Dana, la asesina serial que mataba ancianas para satisfacer su adicción compulsiva por comprar

Confesó que los crímenes los cometió para robar las tarjetas de sus víctimas porque comprar en exceso la relajaba. Le diagnosticaron una personalidad psicópata narcisista.

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La psiquiatra que la entrevistó luego de su arresto habló de una personalidad psicópata narcisista. Foto Captura de pantalla

Por Agencias

2020-11-05 4:50:11

Dana Sue Gray se convirtió en una asesina serial y no precisamente por tener odios diabólicos ni deseos sexuales perversos. Su motivo era comprar, algo tan vano y liviano como sacar la tarjeta de crédito de la billetera, pagar y salir con las bolsas colgando del hombre.

Comprar compulsivamente llevó a esta enfermera, que debía velar por la vida de los otros, a convertirse en una feroz asesina de mujeres mayores, luego adquiría perfumes, botas, zapatillas, zapatos de marca. Su carrera como asesina empezó a los 37 años y cuando fue capturada confesó sus crímenes sin sentir ningún tipo de remordimiento o pena, en cambio aseguró que sentía la imperiosa necesidad de obtener placer comprando.

La niñez de Dana fue complicada. Su padre, Russell Armbrust, era peluquero. Él se había casado tres veces, luego se enamoró de Beverly Arnett, quien esta una exreina de belleza y estrella de la compañía MGM. Vivían en el sur de California, tenían estabilidad económica, pero les hacían falta los hijos. Después de varios abortos espontáneos nació Dana, la pareja pensó que la felicidad había llegado por fin a sus vidas.

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Sin embargo, Beverly era una madre bastante vanidosa y agresiva, mientras que Russell era un esposo sumiso. La pareja se divorció cuando Russell encontró a su esposa golpeando a una anciana, la niña de dos años se quedó con la madre y muy pocas veces vio a su padre.

Cuando Dana creció empezó a adoptar una mala conducta, llegó a robar dinero de la billetera de su madre para comprarse golosinas o lo que quisiera. Entre ambas la relación fue degradándose más, uno de los factores que incluyó fue el promiscuo comportamiento sexual de Beverly, pues esto perturbaba a Dana.

En su adolescencia no fue una buena estudiante, varias veces fue suspendida por falsificar permisos para salir de clase, tampoco le gustaba estudiar y no se llevaba bien con sus compañeros. Muchas veces fue suspendida por falsificar permisos para salirse de clases.

Cuando tenía 14 años su madre fue diagnosticada con cáncer, murió dos años después en 1973. Ella volvió a vivir con su padre, pero la convivencia no funcionó y se complicó aún más cuando su madrastra encontró drogas en su habitación.

Después de la muerte de su madre decidió ser enfermera, pese a su conducta y las drogas logró destacarse en atletismo. Parecía una típica joven de California: rubia, atractiva, de ojos azules, deportista, que amaba tirarse en la playa y estar bronceada.

Fue condenada a cadena perpetua el 16 de octubre de 1998. Desde entonces, está recluida sin posibilidad de libertad condicional. Foto Archivo Policía de California

Dana buscaba adrenalina para su vida como fuera y en todo momento. Empezó a practicar paracaidismo. El vértigo la seducía. No pasó demasiado tiempo hasta que se fue a vivir con Rob, su instructor del aire. Quedó embarazada dos veces, pero Rob la convenció de abortar para poder seguir adelante con sus vidas deportivas. Dana, entonces, puso el foco en la enfermería y en los deportes extremos.

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Cuando se graduó como enfermera, en 1981, ya había cambiado de pareja. Tenía una relación intermitente con un joven que hacía windsurf, Chris Dodson.

