Wendy Caishpal, la mujer que convirtió el dolor en fuerza y luz
Sobreviviente, mamá y activista, Wendy Caishpal inspira con una visión luminosa para afrontar la discapacidad con amor propio, valentía y alegría contagiosa.
Wendy Caishpal sonríe con la energía de quien ha aprendido a construir alegría incluso en los escenarios más difíciles. “Me considero una mujer escandalosamente feliz”, afirma, una frase que ilumina no solo su presencia, sino su forma de habitar el mundo.
A sus casi 22 años sobre una silla de ruedas, Wendy no es una figura que aparece por temporadas: es una guía constante, un ejemplo vivo de resiliencia y ternura. Este 3 de diciembre, en el marco del Día Internacional de las Personas con Discapacidad, participará en el simposio Women Talk organizado por Naciones Unidas en Perú, donde compartirá la historia que la ha convertido en referente en la región.
Su rostro impecablemente maquillado, sus colores vivos y su forma elegante de arreglarse hablan tanto de ella como sus palabras. Wendy es de esas mujeres que irradian luz. Alegre, positiva, siempre atenta a las necesidades de los demás, parece tener un don natural para “contagiar” una visión luminosa ante los retos de la vida. Su mensaje parte de su historia, pero también de su decisión consciente de vivir con dignidad, sentido y belleza.
En 2020 fue reconocida por BBC 100 Women, lista que destaca a las mujeres más inspiradoras e influyentes del mundo. Hoy, es abogada, consultora independiente en materia de inclusión, activista, mamá de Víctor Manuel y Gael Alessandro, y Embajadora del Proyecto Humanium Metal en El Salvador, una iniciativa global que impulsa proyectos de paz y acompaña a sobrevivientes de violencia armada. El Salvador fue el proyecto piloto mundial, y Wendy ha sido parte clave de ese proceso desde su propia experiencia.

El día que cambió su historia para siempre
Tenía solo 14 años cuando sufrió un asalto a mano armada en el que recibió cinco impactos de bala. “Soy víctima de la violencia armada en mi país”, dice con serenidad y firmeza. Ese episodio la llevó a un viaje profundo que incluyó negación, duelo, miedo, preguntas y silencios. Una vida entera tuvo que ser reconstruida desde cero.
“Lo más duro fue aceptarme en situación de discapacidad”, confiesa. Durante años no aceptaba sus piernas delgadas, ni depender de una sonda urinaria, ni usar pañales. Pero la aceptación llegó como un proceso lento y lleno de descubrimientos. “Con el tiempo fui aprendiendo a amar a la Wendy Caishpal por lo que es, porque yo soy más que un par de piernas”.
Ese proceso no fue sencillo en un país donde la discapacidad ha sido históricamente invisibilizada. Pero Wendy encontró fuerza en algo vital: la salud mental. “Estos duelos no se deben vivir en soledad; el camino se hace más largo y oscuro”, afirma. Con apoyo profesional entendió que era fuerte, valiente, valiosa y capaz de crear soluciones incluso frente a los retos más grandes.

Servir como forma de reconstrucción
La alegría que hoy la caracteriza fue, en gran medida, construida desde el servicio. “Yo me construyo día con día ayudando a otros. Creo que Dios me dejó vivir por un propósito”. Esa convicción la llevó a fundar Ahuachapán sin Barreras, una organización que durante más de diez años enseñó a toda una comunidad el verdadero significado de la inclusión.
Su camino luego la llevó a la Red de Sobrevivientes y Personas con Discapacidad (FRS), donde pasó de ser participante a convertirse en directora ejecutiva. “No sé si mi rol lo hice bien o mal, pero al día de hoy les digo: hice lo que pude, con lo que tuve, y lo hice con mucho amor y determinación”, afirma.
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Su liderazgo floreció gracias a apoyos clave, como el del exalcalde Abilio Flores, quien le daba espacio real para decidir y proponer. “Cuando tenía un proyecto jamás me decía no. Me decía: intentemos. Pregunten a Wendy, que Wendy decida”. Ese respaldo le permitió demostrar, con hechos, que la inclusión sí es posible cuando existe voluntad y compromiso.

