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Por las orillas del Río Grande, donde cientos de salvadoreños cruzan tras un sueño

Hace tres años, a mitad de noviembre, Antonio, un joven salvadoreño, cruzó ese río en el tramo entre Reynosa (México) y McAllen, Texas. Antes vivió la pesadilla de ser secuestrado tres veces. Oficiales de la Patrulla Fronteriza vigilan minuto a minuto esa frontera natural para detener la inmigración irregular y ayudar a quienes se les agotan las fuerzas o la suerte.

Por Jorge Beltran Luna | Nov 21, 2023- 13:02

Para muchos migrantes, el sueño termina en una pesadilla. Luego de caminar miles de kilómetros prefieren buscar ayuda y entregarse a la Patrulla Fronteriza. Oficiales de esa institución recomiendan no arriesgarse a hacer un viaje que puede acabar en tragedia. Foto EDH/ Cortesía embajada de Estados Unidos

Son 450 kilómetros del río Grande que hacen de frontera entre Estados Unidos y México, los cuales son vigilados día y noche por oficiales de la Oficina de Aduanas y Protección de Fronteras (CBP, por sus siglas en inglés). Un tramo de 90 kilómetros es vigilado por más de 100 agentes de la estación de McAllen, apoyados con al menos 45 embarcaciones.

Ese tramo es uno de los más utilizados por los traficantes de personas, según comentó  David Deanda, uno de los encargados de la unidad pluvial que patrulla permanentemente ese sector conocido también como Valle del Río Grande, donde en estos días han estado realizando alrededor de 300 localizaciones de migrantes por día.

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Gloria Chávez, jefa de la CBP en la región del Valle del Río Grande, Texas, recomienda usar los canales legales para entrar a Estados Unidos. La funcionaria afirmó que en el año fiscal 2023, en su sector de responsabilidad hubo un incremento de grupos familiares que cruzaron la frontera. Foto EDH/ Cortesía Embajada de Estados Unidos

El 14 de noviembre anterior, El Diario de Hoy recorrió parte de esos 90 kilómetros, constatando la multiplicidad de sitios usados por los traficantes de personas, que cruzan a los migrantes en grupos de cinco, seis o hasta 15 o 20 personas, muchas de ellas salvadoreñas que quieren llegar a los Estados Unidos y para intentarlo han pagado entre 12,000 y  20,000 dólares, con la esperanza de recuperarlos trabajando fuerte si logran llegar a su destino.

Es por ese tramo que Antonio B. (nombre cambiado) cruzó hace tres años, pero antes tuvo que vivir la pesadilla de ser secuestrado, según lo narra, por delincuentes que dijeron ser del Cártel del Golfo; luego por otros a los que el salvadoreño supo que le llamaban la “Mafia de Reynosa” y, por último, por el cártel de Los Zetas. 

“Especialmente en los meses de calor estamos muy ocupados con los rescates; tenemos muchos rescates en nuestra región, primeramente por el río, porque la gente cruza nadando, se confían mucho y las aguas del río son muy peligrosas”.

Gloria Chávez, jefa de la Patrulla Fronteriza en el Valle del Río Grande, Texas

Estos últimos fueron quienes más dinero exigieron por permitirle cruzar el río Grande (conocido como río Bravo, en el lado mexicano); si su familia no pagaba, la posibilidad de ser asesinado era muy alta, cuenta el joven.

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En el borde de la frontera, la vida de Antonio dependía de que su familia entregara $5 mil a los Zetas, que su madre tuvo que depositar en diez distintas cuentas bancarias, según indicaciones que recibió.

Todos tienen que pagar

Nadie y nada cruza el río sin la autorización de los cárteles que controlan la frontera del lado mexicano, afirma Gloria Chávez, jefa de la CBP, quien dirige todas las operaciones de control de la Patrulla Fronteriza a lo largo de 264 millas fronterizas con México, que cubren el oeste de Texas y el sur de Nuevo México.

Y Antonio lo sabe. En su opinión, los cárteles que controlan cada sector del río controlan el paso de migrantes. Ningún migrante se mueve de las bodegas donde los mantienen hacinados sin el permiso de las organizaciones criminales. Es decir, mientras la familia no pague, no pueden salir. 

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Los cárteles que controlan el lado de la frontera con México marcan a los migrantes con una pulsera como señal de que ya han pagado el derecho de paso y están autorizados para cruzar el río. Con la pulsera les toman una fotografía a cada persona. Si una persona es encontrada sin tal marca, corre el riesgo de ser asesinada o, cuando menos, ser golpeada por las organizaciones criminales. Foto EDH/ Cortesía embajada de Estados Unidos

A lo largo del trayecto recorrido en compañía de agentes de la unidad pluvial de la Patrulla Fronteriza, se observan decenas de vestigios del tráfico de migrantes: balsas o flotadores ya inservibles, zapatos, ropa, envases de agua y, en uno de esos sitios de cruce, decenas de pulseras de varios colores con los que los cárteles marcan a los migrantes como señal de que han pagado el derecho de paso y, por tanto, están autorizados para cruzar el río, según describe Antonio.

