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Yo prefiero vivir en un país seguro, sí. Pero no a costa de la violación de miles de inocentes que tienen que pagar con su salud, sus empleos y su vida, por los “errores” que comete un Estado que maneja un tren desbocado que se supone nos lleva a la “seguridad” mientras con sus ruedas arrastra la vida y futuro de los salvadoreños más pobres, que son considerados como meros “daños colaterales” en una guerra contra la pobreza que no se gana con balas sino con libros, y que su único delito es vivir en la marginalidad.

Por Maximiliano Mojica
Abogado, máster en leyes

Yo prefiero vivir en un país que no satanice la riqueza ni la propiedad privada, ni la riqueza, ni el éxito, ni la iniciativa empresarial, sino en uno que lo estimule, lo proteja, lo defienda, sabiendo que es en él en donde se esconde el germen del progreso, de la generación de empleo, del incremento en la recaudación tributaria, del éxito y del buen vivir para todos.


Yo prefiero vivir en un país que, en vez de gastar el dinero público en armas, tanquetas y salarios de soldados, invierta en educación para el pueblo, para los más pobres. En un país que construya y reconstruya escuelas en vez de cuarteles y cárceles; donde se les enseñe a los jóvenes a pensar y a cuestionar en vez de adular y obedecer.


Un país donde ser maestro sea un título honorífico bien remunerado. Que enseñen a sus alumnos a ser cuestionadores y no de ovejas que necesiten un pastor, sea este empresarial, político o religioso. Un país de pensadores independientes que nos regalen a todos ingeniosos descubrimientos que generen réditos para ellos y nos faciliten la vida a nosotros. Un país que nos ponga en los titulares del mundo como un país de gente educada, no con la mayor tasa de presos de América.


Yo prefiero vivir en un país donde la gente tenga confianza y no miedo; un país donde podamos invertir, no solo nuestros recursos económicos -que es lo de menos- sino nuestro futuro -que es lo que realmente importa-, con entera confianza; donde le digamos a nuestros hijos que pueden estudiar y quedarse a aplicar aquí lo aprendido, porque sus conocimientos serán valorados y que ya no es necesario migrar, legal o ilegalmente, porque aquí pueden labrar un futuro mejor, que llene sus expectativas de progreso.

Yo prefiero vivir en un país donde los ciudadanos se puedan expresar libremente, sin miedo, sin censura; donde todos sepamos que no importa lo que pensemos, no importa nuestra ideología -o falta de ella-, nuestra religión -o falta de ella-, o la orientación sexual o la raza, ya que nada de ello será determinante para definir cómo te traten, como te consideren o que sea determinante para las posibilidades de empleo, crecimiento y progreso.


Yo prefiero vivir en un país donde el Estado, sus funcionarios, los policías y los soldados, sean los que les tengan miedo a los ciudadanos -y no al revés-, ya que todos ellos han sido educados en el respeto de los derechos que esos ciudadanos poseen. Y, esos ciudadanos, a su vez, han sido educados en lo que establece a su favor y a favor de todos, la constitución y las leyes promulgadas en concordancia con ella; y, por ello, están conscientes de los derechos que poseen frente a un Estado enteramente limitado por las leyes.

Yo prefiero vivir en un país seguro, sí. Pero no a costa de la violación de miles de inocentes que tienen que pagar con su salud, sus empleos y su vida, por los “errores” que comete un Estado que maneja un tren desbocado que se supone nos lleva a la “seguridad” mientras con sus ruedas arrastra la vida y futuro de los salvadoreños más pobres, que son considerados como meros “daños colaterales” en una guerra contra la pobreza que no se gana con balas sino con libros, y que su único delito es vivir en la marginalidad.


Yo prefiero vivir en un país con democracia, imperfecta, sí; pero mejor -mil veces mejor- que una verticalidad perfecta; donde la minoría es escuchada y respetada; donde los acuerdos se toman por consenso; donde la meritocracia sea la norma y no la excepción; donde cada ciudadano posea una lupa con la cual pueda escudriñar los actos de los funcionarios electos en elecciones transparentes; donde la opacidad y reserva de información sea la excepción y no la regla; donde la transparencia no sea un “mérito”, sino una obligación básica de todo aquel que administre fondos públicos.

Yo prefiero vivir en El Salvador de mis amores, donde crecí y por el que renuncié cualquier opción que me ofreció el extranjero, con tal de vivir acá. En esta tierra de volcanes y playas. De maquilishuat y pupusas. Por un El Salvador lleno de progreso del cual me resisto a dejar de creer.

Abogado, Master en leyes/@MaxMojica

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Lucha Contra La Corrupción Opinión Regimen De Excepción

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