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El juego destruido

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Por Carlos Balaguer |

El sueño de un despertar surge cuando al abrir los ojos vemos hecho realidad el hermoso sueño de la vida. Entonces evocamos a Gudakesh -divinidad del sueño- para que el prodigio de los ojos cerrados se vuelva eterna realidad. Al paso del tiempo los enamorados de nuestra leyenda iban cambiando poco a poco. Así fue todo entonces: encanto y desencanto; fuegos y cenizas. Rhada se miró en el espejo de su alcoba, descubriendo en él un diferente rostro de sí misma, creado por la edad y la imaginación divina. En tanto Moro quiso volver a revivir al canario, pero éste había escapado de la jaula, desapareciendo en el aire como una fugaz ilusión. Así –con los cambios de la edad—los eternos enamorados terminaron de crecer, de jugar y amarse, sobreviniendo entonces la anunciada y final separación. “Todo lo que sube baja” –dice la ley natural. Igualmente lo que se enciende se apaga; lo que aparece desaparece y lo que empieza termina. El idílico juego habría de terminar. Destruido por la misma vida y por las manos del tiempo, que -al igual que crean- borran lo creado. Amarse alguna vez; después decir adiós, eran parte del mismo evento del drama existencial. Como lo es la maravilla de amar y de amar lo maravilloso; el despertar de un sueño y el sueño de un despertar. Si es que despertamos a la vida o lo que quede de la vida (XI) de: “El Juego de la Vida y la Vida en un Juego”©C.Balaguer

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