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Las escuelas olvidadas de Cacaopera

El Diario de Hoy visitó dos centros escolares al norte de Morazán, donde registró las necesidades de docentes y estudiantes. Aquí no hay "Mi Nueva Escuela"

Por Carlos López Vides | Ago 22, 2023- 22:24

Escuelas de Morazán tienen escasez de herramientas para que los niños tengan una mejor educación dentro de los Centros Educativos y piden al Gobierno que pueda darles una escuela digna a los niños. EDH/Manuel Cruz

Para comprobar de primera mano qué ocurre en el territorio, El Diario de Hoy puso el foco en Morazán, específicamente en dos de las escuelas más lejanas y de más difícil acceso en el país: el Centro Escolar El Salamo y el Centro Escolar San Miguelito, ambos en Cacaopera, en zona fronteriza con Honduras.

Ambos están rodeados de cerros, caminos de polvo y rocas; cercos, vacas, piedras de laja, verde y más verde, donde aún pasan coyotes y venados, según lugareños; no hay servicio de buses para llegar a ellos, tampoco es viable la bicicleta ni las motonetas tipo “tuc tuc”.

Juana del Carmen Ramírez fue estudiante en el C. E. El Salamo cuando era niña, y ahora, a sus 40 años, lleva a sus dos hijas a la misma escuela, la cual para ella “no ha mejorado mucho” desde que fue construida al terminar el conflicto armado en el país.

VER: Ni dos escuelas nuevas al día ni mil remodeladas en un año

“Las paredes no están muy bien, hace varios años que la construyeron y se ve deteriorada. La mayoría de paredes están rajadas, son losetas y no ladrillos, es una construcción plegable. La escuela está en riesgo”, dijo, preocupada por la seguridad de sus hijas.

Detalles al interior del C. E. El Salamo, donde en un mismo salón deben hacer magia para que sirva como aula, bodega, mini-laboratorio, teatro y más, bajo la creatividad y eficiencia del personal docente a cargo. / Foto EDH Carlos López Vides

Una de las maestras de la zona, que pidió anonimato para evitar represalias del gobierno, explicó que la escuela estuvo cerrada cinco meses en el fin del año escolar de 2022, precisamente porque autoridades de gobierno la visitaron y ordenaron que ya no se ocupara, pues tiene grietas en la base, las paredes no están sólidas y su uso representa un peligro. Prometieron repararla entonces, pero esto no pasó.

“Pusieron la línea amarilla (de señal de peligro) y no pasar. Anduvimos de casa en casa dando las clases, ahí pedimos lugar para terminar el año”, describe; pero esa situación era muy complicada para el cuerpo docente para continuar enseñando así, por lo que “una compañera fue a la departamental (de Educación en Morazán) y dijo que donde íbamos nosotros no había sanitarios para los niños, tenían que irse fuera. Ella pidió permiso y les dijo que nos íbamos a pasar de nuevo para la escuela”, a pesar del riesgo.

Otra representante de la comunidad educativa explica que “las paredes de la escuela están huecas, en cualquier momento pueden doblarse”.

Una de las hijas de Juana del Carmen, una pequeña que es dueña de un rostro ovalado y ojos entre turquesa y marrón, se acercó a escuchar la plática de su madre. Se apoyó en el cerco que está a un costado de la entrada de la escuela y provocó un vuelco en el corazón de su mamá, que la regañó de inmediato y le pidió que se alejara de ahí, ya que el cerco está por caerse. Otro peligro más para los niños, niñas y adolescentes en el lugar.

Cerco en las afueras del C. E. El Salamo, a punto de caer. Es un riesgo para pobladores y estudiantes. / Foto EDH Jessica Orellana

Una madre de familia que vive cerca del C. E. El Salamo cuenta, además, que “tenemos una vaca que es bien enojada, y que a veces intenta saltarse el cerco para atacar a los niños, que como son niños, a veces la molestan y la provocan. Es bien peligroso eso”.

