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El Suicidio, una pandemia visible

El suicidio es el culmen de una serie de pequeñas cosas por las que atraviesa la víctima. Llega un momento en que poco a poco, de gota en gota, el vaso rebalsa y es ahí donde se toma la decisión fatal y mientras. ¿Dónde estuvimos nosotros? ¿Dónde estuvieron las universidades, sus facultades, sus departamentos de psicología?

Por Ricardo Lara
Médico

Las redes sociales informan que una persona decidió quitarse la vida. No se trata ni por un segundo de la clase social a la que esta persona pertenezca, sino que es sencillamente un padre, una madre, una hija, un hijo que deja un vacío, un vacío que jamás volverá a llenarse.

Tristemente la sociedad voltea la mirada hacia otro lado. En ocasiones criticamos tal actitud y vale la pena preguntarnos cuántos hemos estado pasando momentos sumamente difíciles que el suicidio lo vemos como única opción; vale la pena preguntarnos si como sociedad, familia, colegas, somos capaces de detectar las señales que el suicida manda. ¿Estamos atentos ante una persona que adolece una profunda depresión? ¿Están las autoridades educativas prestas a brindar la ayuda necesaria a sus estudiantes ante un mal momento que atraviesan? Parece que no.

El suicidio es el culmen de una serie de pequeñas cosas por las que atraviesa la víctima. Llega un momento en que poco a poco, de gota en gota el vaso rebalsa y es ahí donde se toma la decisión fatal. Y mientras, ¿dónde estuvimos nosotros? ¿Dónde estuvieron las universidades, sus facultades, sus departamentos de psicología?

Recientemente un joven médico optó por el suicidio ante solo lo que ella sentía. ¿Cómo está esa familia que acaba de perder a la reina de la casa, un orgullo de la familia? ¡Está destrozada! Y mientras, la vida sigue.

De una vez por todas, entendamos que cuando un joven pierde la vida de la manera que sea, es un país el que pierde lo más valioso que tiene como son los jóvenes; los mayores ya no tenemos quién nos releve y así lentamente muere un país. Por eso cuidar a niños y jóvenes es un imperativo. Como padres debemos estar prestos a poder conocer las señales que el suicida manda, las señales que el suicida envía a los suyos; siempre el suicida desea una ayuda, que alguien lo escuche; sin embargo, en una vida tan vertiginosa que llevamos, parece que poco nos importa la vida de una joven.

En menos de un año, dos miembros del personal de salud han decidido quitase la vida, y preferimos criticar que servir que escuchar. El suicidio golpea a una sociedad que desde hace ratos viene siendo golpeada. A cada momento aparece en las redes sociales que una persona se quitó la vida aquí, otra allá; no se trata de ser noticia sino preguntarnos: ¿volverán a ser las mismas esas familias que perdieron a un ser amado?

No lo creo, y los que hemos tenido la dicha de no perder a un ser querido de esta forma. Debemos aprender de esta triste experiencia y saber olfatear las señales cuando ante nosotros tenemos a un hijo que adolece de un cuadro depresivo, que anda en drogas o en alcohol no para sancionarle, sino para buscarle ayuda lo más pronto posible y tratar a nuestros hijos con cariño, respeto y ayudarles en todo lo que podamos. Esto va más lejos de lo escrito, un país tan pequeño y disfuncional como el nuestro pierde demasiado cuando pierde a un joven, eso es algo que no debería pasar; sin embargo, pasa frente a nuestras narices y ¿qué hacemos? ¡Nada! No en forma individual, pero si como país, como universidades, como instituciones, como grupos religiosos o deportivos a donde pertenezca esta víctima.

Una joven doctora dice mucho de lo que vivimos, una indolencia al límite, un ego trastocado donde solo importa el yo, un morbo ante la muerte de alguien y quizá tan pobres de mente y espíritu somos que ante lo que vivimos no podemos darnos cuenta de que ni modo así es de injusto el mundo, pero aun así la vida debe continuar y buscarle forma, lado y sabor. Así las cosas.

Tristemente los suicidios seguirán. Hay muchísimos factores que atenazan al salvadoreño de a diario y ante presiones que solo él siente, toma una decisión fatal, la vida es cualitativa y no cuantitativa. Basta tan solo una muerte para que en el mayor silencio oremos por el alma del suicida y entendamos, que,en la habitación contigua, donde nuestro hijo descansa, no sabemos si él será la próxima víctima. En el caso de la colega nunca escucho como un medico que día a día ve al desahuciado aferrarse a la vida, el moribundo sigue luchando con su enfermedad. No puede tomar esos ejemplos de primera mano de ese rostro con nombre y apellido a tomar su ejemplo deber aferrarse a la vida ante cualquier circunstancia. 

Médico.

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