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La Red Miqueas de Misión Integral

El compromiso de amar al prójimo sin límites hace ineludible la necesidad de combatir todos los tipos de corrupción como una tarea propia de los cristianos en obediencia a su misión. El paso desde el rancio escapismo espiritualista hasta la asunción responsable de lo que las Escrituras definen como la misión de Dios para su iglesia se vuelve apremiante.

Por Mario Vega

Las iglesias evangélicas, a diferencia de la Católica, no poseen una estructura unificada y única. No son administradas por una autoridad unívoca sino por una diversidad de liderazgos y estructuras, más o menos grandes, que forman diversas denominaciones. Sus definiciones teológicas deben ser construidas a partir del intercambio amistoso de saberes, la confraternidad y el respeto. No con mucha frecuencia surgen pensadores cuya influencia sobrepasa los límites de su propia tradición y se proyectan de manera interdenominacional. Es en esos momentos cuando los consensos avanzan y van configurando el pensamiento evangélico del futuro.


A partir de los aportes de los teólogos René Padilla y Samuel Escobar se configuraron las bases de la reflexión que dio como resultado el concepto de misión integral. El Congreso de Evangelización Mundial de Lausana, en 1974, legó un pacto que puede considerarse el punto de partida de las iglesias evangélicas comprendiendo y definiendo la naturaleza de su misión como integral. Ella ve a la evangelización y a la acción social, o a la proclamación y a la demostración, como dos facetas de una misma misión que no pueden ser separadas. Desde entonces, se ha reflexionado y publicado mucho sobre la misión integral y sus implicaciones en diferentes ámbitos de la vida, pero también se han producido iniciativas prácticas.


Desde su surgimiento las iglesias evangélicas fueron muy activas en el cuidado de los huérfanos y necesitados, la educación, la salud y el socorro en emergencias. Formaron grandes organizaciones internacionales de servicio, desarrollo y justicia que auxiliaron a millones. Pero no fue sino hasta el año de 1999, en la víspera del nuevo milenio, que diversas organizaciones, iglesias y pensadores, se reunieron en Kuala Lumpur, Malasia, para buscar nuevos caminos para responder de manera más eficaz al llamado de Dios a una misión integral. El cónclave condujo a la necesidad de articular un esfuerzo global, norte-sur, no formal, de equipamiento mutuo para la formación de una red en la que participaran entidades evangélicas trabajando en el alivio, desarrollo, defensa y cuidado de los más vulnerables.


Al esfuerzo se le llamó Red Miqueas de Misión Integral. El nombre de Miqueas hace referencia al profeta de ese nombre quien profetizó: «El Señor te ha dicho lo que exige de ti: practicar la justicia, amar la misericordia y humillarte ante tu Dios» (Miqueas 6:8). Sus tres objetivos centrales son: fortalecer la capacidad de las agencias participantes para responder bíblicamente a las necesidades de los pobres y oprimidos. Hablar con fuerza y efectivamente sobre la misión de la iglesia para proclamar y demostrar el amor de Cristo a un mundo necesitado. Y llamar e influir proféticamente en los líderes y tomadores de decisiones de las sociedades para mantener los derechos de los pobres y oprimidos y rescatar a los débiles y necesitados.


En la actualidad la Red Miqueas ha llegado a ser un movimiento mundial de más de 500 agencias cristianas de servicio y desarrollo, así como iglesias. Cuenta con 300 miembros activos y 230 asociados en más de 80 países. Todos ellos enfocados en responder a la gran meta de reducir la extrema pobreza como forma concreta de obedecer al llamado de Miqueas de practicar la justicia, la misericordia y la humildad. Como movimiento evangélico global, ha tenido claro desde el principio que se debe ayudar a las iglesias a ir más allá de las tareas de asistencia a la comprensión de que las malas políticas y la corrupción impactan negativamente en millones. Hoy muchos más evangélicos han comprendido que si se ha de ayudar a erradicar la pobreza se deben hacer los dos tipos de trabajo: la asistencia y la incidencia política. Aunque la obra del esfuerzo es la mediación política, el mandato es completamente bíblico. Presenta preocupaciones bíblicas que exigen respuestas políticas.


El compromiso de amar al prójimo sin límites hace ineludible la necesidad de combatir todos los tipos de corrupción como una tarea propia de los cristianos en obediencia a su misión. El paso desde el rancio escapismo espiritualista hasta la asunción responsable de lo que las Escrituras definen como la misión de Dios para su iglesia se vuelve apremiante. Que Dios nos dé valentía y fidelidad para ser la luz del mundo de la que Jesús habló.

Pastor General de la Misión Cristiana Elim.

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Cristianismo Opinión

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