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Apuntes desde la otra orilla. "El Imaginario Rosa"

Philip Guston tira al blanco y acierta en el absurdo y la parodia. Usa referentes del cómic y dibuja pintando, reduce su paleta a tonos rosas, rojos, blancos y negros...

Por Columna mensual de opinión de la artista y ex Directora de la Sala Nacional de Exposiciones, Mayra Barraza, residente en Londres | Feb 18, 2024- 14:44

Philip Guston en el Tate Modern, Londres, 2023. Foto: © TATE, LARINA FERNÁNDES

“El hombre imaginario, vive en una mansión imaginaria, rodeada de árboles imaginarios, a la orilla de un río imaginario”, dice la primera estrofa del famoso poema de Nicanor Parra, antipoeta chileno que supo señalar la cultura del terror de una dictadura militar.

De ese imaginario ególatra, del que se nutre la naturaleza del mal, habla el pintor Philip Guston.

Nacido en Montreal en 1913, su familia se estableció unos años más tarde en Los Angeles, California. Ahí creció su interés por el arte como un medio para superar sus tragedias personales, el suicidio de su padre y la sentida muerte de un hermano en un accidente de carro. Guston también encontró en el arte un medio político para posicionarse en el mundo, como parte del Bloque de Pintores liderado por el muralista Siqueiros. En 1935, tras los pasos de su amigo Jackson Pollock, llega a Nueva York seguido de quien luego fuera su esposa de toda la vida, la poeta Musa McKim. Recién llegado, cambia su apellido Goldstein por Guston, dado el creciente antisemitismo de la época.

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Philip Guston se consideraba testigo de “la brutalidad del mundo”. Sus padres habían huído de la persecución judía en Odessa, parte de lo que ahora es Ucrania. El imaginario racista supremacista de los años 20 y 30 en manos de grupos de dementes encapuchados, así como el horror generalizado de la Segunda Guerra Mundial y la tragedia del holocausto, dejaron huella en el artista y detonaron su razón de ser.

Justo el pasado 27 de enero, Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto, tuve la oportunidad de visitar su muestra retrospectiva en las salas del monumental museo de arte contemporáneo Tate Modern, a orillas del río Támesis.

Pintura de Philip Guston
"Pintura, fumar, comer”, 1973. Foto: MUSEO STEDELIJK, ÁMSTERDAM © THE ESTATE OF PHILIP GUSTON

La muestra “Philip Guston” reúne más de 100 pinturas y dibujos del prolífico artista y es la primera retrospectiva en 20 años en el Reino Unido. El recorrido de la exposición curada por Michael Wellen y Michael Raymond nos lleva por sus épocas más destacadas: sus inicios vacilando entre el renacimiento y el muralismo, la época abstracta explorando aspectos formales en grandes formatos y, finalmente, su encuentro radical consigo mismo y el retorno a la figuración a partir de los años sesenta. Aunque retorno no es la mejor palabra para describir el proceso en que el artista se despoja de todo lo que sabe para lanzarse al vacío a definir su propio lenguaje, desde ese pequeño espacio en el mundo que es su estudio.

¿Cómo hablar de la banalidad del mal y la cotidianidad del ser? El texto de sala menciona que durante gran parte de su vida el artista “sufrió pesadillas recurrentes de un mundo injusto y violento.” Guston tira al blanco y acierta en el absurdo y la parodia. Usa referentes del cómic y dibuja pintando, reduce su paleta a tonos rosas, rojos, blancos y negros y crea un vocabulario nuevo de pictogramas que incluyen la ciudad, un foco, su caballete, un libro, figuras encapuchadas, un zapato, una mano o puño, una cabeza entre otros. Acentúa su trazo y pincelada, vigor y error a la vista, huellas físicas de su humanidad.

Pintora Mayra Barraza
Artista salvadoreña residente en Londres Mayra Barraza. Foto: cortesía de la artista

Lo que queda de ese encuentro del artista con su mundo es una obra verdaderamente monumental. Vemos al artista solo en su estudio batallando con sus dilemas como creador, cuál cíclope. Vemos su admiración por el conocimiento y la palabra escrita en libros abiertos que se convierten en ciudades monolíticas. Presenciamos alusiones a los grandes paradigmas de la historia en batallas y paisajes desoladores, así como el profundo amor por Musa su compañera de vida, retratada siempre en dimensiones cósmicas.

Pero es en la representación del mal, sin rostro, encapuchado, imaginado e imaginándose, reconfigurando y anquilosado dentro de las esquinas oscuras de ese órgano rosa llamado cerebro, donde Guston tiene más peso. Parece señalar que en todos existe esa capacidad, que ésta se multiplica en grupos y ejerce su poder fatal en masa. Pero también demuestra con ejemplo propio, que su voz interior es la que juzga y la que finalmente traza la línea. La historia se encargará de juzgar el resto.

Philip Guston falleció en 1980 habiendo formado parte de un rico ecosistema de artistas, músicos y poetas del siglo XX con los cuales compartió sus ideas y su postura antiracista. Sus vidas no pueden sino ser fiel ejemplo de lo que la escritora británica Iris Murdoch llamó “La soberanía del bien”.

Pintura de Philip Guston
“The Line”, 1978. Foto: © THE ESTATE OF PHILIP GUSTON, CORTESÍA DE HAUSER & WIRTH

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