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Modificar la conducta a través de la educación no es cosa de espejitos

Que la educación tarda, así es, son ciclos hasta de una generación, pero nunca llegaremos a la meta si no empezamos en algún momento (hoy es cuando

Por Edward Wollants
Médico y abogado

Muchos son los que se llenan la boca hablando de educación como la base fundamental para un verdadero cambio, no solo social, sino económico; pasando por lo personal indiscutiblemente, lo mental y lo moral. Pocos los que hacen de la educación, una verdadera herramienta de cambio positivo.

Y lastimosamente no es un desvalor perteneciente en exclusiva a nuestros políticos locales, sino que incluso desde la palestra de organismos internacionales, que caen presa de la tentación de presentar propuestas para los cambios conductuales de la población, en diferentes ámbitos de comportamiento, pero quizá con mayor frecuencia en el ámbito de la salud, que no pasan de ser simples eufemismos de lo que constituye la promoción de verdaderos programas de cambios de conductas.

Pongamos como ejemplo que nos permita entender lo anteriormente expuesto, lo siguiente: En el tema de la salud pública, prácticamente todos los países se encuentran lidiando con el problema endémico del sobrepeso y la obesidad, además de todas las otras patologías que vienen fusionadas.

Y pocos en el mundo médico tenemos dudas, y muy probablemente en el mundo profano tampoco exista mucho la duda, con respecto a que la causa de dicho sobrepeso y obesidad es por una pérdida en el balance que debe existir entre la energía que se consume (calorías) proveniente de los alimentos y la energía que se gasta como producto de la actividad humana, que va desde la básica de mantener la vida (como respirar) hasta aquella definida como ejercicio; lo cual por supuesto llevará a toda persona razonable a albergar el concepto (cierto en verdad) de que esto a su vez se debe mayoritariamente a que la persona “come más de la cuenta”, como no deja de manifestar la sabiduría popular, poseedora de la observación primitiva pero certera de los hechos a través del paso del tiempo.

Y entonces es que viene la hora de la verdad y de aportar propuestas de soluciones verdaderas, y de generar un ciclo de observación-estudio-análisis-propuesta-monitoreo de resultados-nuevo análisis y re validación de la propuesta, donde el camino establecido, que por cierto es compartido y lo ha venido siendo por décadas, por cientos, sino es que miles de investigadores, apunta que el problema de la alimentación que lleva al sobrepeso y a la obesidad no es unicausal, ni simple tampoco, sino que multicausal y complejo. 

Y precisamente en relación a la complejidad es que vamos a redireccionar nuestra atención en estas pocas líneas, porque se trata ante todo de una conducta; si, comer es una conducta, por ende estamos hablando de una manera de interactuar con nuestro medio, una manera de responder a una serie de estímulos internos y externos, para lograr dos objetivos: mantener la vida y alcanzar placer. En efecto, uno de los dos objetivos básicos de la conducta alimentaria es alcanzar el placer, porque el cerebro es el que comanda esta conducta y el cerebro busca siempre el placer, a través de lo que psiconeurofisiologicamente se conoce como CICLO HEDÓNICO.

Y aquí es donde viene la pregunta que debe llevar al análisis, previo estudio de la psiconeurofisiología, ¿Cómo se puede modificar la conducta que es comandada por el cerebro a través del ciclo hedónico? Y la respuesta realista debe ser, a través de la psicoeducación; lo cual implica un proceso educativo con acompañamiento para el educando, durante un período de tiempo más o menos prolongado (la educación nunca es un “explosivo de mecha corta”).

Por ende, cuando vienen y nos proponen que vamos a cambiar las conductas alimentarias y a resolver, o al menos a mitigar, el problema de la conducta alimentaria que lleva al sobrepeso y a la obesidad, a través de poner rótulos o viñetas en los envases de alimentos, podemos manifestar con justa decepción, que están queriendo vendernos “espejitos”.

No, la respuesta no es esa, la respuesta es la psicoeducación; esto es, proporcionar al paciente (de manera particular) y a la población (de manera general), información específica a cerca de la enfermedad, tratamiento y pronóstico, basados en evidencia científica actual y relevante (no en que dicen que dijo que dijeron...) para el abordaje de la patología.

Que la educación tarda, así es, son ciclos hasta de una generación, pero nunca llegaremos a la meta si no empezamos en algún momento (hoy es cuando); no se puede poner una “placa” para inaugurar la educación, también es cierto, pero al político o más bien, al estadista que lo implemente, lo recordarán las futuras y beneficiadas generaciones; no es barato, es cierto, pero más caro es no hacerlo y peor todavía si gastamos los recursos implementando políticas de “espejitos”estigmatizantes.

Médico Nutriólogo y Abogado

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Educación Opinión

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