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Joven estuvo preso por negarse a inculpar a sus vecinos

Policías le mostraron fotos de vecinos para que los delatara. Al negarse, pues no sabía si eran culpables, lo detuvieron y fue enviado preso al penal de Izalco

Por Francisco Rubio | May 11, 2024- 21:17

Antonio logró su libertad gracias al esfuerzo que pusieron sus familiares, en especial sus hermanas, quienes no dejaron de buscar opciones hasta tenerlo de vuelta. Foto EDH / Francisco Rubio

Antonio N. no es su nombre real, pero debido al acoso que ha sufrido desde el inicio del régimen de excepción por agentes de la PNC de la zona de Apopa y la carretera Troncal del Norte, se tomó la decisión de cambiar su nombre en este artículo, para evitar represalias.

La casa de Antonio N. está ubicada en un lugar reconocido por haber sido una zona de guerra entre las dos pandillas más fuertes del país; debido a esto, la presencia de los agentes de la Policía Nacional Civil era constante y, una vez aprobado el régimen de excepción el 27 de marzo de 2022, se incrementó aún más.

Esto trajo una mejora a la seguridad del lugar, pero también llevó consigo el arresto injustificado de decenas de habitantes de la zona.

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Antonio no fue detenido en ese momento, ya que aún tenía 17 años, pero eso no impidió que los policías lo comenzaran a hostigar y lo detuvieron en tres ocasiones. Siempre era liberado, pero no sin antes ser golpeado y asaltado por los policías. “Nos regresaron a Antonio, golpeado y sin celular”, expresó la hermana de Antonio N.

Luego de cumplir la mayoría de edad en noviembre del 2023, los agentes de la PNC llegaron a la casa de los padres de Antonio preguntando por otra persona que no vivía con ellos. Momentos después, Antonio fue detenido y llevado a la delegación de Cuscatancingo, donde un agente le mostró fotografías de todos sus vecinos, pidiéndole que señalara quiénes formaban parte de algún grupo delictivo.

Reo liberado del penal de izalco
Antonio aún se recupera de las secuelas físicas y psicológicas de haber pasado por el Penal de Izalco. Foto EDH/ Francisco Rubio

“Ellos querían que inculpara a personas que no han hecho nada”, comentó Antonio N. Él se negó, así que fue trasladado a la delegación de la Zacamil, donde estuvo tres días. Luego fue llevado al penal de Izalco.

Desde que Antonio fue trasladado, sus familiares comenzaron el proceso judicial para liberarle. Una de sus mayores preocupaciones fue una fractura en el brazo de Antonio, que requirió cirugía, por la cual le colocaron ocho pernos para unir los huesos y requieren mantenimiento médico.

Las hermanas de Antonio comentaron que la primera institución a la que fueron a pedir ayuda fue la Procuraduría para los Derechos Humanos (PDDHH), pero el abogado que fue asignado a su caso les pidió paciencia, ya que él no podía hacer ningún tipo de trámite hasta que el detenido tuviera de 6 a 8 meses privado de libertad. Debido a eso, decidieron mejor buscar a un abogado privado, aunque tuvieran que endeudarse para poder pagar por el servicio legal.

El día 18 de enero, el Tribunal Primero Contra el Crimen Organizado de San Salvador ordenó la liberación de Antonio por condiciones médicas y debido a que se presentó la documentación necesaria que sustentó su arraigo laboral, familiar y domiciliar. Aun así, Antonio no fue sacado de la cárcel.

Tratos inhumanos

Antonio fue testigo de un sinfín de tratos inhumanos dentro del penal de Izalco, la cárcel que es señalada por organizaciones que defienden derechos humanos como la de mayor mortandad de reos y de denuncias de torturas.

Desde su llegada, veía cómo los custodios golpeaban a quien quisieran por el más mínimo detalle. “Si te acercabas a menos de un metro de ellos, te golpeaban hasta dejarte tirado en el suelo”, recuerda Antonio.