Familias que acompañan y familias que también sufren
Wendy habla del entorno familiar con sensibilidad. Reconoce la importancia de los cuidados, pero también la dureza emocional que enfrentan quienes acompañan. “Las mamás también cargan la cruz de la discapacidad”, suele decir. Detrás de cada persona con discapacidad hay padres, madres o cuidadores que viven duelos silenciosos, preocupaciones que nadie nombra y dolores que no siempre encuentran consuelo.
Por eso insiste en que la sobreprotección, aunque nazca del amor, puede ser una barrera dolorosa. “En nombre del amor, las familias vulneran derechos”, afirma. Resguardar para que no duela también limita la educación, la recreación o la autonomía. Su mensaje es firme y amoroso a la vez: acompañar sin encerrar, amar sin anular, confiar sin restringir.

Consejos para enfrentar la discapacidad con dignidad y calma
Wendy ha convertido su experiencia en una guía de vida para muchas personas. Uno de sus consejos más repetidos es “un día a la vez”. Para ella, avanzar no significa correr, sino saber hacia dónde caminar. Recomienda metas cortas, luego medianas y luego más grandes. Y empezar por lo pequeño: ordenar la cama, organizar el cuarto, hacerse cargo del propio espacio. “Si no lo intentas jamás vas a saber de lo que eres capaz”.
También recuerda que el miedo nunca desaparece por completo. “El miedo siempre va a estar ahí; debemos verlo como un acompañante. Pero jamás permitir que sea el miedo quien nos maneje”.
Sobre la comunidad, Wendy insiste en su poder. “El apoyo entre iguales en ocasiones salva vidas”, dice. Las conversaciones con otras mujeres usuarias de silla de ruedas la ayudaron a entender cuidados, salud, maternidad y sexualidad, temas que siguen siendo tabú en El Salvador y gran parte de Latinoamérica.

Hablar del cuerpo, del deseo y del derecho a decidir
Uno de los mitos que Wendy combate con mayor fuerza es el de las “eternas niñas”, que infantiliza a las mujeres con discapacidad. “Seguimos siendo mujeres. Necesitamos chequeos médicos, información y estar empoderadas”. Hablar de derechos sexuales y reproductivos no es una opción: es un derecho.
Su activismo —desde el territorio savadoreño hasta espacios internacionales— hoy la convierte en una voz imprescindible que combina experiencia, conocimiento y una sensibilidad extraordinaria.

La maternidad como motor y brújula
Entre todos los roles que desempeña, Wendy tiene claro cuál es el que sostiene su vida entera: ser mamá. “Todo lo que fui, soy y seré gira alrededor de mis dos hijos”, dice con emoción. Víctor Manuel y Gael Alessandro son su fuerza diaria, sus razones y su orgullo.
Les enseña con el ejemplo: manejando, bailando, cantando, nadando y, como ella misma bromea, “haciendo cosas extremas por mis hijos”. Para Wendy, demostrarles que la discapacidad no es un límite sino una forma distinta de vivir, es una forma de amor profundo.
Una luz que sigue creciendo
Desde Ahuachapán hasta Naciones Unidas, Wendy ha demostrado que la resiliencia también se expresa en alegría, en ternura, en fuerza, en elegancia y en decisión. Su mensaje final es tan simple como poderoso: “Tenemos derechos. Hay que leer, investigar y buscar apoyo. No nos quedemos callados.”
Wendy Caishpal es un recordatorio vivo de que el dolor puede transformarse en servicio, la vulnerabilidad en fuerza y la vida —cuando se abraza con amor— en una luz capaz de iluminar a otros.
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