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16 de enero de 1992/16 de enero de 2023

Lo que ahora estamos viendo es un milagro a la inversa, es el desmantelamiento de la institucionalidad democrática de manera acelerada, es una frenética carrera hacia el desastre. La estrategia es inundar con propaganda a los salvadoreños, satanizar lo que le es incómodo al presidente y desacreditan con esa narrativa mentirosa

Por Mauricio Ernesto Vargas

Los conflictos son crueles con sus enfrentamientos, desapariciones, destrucción de infraestructura, muertes (civiles, guerrilleros, militares), el dolor, las lágrimas, el miedo, eso es lo que grita la realidad. Reproducir por todos los medios posibles el discurso contrario del presidente solo es para ocultar los fallos de este gobierno y falsear la realidad.


Los acuerdos lo que señalan es que hay que sobreponer la razón a la insensatez, el diálogo a la mentira y a los amaños, la democracia al autoritarismo.


Treinta y un años de haberle puesto fin al conflicto armado interno, de haber detenido el baño de sangre y la hemorragia de muerte y destrucción, de eliminar la fractura política donde los excluidos de ella, se incorporarán, participarán, de la vida política del país siendo parte total de ella con respeto de sus vidas. Los salvadoreños aceptamos el reto, queríamos una Patria libre, desarrollada, segura y en paz; vimos la realidad de una manera frontal y directa y nos pusimos a la altura de las exigencias de la historia,

Para los que preguntan ¿cuál paz? Les aclaro: “La paz elemental” como ausencia del conflicto, que da pie a poder intentar los cambios necesarios, sin la conflictividad de las armas (apertura a los espacios para el diálogo y la tolerancia, inyección de aires frescos a la incipiente democracia, reformas al sistema político).


“La paz superior” (crecimiento en los campos económicos y sociales de todos los salvadoreños en amplias libertades y en respeto a las leyes). Tarea de toda la sociedad hacer una buena implantación de los acuerdos y velar por su cumplimiento es saber comprender que una cosa es los acuerdos de paz y otra cosa es la construcción de la paz. La sumatoria de ambas es el logro de la tan ansiada, pero esquiva paz. No podemos en este momento desconocer la historia. Es descarado, artificial e irresponsable deslegitimar lo que ello significo para nuestro país; en esos acuerdos, está presente y nos recuerda que el entendimiento y la tolerancia dijeron presentes.

Lo que ahora estamos viendo es un milagro a la inversa, es el desmantelamiento de la institucionalidad democrática de manera acelerada, es una frenética carrera hacia el desastre. La estrategia es inundar con propaganda a los salvadoreños, satanizar lo que le es incómodo al presidente y desacreditan con esa narrativa mentirosa; se reprime la disidencia, vemos cómo la mentira deliberada está triunfando y está destruyendo la verdad y donde el silencio se ha convertido en un artículo de fe de quienes medran a la sombra del presidente o tal vez porque lo que peligra no son ellos ni nada suyo ( muchos salvadoreños creen que el satélite Cuscatlán está en el espacio, y que Frank Rubio iba en él); todo lo que se dice o se hace está en función de su popularidad y en función electoral moviendo el fanatismo, los odios más cerriles y los desquites más torpes, se hace lo que pueda dar más votos, no lo que sea mejor para el país, se busca consolidar el apoyo en derredor del presidente y garantizar el voto 2024.


Es una desilusión, es un contrasentido que se esté descalificando esta etapa de nuestra historia de manera descarada, artificial, falsificándola, queriendo sepultarla en el presente. La narrativa del presidente desacredita, incita a la división, la violencia, insulta, por ello no pueden ni deben ser aceptadas en una democracia.


El presidente se presenta en público, como el gobernante que no tolera las injusticias, la mentira ni la impunidad, los hechos lo desmienten. ¿Será que las del pasado eran válidas porque suman a su causa, pero las de ahora no porque lo señalan?


Es cierto que las cosas no caminaron al ritmo que se requería y queríamos ver y con lo que nos ilusionamos. Pero lo que debemos estar conscientes es de que lo que ha aparecido en la agenda de este momento no es aceptable: continuar con el odio, la división, mucho menos, degradar la historia y lo que tanto le costó construir a los salvadoreños.


Esta etapa de la historia reciente no acepta modificación. Los principios, la nación, no se venden; hacerlo es perder la dignidad, el respeto, la inteligencia. Nuestra historia es perpetua y eterna, nuestra obligación es conservarla. Dejar que lo autoritario, la mentira o el populismo triunfen, solo es aspirar a ser esclavo. La lucha por la libertad y contra el autoritarismo son tareas difíciles, porque, la libertad tiene amigos de mentira y enemigos de verdad. Es más fácil dividir que unir, despedazar que armonizar y este no es el camino.


Esta perversión de la historia que vivimos es imposible de negar, por ello somos contundentes y declaramos: “Nuestro compromiso con la historia como salvadoreños, de la ideología que sea, piense como piense, crea como crea. No aceptamos a persona o movimiento político que trate de cambiar y mucho menos borrar nuestra historia colectiva”.

General de la Fuerza Armada (r).

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