EPAPER Puente de Baltimore | Precios de la gasolina | Eclipse parcial solar | Selecta

Padres e hijas

Para muchas familias salvadoreñas, la figura principal es la madre. Sin embargo, la presencia de la figura paterna marca a muchas mujeres de por vida. En este Día del Padre relato las historias que me contaron cuatro mujeres de cómo sus padres las marcaron.

Por Carmen Maron
Educadora

Teresa (60, Abogada)
Nací en una familia de pequeños ganaderos. Yo era la segunda de seis hermanos, dos varones y cuatro hembras. Crecimos en los años previos al y durante el conflicto armado. Vivíamos en una de las zonas que más sufrió enfrentamientos entre el ejército y la guerrilla. Mi padre trataba de no tener problemas ni con un bando ni con otro, pero una noche tuvimos que salir corriendo en la oscuridad. Mataron todo nuestro ganado.Justo ese día, mi padre le había prestado el carro a mi tío. Nos fuimos a la casa de unos parientes y allí llegó mi tío. Nos subimos al carro, y nos fuimos a vivir a occidente, dónde mi madre tenía familia lejana, sólo con lo que teníamos puesto.
Con lo poco que le quedaba en el banco, y la venta de algunas propiedades por casi nada, papá abrió una tienda de repuestos. Para cuando se firmaron los Acuerdos de Paz, tenía un taller, además de su tienda. Mis hermanas y yo fuimos las primeras mujeres de nuestra familia en graduarnos de la universidad. Mis hermanos varones estudiaron desde bachillerato en Estados Unidos, viviendo con parientes que habían emigrado. Creo que, aún en occidente, papá temía que los reclutaran. Ambos se graduaron de la universidad, se casaron y ahora son ciudadanos. Al cumplir 65, papá se retiró, vendió todo y se fueron a vivir a Virginia con mamá de manera legal.
Yo estudié derecho y, a los 35 años, quise abrir mi despacho propio. La gente me dijo que estaba loca, que iba a ser una solterona. Papá me dijo “Haga lo que tenga que hacer, ahora. El futuro no lo puede predecir”. Me casé a los 38 con un amigo de universidad, con quien nos reencontramos en una audiencia. Mi hija se acaba de graduar de Bachiller y va a comenzar a estudiar leyes.

Marta (religiosa católica, 29)
Mis papás, mis dos hermanos y yo íbamos a misa los domingos y nos matricularon en colegios católicos, pero no puedo decir que había mucha devoción en casa. Yo , siendo la única niña, era la princesa de papá.
De adolescentes, mis hermanos estaban muy involucrados en el grupo de jóvenes de la Iglesia. Yo no sentía el menor interés. En realidad, fui por primera vez porque mi hermano llevó a una de mis compañeras que me caía mal, y yo la quería boicotear.
Para no hacer larga la historia, mi compañera es ahora mi cuñada, y yo soy monja. Cuándo, saliendo de la universidad, le dije a mi padre que sentía que el Señor me llamaba a la vida religiosa, temblaba como una hoja, porque estaba segura que iba a tener una reacción terrible. Pero para mi sorpresa, me abrazó y me dijo “Que nunca se te olvide que has escogido la mejor parte”, y se echó a llorar.
Yo estaba desconcertada. Entonces me confesó que el había sido seminarista a principios de los ochenta. Después del asesinato de Monseñor Romero, mi abuela le pidió que dejara el seminario. El, asustado, le obedeció. Sacó su carrera de ingeniería ,se casó con mi madre y nunca habló del tema en casa. Ahora ambos van a misa a diario, en agradecimiento por mi vocación.

