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Seriedad absoluta

Preservar el ecosistema, su equilibro, es de vida o muerte, es de prioridad, no es cuestión de superficialidad o trivialidad, tema de coyuntura, etc. Es de seriedad absoluta, no podemos ir a la guerra sin defensa, sin tácticas.

Por Carlos Francisco Imendia

Ante el limitado espacio en la ciudad, las zonas verdes son asediadas para construir; cada vez hay menos, no hay captura de carbono que se transforme en oxígeno para respirar y la contaminación del aire gana más espacio, la densidad poblacional se concentra en el área metropolitana de San Salvador y a muy corto plazo será raro ver una zona verde en nuestra capital. En el rescatado Centro Histórico, en estas épocas de intenso sol, todo es una plancha de concreto sin árboles que ofrezcan sombra. Ojalá que los encargados de darle vitalidad a estas zonas históricas sopesen el tema de la reforestación. Todo se encamina a la tendencia del negocio de la construcción vertical en nuestro país y a obviar algunas consideraciones o recomendaciones de los organismos internacionales financieros de apostarle a la biodiversidad.


La misma densidad poblacional hará que se cedan más espacios a la demanda de construir a pesar de la peligrosa amenaza sísmica y de la voluminosa referencia histórica de cuántas veces San Salvador ha sido destruida por potentes macro sismos. Eso no es suficiente para que los urbanistas dejen de construir edificios más altos ni mucho menos que la demanda disminuya.


Por otra parte, aquellos bienes propiedad del Estado donde todavía descansa la esperanza de la preservación de la naturaleza, de la disminución de las emisiones, de auténticos santuarios de filtración y oxígeno, donde algunas especies tengan resguardo (parques Bicentenario y Cuscatlán) aún esas propiedades están expuestas a ser vulneradas y arrasadas. Fuimos testigos del caso del Parque Infantil y la tala de 200 árboles para construir la estación del Sitramss. Ahora peligra el Parque de la Familia enLos Planes de Renderos y en un caso reciente y alarmante un bosquecito arrasado en el corazón de la Universidad Nacional. No hay pretexto ni argumento válido que anteponga el desarrollo en detrimento del medio ambiente. Ahora frente a realidades como el cambio climático eso es intolerable.


Preservar el ecosistema, su equilibro es de vida o muerte, es de prioridad, no es cuestión de superficialidad o trivialidad, tema de coyuntura, etc. Es de seriedad absoluta, no podemos ir a la guerra sin defensa, sin tácticas.
No lloremos sobre la leche derramada sobre todo si no existen ciudadanos que con legalidad eleven sus voces para defender sus espacios, proteger y ser responsables con las pocas zonas verdes que nos quedan.


Desde parquecitos comunitarios hasta grandes santuarios de reserva natural —el Talapo, por ejemplo, en la zona sur de la capital— protejámoslos, observémoslos y no cedamos espacios a los intereses mezquinos y para hacer negocios.
Disfrutar de un paseo, por muy local que sea, pero si se cobija en la sombra de los árboles es una ganancia, es el disfrute de la gobernabilidad y el orden territorial. Si usted disfruta espacios de naturaleza es porque políticos consecuentes, legisladores, ediles, sector privado (como el parque Maquilishuat) se han esmerado por garantizar el espacio ciudadano por medio de la Constitución, leyes, normativas, etc.


Preocúpese cuando vea que pierde los espacios públicos y que pesa más la ambición y la falta de ética por arrebatar el espacio ciudadano para fines privados. Preocúpese cuando pierda los espacios de esparcimiento, de encontrar salud mental en un paseo en medio de la naturaleza. Preocúpese también donde en vez de remodelarle un parque y arborizarlo, le construyan más oficinas o un parqueo, o en el peor de los casos, que lo público sea privatizado.

Preocupa porque estas acciones negativas sólo demostrarían que los intereses ciudadanos y colectivos pasan a un segundo plano. También de autoridades que en vez de regular o ser garantes, árbitros, normalizadores que protegen los espacios de naturaleza destinados a la población, pasen a ser instituciones ornamentales sin ningún protagonismo.
Instituciones, ciudadanía tienen la responsabilidad de preservar y aportar al cuido de las pocas zonas verdes que nos quedan. El sector privado también puede compensar proporcionando espacios destinados a la conservación de la naturaleza y al fomento de la educación ambiental. Si no, recordemos el legado del filántropo ambientalista Walter Thilo Deininger o la familia Guirola y El Cafetalón en Santa Tecla.

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