Duelo y crecimiento personal: aprendé a vivir tras una pérdida
Perder a un ser querido duele, pero también puede convertirse en un camino de crecimiento. Aprendé a vivir el duelo con sentido y fortaleza interior.
Por
Betty Carranza
Publicado el 25 de septiembre de 2025
El duelo no solo se vive tras la muerte de un ser querido, sino también ante cualquier pérdida significativa: una relación, el empleo, la salud o un cambio de vida inesperado. Durante el Segundo Congreso Internacional de Salud Mental en San Salvador, el psicólogo y tanatólogo mexicano Óscar Aldana explicó que afrontar el duelo implica educarnos emocionalmente, hablar sin miedo sobre la muerte y enfocarnos en lo que sí tuvimos. La resiliencia, la autocompasión y pedir ayuda profesional a tiempo son claves para sanar. Vivir el duelo con consciencia es también una forma de reconectarnos con la vida.
Perder a alguien que amamos es una de las experiencias más duras que podemos atravesar. En El Salvador, donde tantas familias viven entre ausencias físicas y emocionales, el duelo forma parte de la vida cotidiana. Pero también puede convertirse en una oportunidad de sanación, crecimiento y transformación.
Durante el Segundo Congreso Internacional de Salud Mental, organizado por la Fundación La Niñez Primero en San Salvador, el psicólogo mexicano doctor Óscar Aldana —especialista en tanatología y habilidades para la vida— compartió una perspectiva esperanzadora sobre cómo atravesar procesos de pérdida con mayor consciencia y bienestar.
El experto lo explica claramente: “El duelo no es solo una respuesta a la muerte. Es un proceso natural ante cualquier pérdida significativa: una relación, un trabajo, una parte de nuestro cuerpo, o incluso una expectativa no cumplida”.
Y lo más importante: no hay una sola forma correcta de vivirlo. Cada persona lo experimenta de manera distinta, dependiendo de su historia, creencias y entorno emocional. Lo que sí podemos hacer es prepararnos y acompañarnos, para que ese dolor no nos paralice, sino que nos impulse a vivir más conscientemente.
El duelo es más amplio de lo que creemos
En nuestra cultura muchas veces limitamos la palabra "duelo" a la muerte física. Pero, como aclara Aldana, también vivimos duelos ante enfermedades, amputaciones, mudanzas, rupturas amorosas o despidos laborales. Incluso cuando algo no sucede, pero lo esperábamos con ilusión —como un embarazo que no llega, un proyecto que fracasa o una relación que no se concretó— se activa un proceso de pérdida que requiere atención.
Aceptar que el duelo es parte inevitable de la existencia humana no nos hace más débiles, sino más sabios. Nos permite vernos con compasión y reconocer que la tristeza, la rabia o el miedo no son fallas, sino emociones humanas que necesitan ser sentidas y comprendidas.

Prepararnos para soltar, sin dejar de amar
Uno de los mayores aportes del especialista es la idea de la *psicoeducación* para afrontar la muerte y las pérdidas. “Nos da miedo hablar del final, como si al nombrarlo lo invocáramos. Pero prepararnos para morir es también una forma de abrazar la vida”, dice.
Esa preparación no se trata de obsesionarnos con lo que podría pasar, sino de ordenar nuestras emociones, valores y decisiones mientras aún tenemos tiempo. Dejar un testamento emocional, tener conversaciones sinceras con quienes amamos, agradecer lo vivido y proyectar un legado, nos ayuda a enfrentar el duelo con menos miedo y más paz.
También podemos enseñar a nuestras hijas e hijos a ver la muerte como parte del ciclo natural. No se trata de perder la esperanza, sino de integrarla como parte del amor maduro.
El poder de ver el “lado B” de las pérdidas
Cuando atravesamos una pérdida, es fácil quedarnos atrapados en lo que ya no está. Pero el modelo de habilidades para la vida —una herramienta que Aldana promueve con fuerza— propone cambiar el enfoque: mirar lo que sí tuvimos, lo que sí vivimos, lo que aún podemos construir.
“Perdí una pierna, sí. Pero gracias a esa pierna caminé, trabajé, acompañé a mis hijos. Perdí una casa, pero en esa casa fui feliz, formé una familia. Hoy ya no está, pero me dio momentos hermosos”, ejemplifica.
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Este ejercicio de gratitud consciente no niega el dolor, pero lo acompaña de sentido. Nos ayuda a reconectar con nuestra capacidad de resiliencia, esa fuerza interior que nos permite reconstruirnos tras las crisis.
Acompañar sin juzgar
Cuando un ser querido está en duelo, muchas veces no sabemos qué decir o hacer. Queremos consolar, pero corremos el riesgo de minimizar el sufrimiento con frases vacías como “ya va a pasar” o “tenés que ser fuerte”.
Aldana recomienda que más que hablar, aprendamos a escuchar, a estar presentes sin juicios. “El duelo es como una bomba expansiva que afecta no solo al doliente, sino a su entorno. Por eso, la empatía y la paciencia son esenciales para acompañar sin presionar”.
También sugiere que los familiares se cuiden emocionalmente, ya que muchas veces el desgaste de acompañar a alguien en dolor puede ser profundo.
Buscar ayuda es un acto de amor propio
Una de las ideas más poderosas del mensaje de Aldana es la invitación a buscar apoyo profesional antes de que el dolor nos desborde. “No tenemos que esperar a tocar fondo para pedir ayuda. Así como vamos al dentista para una limpieza, deberíamos ir al psicólogo para ordenar nuestras emociones antes de que se nos hagan nudo”.
El duelo no tiene atajos, pero sí caminos más saludables. Y esos caminos pueden incluir terapia, grupos de apoyo, orientación espiritual, escritura terapéutica o simplemente espacios seguros para expresarnos.
También es fundamental reconocer que muchas heridas vienen de generaciones anteriores. En El Salvador, el trauma histórico por la violencia y las desapariciones todavía pesa en muchas familias. Nombrar ese dolor colectivo también es parte de sanar.
Confiá en tu inteligencia emocional
Finalmente, Aldana nos deja un mensaje profundo: confiá en tu intuición, en tus valores, en esa voz interna que te dice cuándo es momento de pedir ayuda, de soltar, de seguir adelante.
“No somos expertos en todo. Nadie puede curarse completamente solo. Pero todos tenemos la capacidad de sanar, si nos damos el permiso de mirar hacia adentro con honestidad”, concluye.
Porque al final, vivir el duelo no es solo aceptar la pérdida. Es también aprender a honrar lo vivido, soltar con amor y caminar con esperanza. No estás solo. Y sí, podés con esto.
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