La celda donde pasó meses tenía alrededor de 600 personas. Era una habitación oscura, sucia, con muchos reos enfermos.

Antonio logró encontrar un espacio para dormir lejos del suelo al colgar una sábana para usarla como hamaca, pero, aun así, su cuerpo rápidamente se llenó de hongos que se esparcieron por todo su cuerpo.

Reo liberado del penal de izalco
La familia de Antonio esperaba, con angustia, que el joven no estuviera sufriendo de dolor en prisión, por los ocho pernos que tiene en uno de sus brazos. Foto EDH/ Francisco Rubio

“Frijoles y dos tortillas delgadas” cuenta Antonio que eran el desayuno y la cena; para el almuerzo les daban macarrones y arroz. Solamente eso comían, a menos que tuvieran otro tipo de alimento, como galletas que venían en los paquetes alimenticios que los familiares llegan a dejar a los penales, pero los cuales son abiertos y los productos son divididos por la mitad por el personal de la prisión. “Ellos enfrente de nosotros se robaban las cosas de los paquetes y nadie podía decir nada porque si reclamabas te pegaban”, recordó.

Otra opción para conseguir algo de alimento, aparte de los tres tiempos de comida en el penal, es comprar algo en las tiendas penitenciarias, pero el precio de cada producto es tres veces mayor de lo que se vende en la calle.

Liberación

El 22 de abril, una de las hermanas de Antonio recibió una llamada a las 2 p.m. desde el penal, ys le informaron que sería liberado a las 4 p.m.

Buscaron ayuda de Socorro Jurídico Humanitario para lograr movilizarse hasta Izalco. No lograban llegar a tiempo; como a las 5 p.m., cuando faltaba como un kilómetro para llegar, de nuevo se comunican con ellos desde la cárcel para avisarles que Antonio iba con otra persona liberada en un taxi en dirección a su casa. Los custodios son los que consiguieron el taxi, porque les dijeron que no los podían dejar libres fuera del penal, porque como iban vestidos con el uniforme carcelario, shorts, camiseta y crocks blancos, afuera rápido los iban a meter presos de nuevo.

Reo liberado del penal de izalco
Antonio marcó en una imagen, a la que luego le tomaron foto con el celular, todas las cosas que jamás recibió en los paquetes de ayuda que su familia le envió al penal de Izalco. La familia denuncia que los custodios se apoderan de estos objetos de forma sistemática. Foto EDH/ Francisco Rubio

Lograron contactar al taxista y quedaron en reunirse en un lugar intermedio. Una vez se reunieron, el taxista les exigió el pago de $40 por persona, por Antonio y el otro liberado, y que si no pagaban, no iba a entregarlos, como si de un secuestro se tratara.

Después de una negociación, en la que recalcaron al taxista que lo que estaba haciendo era una extorsión y que iban a llamar a la policía, acordaron pagar $40 por ambos liberados.

Sus hermanas se sorprendieron cómo había cambiado el físico de Antonio, sus huesos estaban pegados a la piel, su cuerpo estaba lleno de ronchas y diviesos de gran tamaño.

Actualmente, Antonio sigue en el proceso de recuperar su aspecto anterior al encarcelamiento, pero aún tiene ronchas que le causan picazón, las cuales ha logrado controlar poco a poco con inyecciones de antibióticos.

Para la familia de Antonio, actuar rápido y unidos para conseguir la liberación fue la clave para que lograra salir en pocos meses, a diferencia de muchos reos que llevan detenidos arbitrariamente por dos años, por lo que instan a los demás familiares a acercarse a las distintas instituciones, en especial al IDHUCA y al Socorro Jurídico Humanitario, donde recibieron asesoría y ayuda en su caso.

Antonio aún tiene problemas para integrarse a la sociedad, teme salir de casa, pero sus hermanas y familiares se encuentran ayudándolo en su proceso para remediar el daño psicológico causado por la experiencia traumática que vivió.

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