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Dr. José Gustavo Guerrero: En la Sociedad de las Naciones

“Aprendí que no se puede dar marcha atrás, que la esencia de la vida es ir hacia adelante”, Agatha Christie.

Por Francisco Galindo Vélez

Al ingresar a la Sociedad de las Naciones, El Salvador cuestionó el financiamiento de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). El 26 de junio de 1920, el ministro de Relaciones Exteriores envió una comunicación a la OIT argumentando que El Salvador había accedido al Pacto de la Sociedad de las Naciones, pero no al Tratado de Versalles y que, por lo tanto, no tenía obligaciones con la OIT. El Salvador también objetó gastos de la Sociedad no estrictamente vinculados con el funcionamiento de su Secretaría.

El tema del financiamiento de la OIT tuvo vaivenes y El Salvador no participó ni en la segunda ni en la tercera Asamblea de la Sociedad. El Consejo de la Sociedad refirió el tema a la Primera Comisión que concluyó que asumir su parte de los gastos de la OIT era una obligación fundamental para los miembros de la Sociedad de las Naciones. Esta interpretación fue la de un contrato de adhesión, que se acepta o se rechaza, pero no se modifica. Ahora bien, la Tercera Asamblea revisó a la baja la contribución de El Salvador y, así las cosas, regresó para participar en la Cuarta Asamblea. En 1926, El Salvador fue elegido miembro no permanente del Consejo por un período de un año; el Dr. Guerrero fue su representante.

Durante sus años como representante de El Salvador en la Sociedad de las Naciones, el Dr. Guerrero tuvo varias relatorías:  (1) la Convención Memel (disputa entre Lituania y Alemania por el territorio de Memel en el Mar Báltico, en la región de Prusia); (2) la competencia de la Comisión Europea sobre el Danubio (el Consejo aceptó su propuesta de solicitar una opinión consultiva a la Corte Permanente de Justicia Internacional sobre ese complejo asunto); (3) la nacionalidad; (4) el costo de vida y ajuste de sueldos; (5) las comunicaciones con la Sociedad en tiempos de crisis y el trabajo de la 3a Conferencia sobre Comunicaciones y Tránsito; (6) la estación radiotelegráfica de la Sociedad; y (7) la manufactura privada de armas. También presentó informes sobre ferrocarriles y documentos de identidad para personas sin nacionalidad.

Asimismo, como delegado de El Salvador, se manifestó a favor del programa de codificación del derecho internacional, ya que era miembro del Comité de Expertos; apoyó la idea de proporcionar ayuda financiera a países víctimas de agresión; así como el financiamiento para las relaciones de la Sociedad con América Latina.

El Dr. Warren H. Kelchner, en su libro de 1929, Latin American Relations with the League of Nations (Las relaciones de América Latina con la Sociedad de las Naciones), afirma que, aunque El Salvador había estado representado por un solo delegado y siempre la misma persona, había ido participando cada vez más en los trabajos de la Asamblea. También subraya que las ventajas de enviar al mismo delegado año tras año eran evidentes y que, por lo tanto, el Dr. Guerrero se había convertido en uno de los latinoamericanos más activos y mejor informados del trabajo de la Sociedad.

En el Purgatorio, segundo canto de la Divina Comedia de Dante Aligheri, el castigo de los envidiosos es coserles los ojos porque han disfrutado con la desgracia de otros, pero como en estas tierras la Diosa Envidia galopa “sin bridas y sin estribos”, hubo personas que se negaron a reconocer que un contemporáneo y coterráneo descollara y se destacara por mérito propio, se corrió el rumor de que todos los éxitos del Dr. Guerrero se debían al padrinazgo de Aristide Briand. Es cierto que fueron buenos amigos, pero en el mundo de la diplomacia no hay que confundir amistad, apoyos diplomáticos y “padrinazgos”. Además, el Dr. Guerrero se desempeñó de manera admirable en los cargos que ocupó, algo que difícilmente pueden hacer los beneficiados de los padrinazgos, pues el tiempo demuestra que sencillamente no tienen ni la capacidad ni el conocimiento para hacerlo.

En Europa, esa amistad valió la hablilla de que, en la Sociedad, Francia estaba representada por Aristide Briand y por José Gustavo Guerrero. Este ruin comentario carece de asidero, pues solo basta recordar que, durante la Séptima Asamblea de la Sociedad, propuso a los miembros permanentes del Consejo que renunciaran a sus puestos, para que así, en esa importante instancia, quedara bien establecido el principio de la igualdad de los Estados.

En la Sociedad de las Naciones, cada miembro del Consejo, permanente o no permanente tenía poder de veto en temas que no fueran de procedimiento. Estaba previsto que tuviera cinco miembros permanentes, Francia, el Reino Unido, Italia, Japón y los Estados Unidos, pero funcionó con cuatro hasta 1926 porque los Estados Unidos no ingresaron a la Sociedad. En 1926, Alemania ingresó y se convirtió en el quinto miembro permanente del Consejo hasta que decidió abandonar la Sociedad en 1933. En 1934, la Unión Soviética ingresó a la Sociedad y la Asamblea decidió otorgarle un puesto permanente en el Consejo. En 1939 fue expulsada de la Sociedad por su invasión de Finlandia.

La decisión de que Alemania fuera miembro permanente provocó que España, Brasil y Polonia exigieran el mismo privilegio. La solución se encontró en la creación de tres puestos semi permanentes para que estos países fueran electos y reelectos al Consejo por períodos de tres años. Brasil, sin embargo, prefirió abandonar la Sociedad. En relación con miembros no permanentes del Consejo, empezó con 4, pero subió a 6 en 1922, 10 en 1933 y 11 en 1936.

Las sesiones de la Asamblea de la Sociedad empezaban el primer lunes de septiembre; en las Naciones Unidas se adoptaría el martes de la segunda semana del mismo mes. Varios países fueron abandonando la Sociedad y para 1937, por ejemplo, todos los países del istmo centroamericano, con excepción de Panamá, se habían retirado.

De todas maneras, una de las más grandes herencias de la Sociedad de las Naciones fue la institucionalización de las relaciones internacionales. Sobre este punto, el profesor David Kennedy de la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard, en su artículo The Move to Institutions, que puede traducirse como el paso a las instituciones, publicado por el Cardozo Law Review en 1985, argumenta que la Sociedad de las Naciones marcó un momento único porque significó la “institucionalización” de las relaciones internacionales, ya que antes solo había un método de derecho y política.


Exembajador de El Salvador en Francia y en Colombia, exrepresentante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Argelia, Colombia, Tayikistán y Francia, y exrepresentante adjunto del ACNUR en Turquía, Yibuti, Egipto y México.

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