“Cuando el cártel ya ha recibido el dinero, dan la autorización para que pueda cruzar el migrante, pero a cada uno nos colocaron una pulsera y luego nos tomaron fotos individuales”, explica Antonio a El Diario de Hoy. La fotografía es, supuestamente, para asegurarse de que la pulsera no sea transferida o tomada por alguien que no ha pagado el derecho de paso.

Tal vez alguno se les cuela, pero si lo encuentran lo matan o le dan terribles golpizas con bates de béisbol, refiere Antonio, lo cual coincide con afirmaciones de Chávez, jefa de la CBP en Valle del Río Grande.

Durante el recorrido, un agente de la Patrulla Fronteriza advirtió la presencia de algunas personas que  aparentemente realizaban trabajos a la orilla del río. “Esos son trabajadores del cártel (sin especificar el nombre de la organización criminal) y están aquí para vigilarnos”, afirmó, en referencia a que esas personas observan los movimientos de los oficiales y se los comunican a los traficantes de personas para que tomen decisiones sobre cruzar el río.

“Cuando el cártel recibe el dinero, da la autorización para que pueda cruzar el migrante, pero a cada uno nos colocaron una pulsera y nos tomaron fotos individuales. Sin esa pulsera a nadie cruzan y quien lo hace se expone a golpizas o la muerte”

Antonio B., migrante salvadoreño

Antonio apuntala lo dicho por el oficial: las organizaciones criminales pagan a mucha gente y proveen de radios de comunicación para que informen sobre movimientos de la CBP, como cuántas lanchas están patrullando, frecuencia de recorridos, dónde hay presencia de embarcaciones de la policía estatal, etc. Con base en esos datos deciden cuándo y por donde cruzar, cuántos migrantes llevarán y a quiénes.

Para entonces, los traficantes ya han marcado a los migrantes que pueden llevarse, colocándose la pulsera con el color respectivo y luego les toman la respectiva fotografía individual.

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Nadie que no porte esa pulsera puede moverse de la bodega donde los tienen concentrados. Nadie sin esa pulsera puede cruzar el río. Hacerlo implica exponerse a un severo castigo o hasta la muerte. Así es en el sector de Reynosa, dice Antonio.

A partir de lo que vivió y observó, el joven deduce que, al menos por el sector donde a él lo cruzaron, nadie pasa sin la venia y sin pagar al cártel. Su familia pagó por él 5,000 dólares. A los otros dos carteles tuvieron que pagarles $500 a cada uno, lo cual elevó el costo económico del viaje a 18 mil dólares, asegura.

Otros riesgos

Aparte de los peligros que los migrantes enfrentan en el lado mexicano, una vez que cruzan el río, los riesgos los continúan acechando, aunque de otra manera.

El principal factor de riesgo es el clima, cambiante en extremo, de la región. De un momento a otro el clima cambia. El frío y el calor suelen ser extremos y la deshidratación se cobra muchas vidas, aseguran agentes de la Patrulla Fronteriza. 

“Especialmente en los meses de calor estamos muy ocupados con los rescates; tenemos muchos rescates en nuestra región, primeramente por el río porque la gente cruza nadando, se confían mucho y las aguas del río son muy peligrosas. Pero los rescates son a diario. Los oficiales están haciendo patrullaje y rescatando gente”, afirma Chávez.

“En el año fiscal 2023, se registraron más de mil rescates, pero también las muertes son muy significativas. Para nosotros, una persona que fallece ya es mucho”, detalló la jefa de la Patrulla Fronteriza.

Además, el Valle del Río Grande encierra otros peligros, como ser mordidos por serpientes venenosas. Los agentes de la Patrulla Fronteriza afirman que en ese sector abundan las víboras cascabel.

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Mientras Antonio caminaba de noche, ya dentro de territorio texano, para bordear el puesto de control de Falfurrias, tuvo miedo de ser atacado por una manada de coyotes cuyos aullidos escuchaba a pocos metros. Afortunadamente, los caminantes eran  entre 15 y 20 y supone que por eso no se atrevieron.

Antonio asegura que una vez que se cruza el río, se trata de caminar y caminar hasta algún punto de alguna carretera donde los meten en camionetas. A él y sus acompañantes los bajaron cientos de metros antes de llegar al control fronterizo de Falfurrias.

Con un guía se internaron decenas de kilómetros para bordear el control fronterizo. Tardaron tres días en llegar al otro punto de carretera donde serían embarcados en camionetas.

