirar el reloj.
El medio The Beiruter señala que este hábito “refuerza la eficiencia, pero reduce la profundidad cognitiva y emocional”. Quienes aceleran todos sus consumos tienden a buscar satisfacción inmediata, pero terminan menos satisfechos con lo que ven, oyen o aprenden.
¿Cómo usar el speed-watching de forma consciente?
Usar esta herramienta con criterio es clave. Para contenidos repetitivos o de repaso, reproducir a 1.25× o 1.5× puede ser una buena opción sin sacrificar comprensión. Sin embargo, para contenidos emocionales, complejos o nuevos, es recomendable mantener la velocidad normal para asimilar mejor la información.
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Además, alternar velocidades según el tipo de contenido ayuda a entrenar al cerebro en diferentes ritmos. No todo debe verse con prisa. Disfrutar una serie pausada o ver una película a su ritmo original también aporta bienestar cognitivo.
Podés aplicar estas recomendaciones prácticas para encontrar un equilibrio:
- Usá velocidades de 1.25× o 1.5× solo en contenidos repetitivos o conocidos.
- Mantené la velocidad normal en películas, documentales o clases nuevas para absorber mejor la información.
- Observá tus reacciones: si te cuesta concentrarte o sentirte conectado con el contenido, es momento de bajar la velocidad.
- Alterná entre ritmos rápidos y pausados para cuidar tu atención y memoria.
- Dedicá momentos a ver contenido sin interrupciones ni multitarea, disfrutando el ritmo original.
Como señala la doctora Lucía Vidorreta, “el uso constante y excesivo puede alterar negativamente funciones cognitivas esenciales como la atención sostenida, la concentración y la consolidación de la memoria”. Volver a una experiencia más pausada puede ser una forma de recuperar el placer por lo que ves.
La era digital nos invita a optimizar cada minuto, pero también a preguntarnos a qué precio. El speed-watching puede ser una herramienta útil si se usa con criterio, pero cuando se convierte en la norma, puede erosionar nuestra capacidad de atención, memoria y disfrute.
El reto no es solo ver más contenido, sino entenderlo mejor y experimentarlo con plenitud. Aprender a detenerse, disfrutar una historia a su ritmo o permitir que una idea madure con tiempo es también una forma de bienestar. Porque al final, no siempre gana quien llega más rápido, sino quien realmente conecta con lo que ve.
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