Cada deporte que empezaba a practicar lo hacía con gran habilidad natural: paracaidismo, windsurf o golf. Con Chris viajaron a Hawaii para poner en práctica sus conocimientos en ese mar ajetreado. Pero un tiempo después, la relación con Chris también terminó. Dana comenzó a salir Tom Gray. Se casaron en 1987 en una súper ceremonia llevada a cabo dentro de una bodega de lujo, en la zona de Temecula, en California.

Gray conocía a Dana desde el secundario y la admiraba por su destreza para los deportes. Dana ya trabajaba, por esa época, en el área de partos del centro médico regional de Inland Valley y vivían en una comunidad cerrada en Canyon Lake, un sitio elegido por muchos jubilados para retirarse. Allí la pareja inició varias empresas comerciales que fueron registradas con el nombre Graymatter.

Tom Gray no se imaginaba que Dana tenía problemas para administrar sus finanzas y eso los llevaría por mal camino. Empezaron a gastar más dinero del que les entraba y los lujos llegaron: tres autos, un avión ultraliviano, varios botes y lanchas, una casa, un equipo sofisticado para imprimir sobre seda. Comprar era para Dana la línea que separaba la felicidad de la depresión. La economía doméstica se volvió un caos. Los Gray se hundieron en un océano de deudas y eso terminó por deteriorar la relación.

Finalmente en 1993 Dana dejó la casa que compartía con su esposo y se mudó con su amigo y amante Jim Wilkins y el pequeño hijo de él de cinco años. En ese mismo año se divorció de Gray y se declararon en bancarrota para evitar perder la casa que habían compartido durante sus años de casados. De todas formas, debían más plata que lo que esa casa cotizaba.

Después de varios embarazos frustrados, Dana se deprimió. Comenzó a tomar psicotrópicos que robaba en el hospital donde trabajaba como enfermera. El 24 de noviembre de 1993 fue despedida luego que se descubriera que ella era la responsable de los faltantes de potentes analgésicos y de otros opiáceos.

Sus víctimas

Norma Davis, de 86 años fue la primera víctima de Dana. Ella era ex suegra de la madrastra de Dana y se ocupa de cuidarla porque su hijo había fallecido años atrás. Además, la mujer estaba recuperándose de un triple bypass y tenía serios problemas de salud. Debido a ese lazo familiar indirecto, Dana conocía perfectamente a Norma.

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Norma fue encontrada muerta el 16 de febrero de 1994, dos días después del brutal crimen. Fue su vecina y amiga Alice Williams quien la encontró. Como Norma no respondía a los golpes en su puerta y tenían la partida semanal de bridge, un juego de cartas del que ambas participaban, Alice entró a la casa. Lo primero que le llamó la atención fue que la puerta estuviera sin llave. Como no la vio en la planta baja, subió la escalera hacia el primer piso donde vio lo que jamás olvidará. Norma yacía desparramada sobre el suelo. Un mango de madera, de un clásico cuchillo de cocina, sobresalía de la base de su cuello, la punta del cuchillo llegaba hasta el otro lado atravesándolo por completo. Otro cuchillo de pescado estaba clavado en medio de su pecho. Llamó histérica al 911.

Los detectives no encontraron ninguna prueba para sospechar de Dana, sólo tenían la leve percepción que el asesino era alguien conocido. Las pistas eran: una uña rota en la mano de Norma, una huella sobre el piso de madera de una zapatilla Nike número 37 apuntando hacia la cocina, un cheque del seguro social de Norma por 148 dólares; el cable telefónico arrancado y en el piso superior una mancha de sangre en un sillón.

La segunda víctima fue June Robert. El asesinato fue cometido 14 días después, el 28 de febrero. Dana sintió otra vez el incontrolable impulso de comprar, pero no tenía dinero. La adrenalina se apoderó de ella y al igual que a la primera mujer, también acuchilló a June.

Ella vivía en una residencial privada de Canyon Lake, era amiga del padre y madrastra de Dana. El día del asesinato la mujer cumplía 66 años, a los hijos ya no les fue posible festejar ni saludar el cumpleaños.