Se suma otro problema en este centro escolar de Morazán: no hay servicio de agua potable. Para resolverlo, la comunidad ha conectado unas mangueras desde nacimientos de agua de cerros cercanos, y el líquido baja por gravedad. Sin embargo, no es para consumo humano, sino solamente para oficios, lavado de platos, etc., comenta una de las profesoras.

También tienen tanques grandes de plástico que ocupan para recibir agua lluvia, que han sido donados por oenegés que trabajan en la zona. ANDA brilla por su ausencia en este lugar.

En el C. E. El Salamo hay dos docentes en la mañana y dos por la tarde; trabajan con aulas integradas, es decir, atienden estudiantes de grados distintos al mismo tiempo. Hay matrícula desde primero hasta noveno grado.

Una estudiante transporta agua para los inodoros de letrina en el C. E. El Salamo, Cacaopera, Morazán, el cual no cuenta con servicio de agua potable. / Foto EDH Jessica Orellana

Para presentarse a las clases no hay transporte público eficiente en la zona, por lo que los y las estudiantes llegan a pie.

Se dice fácil pero no lo es: “Hay unos que caminan su media hora, 20 minutos, para llegar a la escuela. Aquí no hay unas calles buenas, todas son polvosas, caminitos, y el acceso está lejos”, explica una docente, en condición de anonimato.

“Le decimos al presidente que se acuerde de estas escuelitas, que están tan lejos. Son prioridades que debe tener él. Aquí hay pobreza, necesitamos una escuela mejor. Lo mejor sería una escuela nueva, porque aquí hay un estudiantado desde parvularia a noveno grado, y prácticamente son solo de esta comunidad, no vienen de otros lados, quiere decir que aquí hay bastantes familias”, agrega una de las personas encargadas de enseñar en esta escuela.

Más carencias en San Miguelito

Al otro lado del río Torola que está entre ambas escuelas, se encuentra el Centro Escolar San Miguelito, también ahogado por las mismas necesidades que su vecino de El Salamo.

Una de las docentes del lugar (quien, una vez más, pidió reserva de su identidad para no recibir represalias), explica que tiene más de 22 años en la escuela y persiste un problema básico: no tienen servicio de energía eléctrica.

“A nivel de la alcaldía, ya tienen conocimiento que hay estas carencias, pero hasta este año ya se dio inicio a las instalaciones, aunque todavía está en proceso”, detalla, al ver con esperanza que ya hay postes de tendido eléctrico cerca de la escuela, pero aún no se concreta el servicio.

Letrinas para estudiantes en el C. E. San Miguelito, Cacaopera, Morazán. / Foto EDH Carlos López Vides

Una organización de la sociedad civil les apoyó hace unos años con la colocación de un panel solar que genera energía eléctrica, pero solo funciona cuando el astro está en plenitud y para la oficina de dirección (tres por cuatro metros), no para el resto del centro escolar.

“Y el panel tiene su deficiencia, que solo cuando el sol está hay energía; y no levanta, cuando conectamos la refrigeradora tiende a tener problemas. Es para tener energía para lo básico”, describe la profesora.
En San Miguelito tampoco tienen servicio de agua potable, como en su vecino El Salamo.

“Tenemos tanques de almacenamiento (donados) y utilizamos el agua lluvia, ocupamos el agua del invierno para usarla en verano para regar plantitas, para lavar trapeadoras, para que los niños y niñas se laven las manos, pero no es un agua apta para tomar”, explica la docente. Y alerta que, en estos tiempos de pocas lluvias, cuando hay sequías los padres y madres de familia tienen que acarrear agua en cántaros casi a medio kilómetro de la escuela, para llenar las pilas y poder tener agua.

En la comunidad educativa de ambas escuelas de Morazán, han visto en redes sociales las promesas del Gobierno en cuanto a la mejora de centros escolares, donde se habla de canchas de fútbol, laboratorios, bibliotecas, auditoriums… nada de esta lista existe en San Miguelito ni en El Salamo.

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