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La destrucción de los puentes, imperdonable pecado de la guerra

Cuando la destrucción física va aparejada con el desmantelamiento de un Orden de Leyes, un país puede hundirse en el caos, pasar de ser una nación viable, “vivible”, a ser un Estado fallido como está a punto de sucederle a Níger, en África

Por El Diario de Hoy |

"Dejé mi corazón en San Francisco…” cantó el crooner Tony Bennet, quien falleció recientemente a los 97 años y sufriendo Alzheimer.


Pocos años antes, Bennet y Lady Gaga se presentaron juntos cantando…


Bennet, en la canción, va describiendo los encantos de San Francisco, sus empinados montes, el tranvía de cable que es el único capaz de subir y bajar esas pendientes, sus acogedores parques, sus calles… cuando se nos preguntó dónde se podía comprar una buena chaqueta, nuestra respuesta fue muy directa: The Cable Car Clothiers, un almacén para caballeros que es uno de los íconos de la ciudad.


En la costa pacífica del continente americano hay tres grandes puertos, o ensenadas, naturales: la de San Francisco, el Golfo de Fonseca y Callao en el Perú, corriendo nuestro país el riesgo de que la dictadura entregue nuestra porción a los chinos…

El símbolo de San Francisco, un landmark mundial como es la Torre Eiffel de París, el Coliseo de Roma, el Puente de Londres y la Acrópolis en Atenas, visible casi desde cualquier ángulo de la ciudad, es el Golden Gate, el majestuoso puente que une San Francisco con Oakland.


La extraordinaria construcción, al igual que el Puente de Brooklin y el George Washingon de Nueva York, fueron diseñados y construidos por la firma Roebling, la misma que construyó cuatro majestuosos puentes en El Salvador: el puente sobre el río Paz, nuestros dos majestuosos puentes sobre el Lempa y el puente del ferrocarril en Chalatenango…


¿Qué pasó con los dos hermosos puentes sobre el Lempa: el Puente de Oro y el Cuscatlán?


La respuesta la conocen casi todos los pensantes en esta tierra: fueron destruidos por un grupo guerrilero durante la guerra de 12 años que sufrió el país (1980-1992).

San Josemaría Escrivá de Balaguer dijo que destruir era “fácil” (aunque siempre infame, agregaremos) pues un picapedrero puede derrumbar una catedral que haya tomado siglos para levantarse; lo arduo y noble es edificar grandes y perdurables obras.


Ese fue uno de los imperdonables pecados de la guerra, como lo fueron los secuestros, las masacres, las desapariciones y los asesinatos, tanto a manos de grupos guerrilleros como de militares corruptos.
No en balde San Romero, en una homilía de diciembre de 1978, pidió que en nuestro martirizado y ahora ultra-saqueado país se celebraran navidades “sin presos políticos ni secuestrados…”.


El recordado ingeniero Ricardo Jiménez Castillo estudió alternativas para rehabilitar el puente sobre el río Paz compartido por Guatemala y El Salvador, lo que le llevó a contactar la firma Roebling ideando a partir de la visita una forma para rehabilitar la calzada, que ignoramos si fue aplicada…


Cae el país en la trágica ruta de los “Estados fallidos…”
Cuando la destrucción física va aparejada con el desmantelamiento de un Orden de Leyes, un país puede hundirse en el caos, pasar de ser una nación viable, “vivible”, a ser un Estado fallido como está a punto de sucederle a Níger, en África, donde un grupo de golpistas —gorilas en todo el sentido de la palabra— depuso al presidente legítimo Mohamed Bazoum, a quien acusan de “alta traición” y apenas le están dando de comer….

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Guerra Civil De El Salvador Opinión

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