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Columna Transversal: La crisis de las democracias

Es un grave error suponer que la democracia puede ser inmune al populismo. Ahora vemos que tendencias autoritarias y demagógicas están ganando poder también en los países, que se sienten baluartes de la democracia, en Europa – y por cierto en Estados Unidos.

Por Paolo Luers
Periodista

Lo sabíamos por años: Existe en América Latina el fenómeno de la frustración con el sistema partidario. Surgen movimientos, que surfean las olas de la antipolítica, de las frustraciones y de los resentimientos, para terminar estableciendo regímenes autoritarios. Antes eran de tinte de izquierda populista tipo Hugo Chávez - hoy tienden a ser de ultraderecha. Muchos pensamos que esto es un fenómeno sólo de América Latina. También yo lo creí. Salí de Europa en el 1980 y me quedé con la convicción de que las democracias europeas de la postguerra eran inmunes contra los fantasmas del pasado. Grave error.

Es un grave error suponer que la democracia puede ser inmune al populismo. Ahora vemos que tendencias autoritarias y demagógicas están ganando poder también en los países, que se sienten baluartes de la democracia, en Europa – y por cierto en Estados Unidos.

  • Estamos viendo el fenómeno Trump, en verdad el fenómeno de los Republicanos, o sea de uno de los dos partidos que sostienen el sistema político norteamericano, deslizándose a la irracionalidad y al fanatismo.
  • En Italia ya llegó al poder el movimiento neofascista.
  • En Hungría y Turquía, caudillos autoritarios y ultraconservadores gobiernan desde hace años y han consolidado su poder.
  • En Francia y en Austria, partidos de la ultraderecha están logrando desplazar a los liberales y conservadores democráticos y son favoritos para las siguientes elecciones.
  • En España, el Partido Popular, una amalgama de liberalismo y conservadurismo, hasta ahora de vocación democrática, ha roto sus promesas de nunca llevar al gobierno a Vox, la ultraderecha anti europea, anti migrantes y anti derechos sociales. Pero ahora el PP necesita a Vox para formar gobierno. Los socialistas hacen alianzas indecorosas con la izquierda antisistema y con los movimientos separatistas. Si nadie logra formar gobierno, que es muy probable que pase, la frustración de la gente dará en unas nuevas elecciones aun más peso a Vox.
  • Me duele, pero en contra de todos mis pronósticos también Alemania, mi país de origen, está en la misma cuerda floja. Las últimas encuestas me asustaron profundamente, igual que a toda la intelectualidad democrática. Pensábamos que en Alemania estábamos curados por la experiencia del Tercer Reich nazi. La extrema derecha organizada en la Alianza por Alemania AFD, que siempre he visto como un minúsculo grupo de insensatos, ha crecido en las encuestas. De repente es la segunda fuerza política, sobrepasando la socialdemocracia y los verdes, y está acortando la distancia a los demócratas-cristianos de la otrora estadista Angela Merkel. Y sin Merkel, que lo supo anclar firmemente en el centro, su partido está moviéndose hacia la derecha, retomando posiciones extremas de la AFD, con la ilusión de así podrá detener el avance de la ultraderecha. Hacerse de ultraderecha para detener la competencia, ¡qué tragicómica ironía!
    Nadie sabe hasta cuando se mantendrá sólido el compromiso de la Democracia Cristiana de jamás pactar con la ultraderecha. Muchos ya están soñando con un gobierno de derecha, y esto solo será posible si incluyen a sus vecinos en la equina ultraderechista.

Este último es un fenómeno en varios países. Las derechas tradicionales, enfrentadas con agresivos movimientos de ultraderecha, cometen dos errores fatales: de adoptar los discursos ultraderechistas para evitar que les quiten votantes; y de tratar de incorporar a la ultraderecha al sistema, pensando que se van a moderar.

En países con largas trayectorias progresistas como Finlandia y Suecia esta tendencia ya ha llevado a la inclusión de movimientos autoritarios con tendencias xenofóbicas en los gobiernos. Tal vez la democracia liberal sea suficiente fuerte en estos países. En Italia pasó lo mismo, pero de un solo los neofascistas tomaron el control de la derecha entera y pusieron a la primer ministra: Giorgia Meloni, quien lidera el partido ‘Hermanos de Italia’, surgido directamente del Neofascismo. Meloni ha sido sorprendentemente pragmática y flexible. Ha moderado sus discursos radicales contra la integración europea y la inclusión de migrantes. Pero no ha abandonado su filosofía, está esperando las próximas elecciones para consolidar su poder.

Regresemos a Alemania. La coalición gobernante llamado “Semáforo”, entre socialdemócratas (rojos), liberales (amarillos) y ecologistas (verdes) ha logrado cumplir solo una parte de lo prometido. Los liberales, que controlan el ministerio de Hacienda, frenan todas las iniciativas de reforma social y ecológica que promueven los verdes y los socialdemócratas. Y todos ellos parecen paralizados por el susto de haber sido sobrepasados en todas las encuestas por la ultraderecha. Nadie sabe cómo frenarla: ¿Incorporarla al sistema para moderarla? ¿Aislarla y combatirla? ¿O incluso prohibirla?

El modelo de la gobernabilidad democrática, basado en la concertación entre todos los partidos democráticos, está en crisis mucho más allá de América Latina. Avanzan quienes saben cómo explotar esta crisis. Los ganadores de esta crisis: la derecha irracional, los populistas, los autoritarios, los Trump, las señoras Meloni en Italia y Le Pen en Francia. El hecho que Nayib Bukele sea una versión tan exótica de este fenómeno no significa que no sea de la misma familia.

Existe el peligro real que en Austria y Francia logren llegar al gobierno los partidos de ultraderecha. Juntos con Italia y Hungría y con movimientos fuertes en Alemania, Escandinavia, Holanda y España podrán cumplir el sueño que los mueve y une: dinamitar la integración europea, que después de la Segunda Guerra Mundial fue promovida por los demócratas de derecha e izquierda para evitar nuevos regímenes autoritarios o dictaduras en el viejo continente. Una Europa así desunida y debilitada no continuar integrándose para defender la democracia.

Por el momento, no tengo respuesta a las preguntas obligatorias: ¿Qué hacer para evitar que esto pase? ¿Cómo parar esta deriva hacía el autoritarismo? ¿Cómo volver a legitimar la política como ejercicio de racionalidad y ética?

Sólo puedo decir que hay que recuperar y reconstruir el espacio en el centro de la sociedad, donde pueden dialogar y converger los demócratas de todos los colores. Y hay que rescatar un pluralismo democrático basado en la tolerancia. Suena cursi, pero es la verdad.

Periodista.

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