
Periodista
Es un grave error suponer que la democracia puede ser inmune al populismo. Ahora vemos que tendencias autoritarias y demagógicas están ganando poder también en los países, que se sienten baluartes de la democracia, en Europa – y por cierto en Estados Unidos.
Lo sabíamos por años: Existe en América Latina el fenómeno de la frustración con el sistema partidario. Surgen movimientos, que surfean las olas de la antipolítica, de las frustraciones y de los resentimientos, para terminar estableciendo regímenes autoritarios. Antes eran de tinte de izquierda populista tipo Hugo Chávez - hoy tienden a ser de ultraderecha. Muchos pensamos que esto es un fenómeno sólo de América Latina. También yo lo creí. Salí de Europa en el 1980 y me quedé con la convicción de que las democracias europeas de la postguerra eran inmunes contra los fantasmas del pasado. Grave error.
Es un grave error suponer que la democracia puede ser inmune al populismo. Ahora vemos que tendencias autoritarias y demagógicas están ganando poder también en los países, que se sienten baluartes de la democracia, en Europa – y por cierto en Estados Unidos.
Este último es un fenómeno en varios países. Las derechas tradicionales, enfrentadas con agresivos movimientos de ultraderecha, cometen dos errores fatales: de adoptar los discursos ultraderechistas para evitar que les quiten votantes; y de tratar de incorporar a la ultraderecha al sistema, pensando que se van a moderar.
En países con largas trayectorias progresistas como Finlandia y Suecia esta tendencia ya ha llevado a la inclusión de movimientos autoritarios con tendencias xenofóbicas en los gobiernos. Tal vez la democracia liberal sea suficiente fuerte en estos países. En Italia pasó lo mismo, pero de un solo los neofascistas tomaron el control de la derecha entera y pusieron a la primer ministra: Giorgia Meloni, quien lidera el partido ‘Hermanos de Italia’, surgido directamente del Neofascismo. Meloni ha sido sorprendentemente pragmática y flexible. Ha moderado sus discursos radicales contra la integración europea y la inclusión de migrantes. Pero no ha abandonado su filosofía, está esperando las próximas elecciones para consolidar su poder.
Regresemos a Alemania. La coalición gobernante llamado “Semáforo”, entre socialdemócratas (rojos), liberales (amarillos) y ecologistas (verdes) ha logrado cumplir solo una parte de lo prometido. Los liberales, que controlan el ministerio de Hacienda, frenan todas las iniciativas de reforma social y ecológica que promueven los verdes y los socialdemócratas. Y todos ellos parecen paralizados por el susto de haber sido sobrepasados en todas las encuestas por la ultraderecha. Nadie sabe cómo frenarla: ¿Incorporarla al sistema para moderarla? ¿Aislarla y combatirla? ¿O incluso prohibirla?
El modelo de la gobernabilidad democrática, basado en la concertación entre todos los partidos democráticos, está en crisis mucho más allá de América Latina. Avanzan quienes saben cómo explotar esta crisis. Los ganadores de esta crisis: la derecha irracional, los populistas, los autoritarios, los Trump, las señoras Meloni en Italia y Le Pen en Francia. El hecho que Nayib Bukele sea una versión tan exótica de este fenómeno no significa que no sea de la misma familia.
Existe el peligro real que en Austria y Francia logren llegar al gobierno los partidos de ultraderecha. Juntos con Italia y Hungría y con movimientos fuertes en Alemania, Escandinavia, Holanda y España podrán cumplir el sueño que los mueve y une: dinamitar la integración europea, que después de la Segunda Guerra Mundial fue promovida por los demócratas de derecha e izquierda para evitar nuevos regímenes autoritarios o dictaduras en el viejo continente. Una Europa así desunida y debilitada no continuar integrándose para defender la democracia.
Por el momento, no tengo respuesta a las preguntas obligatorias: ¿Qué hacer para evitar que esto pase? ¿Cómo parar esta deriva hacía el autoritarismo? ¿Cómo volver a legitimar la política como ejercicio de racionalidad y ética?
Sólo puedo decir que hay que recuperar y reconstruir el espacio en el centro de la sociedad, donde pueden dialogar y converger los demócratas de todos los colores. Y hay que rescatar un pluralismo democrático basado en la tolerancia. Suena cursi, pero es la verdad.
Periodista.