Adicción a las compras: cuando gastar se convierte en escape emocional
Comprar da placer, pero cuando se vuelve una necesidad incontrolable puede esconder un trastorno emocional que afecta la vida personal y financiera.
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Agencia EFE
Publicado el 19 de octubre de 2025
La compra compulsiva, también llamada oniomanía, es un trastorno que impulsa a comprar de forma descontrolada objetos innecesarios, buscando una sensación inmediata de placer que luego se transforma en culpa y ansiedad. Según la Sociedad Española de Patología Dual, afecta a cerca del 5 % de la población y suele relacionarse con depresión, ansiedad o problemas de control de impulsos. La doctora Marisol Roncero, citada por EFE, advierte que el comercio electrónico ha incrementado los casos. Detectar el descontrol, pedir ayuda profesional y aprender a comprar con consciencia son claves para recuperar el equilibrio emocional y financiero.
Comprar algo nuevo siempre da una sensación de bienestar. Pero cuando ese impulso se vuelve una necesidad constante e incontrolable, puede tratarse de un trastorno conocido como compra compulsiva u oniomanía, que ya afecta a millones de personas en todo el mundo. Según la Sociedad Española de Patología Dual, alrededor del 5 % de la población vive este problema, que empieza como una fuente de placer y termina provocando culpa, ansiedad y conflictos personales.
La compra compulsiva se manifiesta como un deseo irresistible de adquirir objetos, muchas veces innecesarios, ya sea en tiendas físicas o en línea. Esta acción libera dopamina, la sustancia del cerebro que genera placer y recompensa, ofreciendo una sensación inmediata de alivio o felicidad. Pero el bienestar dura poco. Después llega el arrepentimiento, los problemas financieros y las tensiones en las relaciones familiares o de pareja.
Historias como la de Elisa, de 73 años, son cada vez más comunes. Ella recorre los mercadillos varias veces por semana buscando ofertas irresistibles. “Realmente no necesito nada, pero me encanta comprar cosas baratas”, confiesa. Para otros, como Isabel, de 41 años, las compras son una forma de relajarse: “Puedo tener la misma falda en varios colores, me hace feliz”. En el caso de Sofía, de 51, el problema ocurre en el entorno digital: “Compro desde casa y me siento bien por un rato, pero luego me arrepiento”.
El comercio electrónico amplifica el impulso
La doctora Marisol Roncero Rodríguez, psiquiatra del Hospital General Universitario Gregorio Marañón, advierte que el comercio electrónico ha potenciado este fenómeno. “La accesibilidad, el anonimato y la inmediatez hacen que la compra sea aún más adictiva”, señala en declaraciones recogidas por la agencia EFE. En los mercadillos o tiendas de bajo costo también se observa este patrón, porque los precios bajos reducen la percepción de gasto excesivo.
Los artículos más habituales son ropa y accesorios, especialmente entre mujeres de 45 a 55 años, aunque cada vez más jóvenes presentan comportamientos similares. Lo que empieza como una simple afición por las compras puede transformarse en una adicción difícil de controlar.
A diferencia de un gusto pasajero, la oniomanía se asocia con el control de los impulsos y, según la evidencia científica más reciente, se considera una adicción comportamental. En muchos casos se presenta junto a otros trastornos, como depresión, ansiedad o trastornos alimentarios. De hecho, entre un 50 % y un 90 % de las personas con compra compulsiva también padecen algún tipo de depresión.
Un círculo entre el placer y la culpa
“Comprar puede funcionar como un escape momentáneo ante la tristeza o la apatía”, explica la doctora Roncero. “El problema es que ese placer es efímero, y después aparece la culpa y la vergüenza”. En otros casos, sucede lo contrario: la adicción a las compras desencadena síntomas depresivos. Romper ese círculo suele requerir acompañamiento profesional y apoyo emocional.
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Las consecuencias no se limitan al plano emocional. Las deudas y la pérdida del control financiero son efectos frecuentes. Muchas personas no saben cuánto gastan ni logran frenar sus compras, incluso cuando su situación económica se complica. “Ocultan los gastos o piden préstamos hasta que el problema ya no se puede esconder”, añade la especialista.
Cuando la familia o la pareja descubren la magnitud del endeudamiento, surgen discusiones, pérdida de confianza e incluso rupturas. En la mayoría de los casos, los pacientes acuden a consulta solo cuando el conflicto se vuelve evidente para sus seres queridos.

Cómo reconocer las señales de alarma
Detectar el problema no siempre es fácil. Las rebajas o promociones pueden servir de excusa, pero cuando el deseo de comprar se vuelve constante y descontrolado, es importante prestar atención. Frases como “comprar me hace sentir mejor” o “no puedo dejar de hacerlo” no siempre indican un trastorno, pero pueden ser señales de alerta si se repiten junto con sentimientos de culpa o ansiedad.
Vivimos en una sociedad que promueve el consumo inmediato y la gratificación constante. Las redes sociales, las compras con un clic y la publicidad personalizada refuerzan la idea de que consumir es sinónimo de bienestar. En ese entorno, la frontera entre disfrutar una compra y perder el control se vuelve cada vez más difusa.
La publicación de EFE subraya que lo esencial es detectar la sensación de descontrol y buscar ayuda a tiempo. “Hoy en día hay personas que compran mucho y no tienen un problema, pero cuando la compra se convierte en una vía para calmar malestares emocionales, se necesita intervención profesional”, advierte Roncero.
Pedir ayuda y aprender a comprar con consciencia
Buscar apoyo profesional es un paso fundamental. Psicólogos y psiquiatras pueden ofrecer terapias de control de impulsos o programas cognitivo-conductuales que ayudan a comprender las emociones detrás del consumo. También se recomienda hablar abiertamente del problema con familiares o amigos cercanos, sin miedo ni culpa, para evitar el aislamiento.
La educación financiera es otra herramienta útil. Aprender a planificar los gastos, establecer presupuestos y analizar los propios patrones de consumo puede marcar una gran diferencia. Es un proceso que no busca eliminar el placer de comprar, sino transformarlo en una experiencia más consciente y equilibrada.
Superar la compra compulsiva no significa renunciar a la alegría de estrenar algo nuevo. Significa recuperar el control, disfrutar sin excesos y entender que el bienestar no depende de lo que se compra, sino de cómo se vive. El primer paso siempre es reconocer el problema y decidir pedir ayuda.
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