Decenas de balsas, flotadores, ropa, zapatos y envases de bebidas se encuentran a la orilla del río Grande (río Bravo del lado mexicano). El 15 de noviembre, durante un recorrido por una vereda usada por migrantes, se encontró un pasaporte de una joven originaria de Chalatenango. Foto EDH/ Cortesía Embajada de Estados Unidos

Recuerda que caminaba solo de noche. La caminata la iniciaban a las 7:00 p.m. y paraban a las 4:30 o 5:00 de la mañana. Evitaban caminar durante el día para no ser detectados por la vigilancia aérea que la CBP mantiene con globos o drones.

La jefa de la CBP en el Valle del Río Grande advierte que el peligro para quienes migran ilegalmente, no solo está al cruzar el río, sino también cuando se adentran en las áreas remotas.

A lo largo de la frontera, los migrantes pasan por  áreas extraviadas donde difícilmente encontrarán personas que les puedan brindar auxilio, dijo Chávez, quien también recordó que uno de los peligros es morir asfixiados dentro de los camiones donde los transportan.

Pero contrario a lo que el migrante puede creer, de que los oficiales de la Patrulla Fronteriza sólo están patrullando el río para detener a migrantes, ellos también están allí para ayudar a los que están en peligro, afirma el oficial Andrés García, asignado en el sector de McAllen.

A lo largo del tramo del río que patrullan los oficiales asignados a McAllen, se puede observar  pequeños rótulos colocados en los lugares identificados como los más usados para entrar o adentrarse en territorio estadounidense.

Un río traicionero

Son muchos puntos de cruce, a veces en pequeñas balsas y flotadores, a veces a nado, que puede terminar en una fatalidad para el migrante que ve desde la orilla mexicana un río apacible, ignorando que por bajo hay fuertes corrientes contra las que no podrá luchar y con una profundidad, en algunos tramos, que rondan los 10 metros, afirman agentes de la unidad fluvial.

Cuando encuentran a un migrante o algún grupo, son evacuados en las lanchas, primeramente a las instalaciones de la Patrulla Fronteriza. Y es en ese momento cuando se inicia el proceso legal. 

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Estación de control migratorio en la ciudad de Falfurrias, condado de Brooks. Los traficantes de personas obligan a los migrantes a bordearla para no ser capturados. Ello implica caminar por zonas remotas entre tres a cinco días. Foto EDH/ Cortesía Embajada de Estados Unidos

Esas acciones no solo se practican en las riberas del río Grande, también lo están haciendo en cuanto lugar es identificado como pasos,  en las veredas donde suelen caminar los migrantes, a través de extensos ranchos en los que  pueden pasar varios días sin encontrar personas que los ayuden.

“El patrullaje fronterizo resguarda nuestra seguridad nacional pero a la misma vez lo hacemos con mucha humanidad, porque es gente con la que estamos tratando, son seres humanos que a veces no se preparan y no están al tanto de las consecuencias, que muchas veces es la muerte, por entrar por esas zonas desérticas y áreas peligrosas”, detalló Chávez.

La funcionaria fronteriza explicó que durante el año fiscal 2023 (de octubre de 2022 a septiembre de 2023), en el sector bajo su responsabilidad detuvieron a 341,000 personas de diferentes nacionalidades, pero mayormente venezolanos, hondureños y guatemaltecos.

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Gorra encontrada en un posible lugar de descanso de migrantes ilegales ya en territorio estadounidense. Foto EDH/ Jorge Beltrán

Pero, según Chávez, en esa zona del Río Grande también se detiene a salvadoreños. "Las cifras son cambiantes dependiendo de las organizaciones. El año pasado estábamos deteniendo adultos hombres y mujeres y no tanto grupos familiares. Pero cuando se levantó el título 42, se redujo la migración de adultos y comenzaron a subir los grupos familiares".

En los últimos meses, por el sector de McAllen están entrando muchos grupos familiares. El 15 de noviembre, solo en un punto, El Diario de Hoy constató la detención de 28 migrantes en un lapso de tres horas. Doce eran salvadoreños. Entre el grupo de 28, cinco mujeres dijeron viajar con su grupo familiar. Tres afirmaron ser salvadoreñas y dos de Honduras.

La funcionaria advirtió a quienes están considerando migrar sin documento, que no olviden que la región fronteriza del lado mexicano está controlada por cárteles y organizaciones criminales a quienes deberán pagar por pasar.

Chávez sugiere a la población migrante que piensa ir de forma ilegal a Estados Unidos, que  busque los canales legales para hacerlo, por ejemplo a través de la aplicación CBP One, donde pueden aplicar a las visas de trabajo que el gobierno estadounidense otorga cada año. “La migración legal es siempre bienvenida”, concluyó.

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