Yanet (35, Catedrática Universitaria)
Nací en un cantón de esos perdidos en oriente que casi nadie conoce. Cuándo yo tenía cinco años, mi papá fue dado de baja como ex combatiente. Nos dieron un pedazo de tierra y junto con otras familias, se formó una cooperativa.
Mi padre nos dijo un día a los cuatro mayores: “lo único que puedo dejarles de herencia es una buena educación”. Vendió su parcela y nos mudamos al pueblo más próximo que tuviera educación media. Después, nos desperdigo por todo el departamento con tíos, padrinos, quien nos recibiera, con tal que cursáramos bachillerato.
Papá trabajó de todo: panadero, jardinero, cuidandero, de lo que fuera. Mamá aprendió a coser y cosía en casas. Mis hermanos y yo nos pusimos de acuerdo y sacamos Bachillerato en Contabilidad, y trabajamos mientras estudiábamos en la universidad. Para cuándo mi hermana menor se graduó de Bachillerato en Salud, le pagamos la carrera de medicina entre todos.
Yo saqué mi Profesorado y Licenciatura en Educación aquí, en El Salvador, y luego mi Maestría en Europa con una beca. Ahora estoy aplicando a un programa de doctorado. Soy madre soltera, y mis padres viven con mi hija y conmigo. Ninguno de nosotros emigró y entre todos le damos a papá y mamá todas las comodidades que podemos. Realmente, la herencia de papá ha sido que todos seamos profesionales.

Ana (30, Arquitecta)
Mi hermano y yo nacimos en una familia acomodada. Teníamos todas comodidades que el dinero podía comprar, pero, más allá de eso, teníamos a papi. Mucha gente piensa que el dinero lo resuelve todo, pero yo lo que veía era que muchos de mis amigos vivían entre divorcios, infidelidades, incluso abuso físico y verbal. Mis padres eran distintos. Papi trató a mami como su novia eterna . Muchas veces, los sorprendía bailando en la terraza.
A papi le diagnosticaron cáncer cuándo yo tenía diez años. Durante los siguientes quince años vivimos los altibajos de todas aquellas familias que tienen un ser querido que lucha contra esta enfermedad. Entró en remisión dos veces, pero la tercera vez, perdió la batalla. Yo sé que hablo desde el privilegio, pues pudo tratarse en buenos hospitales gracias a su seguro médico, pero al final, murió en su casa, con cuidados paliativos. Y, por más privilegio que hubiera, el terror de levantarse cada día pensando lo peor, el dolor de verlo después de una sesión de quimioterapia, no lo resolvió nunca el dinero.
Papi solía repetir: “la única riqueza verdadera que tenemos es el amor”. Una tarde, en agosto del 2018, estábamos sentados todos juntos en la terraza, después de recibir la noticia que a papi le quedaban seis meses de vida. Mi ahora esposo y yo habíamos cancelado nuestra boda tres veces en dos años. En ese momento sentí que era ya o nunca, que papi iba a morir pronto y yo no quería una boda sin el. Le hablé a Ricardo, hecha un mar de lágrimas, y luego con mi hermano y mi mami. La siguiente noche, me case por lo civil en casa, con una blusa y un pantalón blanco de diario. Ya habíamos hecho nuestro retiro pre-matrimonial, así que una prima me prestó su vestido de novia y,en menos de dos semanas, a principios de septiembre, papi me llevó al altar. Murió la segunda semana de octubre.
Este año, Ricardo y yo cumplimos cinco años de casados. La gente se sorprende al ver que no hay fotos de “la fiesta”. No hubo fiesta. Nos reunimos unas veinte personas después de la boda religiosa. Papi ya usaba oxígeno suplementario, pero bailó dos veces: una conmigo y una con mami, de música que salía de una app de un celular. La foto de mi papi y yo bailando en la terraza de la casa, tomada también con un celular, es mi recuerdo más preciado. Al final de cuentas, todo el dinero del mundo no hubiera podido comprar ese último baile.

A estos, y todos los padres que inspiran, ¡feliz Día del Padre!

Educadora

KEYWORDS

Dia Del Padre Opinión Padres E Hijos

Patrocinado por Taboola

Inicio de sesión

Inicia sesión con tus redes sociales o ingresa tu correo electrónico.

Iniciar sesión

Hola,

Bienvenido a elsalvador.com, nos alegra que estés de nuevo vistándonos

Utilizamos cookies para asegurarte la mejor experiencia
Cookies y política de privacidad