La excusa fue pedir un libro prestado a June, uno que hablara de cómo controlar los excesos con el alcohol. Ese día manejó hasta la casa de su víctima, llevaba en el auto a Jason, el hijo de su pareja. Le pidió al niño que esperara en el auto unos minutos.

Bajó y tocó la puerta de June Roberts. La dueña de casa, con total confianza, la hizo pasar. Mientras fue a buscar el libro, Dana, con la precisión de una entrenada homicida, se dirigió directo al teléfono de línea. Lo desenchufó y, luego, desconectó también el clásico cable espiralado que une el auricular con el cuerpo del teléfono. Cuando June volvió con el libro entre sus manos, Dana se lanzó sobre ella y la estranguló sin piedad con ese cable telefónico. Para asegurarse de terminar con ella también la golpeó en la cabeza con una jarra.

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Apenas la víctima dejó de respirar, su asesina corrió a buscar sus tarjetas de crédito. Dejó de lado los anillos de diamantes y las chequeras. Sólo buscaba las tarjetas. Encontró dos y, sin remordimientos, las puso en su cartera y se dirigió a un exclusivo shopping de la ciudad de Temecula. Gastó hasta alcanzar el límite.

Entre las compras efectuadas ese día hubo varios trajes de baño, unas botas de cowboy, unas antiparras para esquiar, un perfume Opium, varios pares de zapatos de moda, zapatillas de hombre y de mujer.

Sin dejar pasar mucho tiempo, su tercera víctima fue atacada el 10 de marzo de ese mismo año, identificada como Dorina Hawkings. Sin embargo, ella sobrevivió e identificó a su agresora días después.

El día del ataque Dorina, de 58 años, estaba sola en la tienda de antigüedades donde trabajaba a poco kilómetros de Canyon Lake. Dana entró al negocio, le dijo que estaba buscando un marco especial para colocar un foto de su madre fallecida.

Dorina se dispuso a buscar el cuadro y cuando le dio la espalda, Dana extrajo la cuerda que llevaba en su bolsillo e intentó ahorcarla. Dorina declaró que no sólo recuerda una sensación de quemazón y picazón en el cuello mientras su agresora apretaba la soga.

Cuando cayó al suelo Dana se paró sobre sus hombros y cabeza. Dorinda rogó por su vida: “¡Déjame vivir!”, pero con una voz calmada Dana contestó: “Relax, sólo relájate, sólo relájate”.

La víctima, cuando declaró a la policía, relató: “Me habló como lo haría una enfermera o una cuidadora”. Era una observación muy acertada.

Cuando la empleada de la tienda se desvaneció y Dana la creyó muerta, rápidamente robó 5 dólares del bolso de la víctima y 20 de la caja registradora. Se fue corriendo con su magro botín y se dedicó a terminar el día comprando, enloquecidamente, con la tarjeta de June Roberts. Pero Dorinda respiraba. Y pudo dar a la policía la exacta descripción de su atacante.

Pero Dana no paró, su cuarta víctima murió el 16 de marzo, dos semanas después de June. Dora Beebe y tenía 87 años. Ese día, Dora regresó a su condominio, en Sun City, después de una cita con su médico. Entró a su casa mientras Dana la estaba observando, como un león a su presa.

Era una mujer mayor, ofrecería poca resistencia. Dana estaba decidida. Tocó el timbre y le pidió ayuda para encontrar unas direcciones. Para Dora, una mujer amable y joven, en pleno día, no era algo de temer. La invitó a pasar para enseñarle en un mapa los lugares que estaba buscando.

Dana la mató inmediatamente. La estranguló y la golpeó con ferocidad con una plancha. Fue el novio de Dora, Louis Dormand, quien encontró su cadáver un poco más tarde.

Una hora después de cometido el crimen, la sangrienta compradora compulsiva, estaba en un centro comercial, utilizando la tarjeta de Dora. Además, retiró de la cuenta de la víctima 1700 dólares.

