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Carta a los ofendidos II: Seguir

No todo está perdido. La oposición perdió, pero logró destruir la narrativa del 3%. Incluso en el conteo preliminar fallido, el 19% de los votos fue contra Nayib Bukele. Si algún día se logre conocer las cifras reales, los votos en contra de Bukele serán mucho más altas. Y en las elecciones de diputados, sobre los cuales no existe ningún conteo, si realmente encuentren todas las urnas para abrirlas y contar voto por voto bajo vigilancia, los votos contra el partido único serán aun más altas que en la votación presidencial. Más del 50% de los salvadoreños aptos a votar se quedaron en casa, negándole su voto al ganador anunciado y a Malas Ideas.

Por Paolo Luers
Periodista

Amigos:

Sean cuales al final sean las cifras oficiales en estas elecciones fallidas, el país entra en un nuevo período: un estado unipartidario. Bukele lo celebra: “La primera vez que en un país existe un partido único en un sistema plenamente democrático", dijo en la noche de las votaciones. Pero ojo: El tal partido único no pinta nada, no gobierna, no toma decisiones. Todo el poder está concentrado en una persona, el líder, el mesías.

Lo que realmente surge es un estado unipersonal.

Félix Ulloa, el bufón que por tonto dice la verdad, tenía razón cuando dijo: “No estamos desmantelando la democracia, la estamos eliminando, la estamos sustituyendo con algo nuevo.” Misión cumplida: El “algo nuevo” es la dictadura. Convirtieron El Salvador en un Estado fallido.  

Sin embargo, se equivocan quienes dicen “Ya no hay oposición” – tanto quienes lo dicen en tono de triunfo, como quienes lo lamentan. La oposición no se ha expresado suficientemente. Hubo miedo, hubo falta de liderazgo y hubo resignación, y de todos modos el régimen había logrado arreglar las elecciones mucho antes de que comenzaran las votaciones. No existieron condiciones para que el descontento, la protesta, la oposición se manifestara debidamente. Pero siguen existiendo las condiciones que generan descontento.

Los partidos posiblemente van a desaparecer o volverse irrelevantes. En el caso de los partidos tradicionales, que han ejercido el poder y no lograron hacer la democracia sostenible, nadie los va a extrañar. Al final, cuando se trataba de armar unidad y resistencia para defender la democracia, sólo estorbaron.

Pero en política no hay vacío que se mantenga.

Surgirá una nueva oposición, que logrará expresar de maneras nuevas el descontento. En la medida que la dictadura enfrente las consecuencias económicas de sus propias políticas y las crisis sociales que generarán, se darán las condiciones para que esta nueva oposición se organice, se defina y comience a crecer. Hacer esto posible será el deber de todo demócrata y patriota en los años que vienen. Sentirse derrotado es normal, pero no debe perdurar. La dictadura no es sostenible, y su duración dependerá de qué tan rápido la oposición se levante de la derrota, de la confusión y de la depresión.

No todo está perdido. La oposición perdió, pero logró destruir la narrativa del 3%. Incluso en el conteo preliminar fallido, el 19% de los votos fue contra Nayib Bukele. Si algún día se logre conocer las cifras reales, los votos en contra de Bukele serán mucho más altas. Y en las elecciones de diputados, sobre los cuales no existe ningún conteo, si realmente encuentren todas las urnas para abrirlas y contar voto por voto bajo vigilancia, los votos contra el partido único serán aun más altas que en la votación presidencial. Más del 50% de los salvadoreños aptos a votar se quedaron en casa, negándole su voto al ganador anunciado y a Malas Ideas.

Hasta ahora se trató de reconstruir la oposición democrática - y fue imposible. Ahora se tratará de construir una oposición democrática nueva, lo que será difícil, pero más factible que reconstruir una oposición en gran parte asociada con gobiernos desprestigiados. La nueva oposición tendría que ser menos ideológica; más arraigada en los sectores ofendidos por el gobierno; compuesta y liderada por mujeres y hombres que ya no fueron formados por la confrontación derecha-izquierda, sino conscientes de que la lucha es entre democracia y autoritarismo; entre racionalidad y populismo demagógico; entre ética y corrupción.

Tendrá que ser otra generación que la de los candidatos presidenciales, que en el 2024 valientemente hicieron lo posible para frenar la ola populista. Con Bukele alcanzó hegemonía política la generación de los que ahora tienen entre 35 y 50 años. Les tocará a los jóvenes que ahora tienen entre 25 y 35 años -y a sus hermanos menores- reconstruir la democracia en El Salvador.

Cierro esta carta con las palabras que mi amiga Bertha María Deleón publicó el día después de las elecciones en Twitter: “¿Y ahora qué haremos? Pues, seguir; seguir estudiando, seguir trabajando, seguir escribiendo, seguir observando, seguir luchando, seguir viviendo, seguir cuidándonos para ver otro tiempo”.

Saludos,

Paolo Lüers

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