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Cuando arrancó la investigación por el crimen de Norma Davis los detectives sospecharon de Jeri, la madrastra de Dana y quien se hacía cargo de ella. Además, la huella de aquella zapatilla Nike número 37 coincidía con su calzado.

Esa sospecha de los investigadores sobre Jeri empezó a diluirse con el pasar de los días y con la descripción física de la víctima sobreviviente.

También tenían más descripciones de la criminal serial: la que dieron los cajeros de los comercios donde Dana usó sin freno la tarjeta de June Roberts. Eran tantas las compras realizadas con esa tarjeta que, desde la compañía de crédito, llamaron a la familia Roberts: querían chequear los inusuales gastos.

Los detectives fueron, uno por uno, a los locales y entrevistaron a sus empleados. Así descubrieron que la descripción física coincidía con la dada por Dorinda y se enteraron de muchas cosas más: la asesina acababa de teñirse el pelo, se movía con un pequeño al que llamaba Jason, estaba muy bien vestida y conducía un Cadillac marrón.

Así fue como llegaron hasta Dana, el detective a cargo fue Joseph Greco, quien pensó que los asesinatos de Norma Davis y June Roberts podían estar vinculado y ejecutados por una misma mujer.

Pidieron una orden de allanamiento para entrar a la casa de Dana. La casa era allanada mientras ella asesinaba a Dora Beebe.

Después de haber eliminado a Dora, Dana se fue a un shopping. Una vez que terminó su circuito compulsivo de compras se dirigió a su casa. Llegó y comenzó a preparar la cena para Jim y Jason. Fue, en ese momento, que el detective Greco hizo su aparición y la detuvo por el asesinato de June Roberts. Mientras, otros agentes, llevaron a Jim y a su hijo a declarar. Era el 16 de marzo de 1994 y todavía no habían descubierto el último cadáver: Dora Beebe. Lo sabrían en horas.

El caso de Beebe fue designado al detective de homicidios Chris Antoniadas. Tanto Greco como Antoniadas interrogaron a Dana. Fue poco lo que lograron. Fría y cero empática, la acusada no confesaba. Antoniadas le gritó en la cara que había encontrado, en sus cajones de medias, las tarjetas de crédito de Dora Beebe. Pero Dana no era impresionable.

Primero negó haber usado las tarjetas de sus víctimas. Cuando le comunicaron que tenían pruebas que la mostraban yendo al banco con las tarjetas de Dora y luego comprando con descaro en diferentes locales con la de June, dijo haberlas encontrado por ahí. Sostuvo, con mirada glacial, que tenía una necesidad imperiosa por comprar y que por ese motivo las había usado.

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La acorralaron informándole que un vecino la había visto en la casa de June Roberts, el día del crimen. Recién entonces, admitió todo. Más tarde, cambió de estrategia y alegó que las había matado en un estado de locura. Pero Dana quería evitar la pena de muerte a toda costa así que, finalmente, se declaró culpable de esos dos asesinatos y del ataque a Dorinda. El acuerdo por la confesión contemplaba no ser acusada por el caso de Norma Davis. Lo que dijo sorprendió a todos: “Necesito comprar cosas de forma compulsiva, desesperadamente. Las compras me relajan”.

La psiquiatra que la entrevistó luego de su arresto habló de una personalidad psicópata narcisista. Fue condenada a cadena perpetua el 16 de octubre de 1998. Desde entonces, está recluida sin posibilidad de libertad condicional.

La obsesión de vivir por encima de sus posibilidades fue lo que terminó por convertir a Dana Sue Gray en una temible y cruel asesina en serie. Hoy con 62 años, cumple su cadena perpetua en la cárcel de mujeres en Chowchilla, California. Lejos de cualquier shopping o tienda que puedan encender, otra vez, sus mortíferos deseos.

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