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La hiperconexión digital y la presión por la aprobación social generan estrés, ansiedad y baja autoestima entre los jóvenes en todo el mundo.

Estrés y baja autoestima, el costo emocional de la hiperconexión

Psiquiatras advierten que las redes sociales agravan la ansiedad y la baja autoestima en los jóvenes, mientras los datos globales confirman un deterioro preocupante.

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Por Agencia EFE
Publicado el 12 de octubre de 2025

 

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El Monitor Global de Salud Mental 2024 de Ipsos confirma que la salud mental sigue siendo la principal preocupación mundial, sobre todo entre mujeres y jóvenes. El psiquiatra Hilario Blasco Fontecilla, citado por EFE, advierte que la hiperconexión digital agrava el estrés, la ansiedad y la baja autoestima. Las redes sociales crean una “ilusión de acompañamiento” que esconde soledad y comparaciones constantes. Los expertos alertan sobre la brecha entre la madurez biológica y emocional, agravada por la sobreprotección parental. Reclaman educar en autonomía, equilibrio y gestión emocional para enfrentar el costo psicológico de la hiperconexión.

El estrés y la baja autoestima se han convertido en señales de alerta de una generación hiperconectada. Según el Monitor Global de Salud Mental 2024 de Ipsos, la salud mental se mantiene por cuarto año consecutivo como el principal problema de salud pública en el mundo, especialmente entre las mujeres y los jóvenes.

El informe, citado por la agencia EFE, revela un deterioro constante en el bienestar emocional de las nuevas generaciones. “En todos los países occidentales, la salud mental juvenil ha empeorado en la última década”, advirtió el psiquiatra Hilario Blasco Fontecilla, experto en salud mental infanto-juvenil. Las causas, según el especialista, se concentran en tres ejes: “el exceso de exposición digital, que altera los ciclos del sueño, la atención y la socialización; la falta de referentes estables en la familia, la escuela y la comunidad; y la presión de un futuro incierto, que alimenta el miedo, la frustración y la desmotivación”.

La paradoja de la conexión: jóvenes hiperconectados, pero más solos

Blasco Fontecilla explicó que el entorno digital ha transformado la forma en que los adolescentes se relacionan, aprenden y construyen su identidad. “El mundo digital en el que vive la adolescencia ha cambiado radicalmente la forma en que se relacionan, se informan y construyen su realidad”, señaló durante una jornada organizada por la Fundación Juan José López-Ibor y el Centro de Estudios Gregorio Marañón.

El especialista describió cómo las miles de conexiones en redes sociales “no son relaciones reales, sino un simulacro de pertenencia”. Según dijo a EFE, la hiperconectividad crea “una ilusión de acompañamiento” que esconde una soledad profunda. Los adolescentes viven expuestos a “comparaciones constantes, a la búsqueda de validación y al miedo a la exclusión”, lo que alimenta la ansiedad, la baja autoestima y el aislamiento emocional.

Esta paradoja de sentirse acompañados, pero emocionalmente vacíos, se refleja también en las cifras globales. De acuerdo con Ipsos, seis de cada diez personas han sentido estrés que impactó su vida diaria, y entre las mujeres la cifra sube a 66 %. Los jóvenes, especialmente las mujeres de la Generación Z, reportan mayores niveles de depresión y agotamiento mental.

Una madurez que llega tarde

El psiquiatra explicó que la adolescencia es “un periodo biológicamente necesario para el aprendizaje del riesgo y la autonomía”, pero el entorno actual multiplica los estímulos y reduce los límites. A esto se suma la brecha entre la maduración biológica y la psicológica. “Los jóvenes maduran biológicamente antes, pero psicológicamente mucho más tarde”, afirmó.

Las causas de esta desconexión, según Blasco, están en la sobreprotección parental y en la ausencia de ritos de paso hacia la adultez. “La sobreprotección es el gran error de nuestra especie. El adolescente necesita equivocarse para aprender. Los padres que impiden todo riesgo crean hijos frágiles. La autonomía se construye cayéndose y levantándose”, expresó.

El experto recordó que el cerebro humano no completa su maduración hasta los 24 años, sobre todo el lóbulo prefrontal, responsable del juicio y el control de los impulsos. Sin embargo, a los jóvenes se les exige comportarse como adultos cuando su cerebro “aún no puede hacerlo”. Esa inmadurez explica su impulsividad, la búsqueda de sensaciones y la dificultad para prever consecuencias.

Un panorama preocupante

Durante la misma jornada, la psiquiatra María Inés López-Ibor, presidenta de la fundación que lleva el nombre de su padre, recordó que “la mitad de los trastornos mentales aparecen antes de los 25 años, y la mayoría se inician en torno a los 14”. Estas cifras revelan la vulnerabilidad de una generación expuesta a una mezcla de presión social, competitividad y dependencia digital.

El estudio de Ipsos refuerza esta tendencia: cuatro de cada diez mujeres jóvenes reconocen haber sentido tristeza o desesperanza por varias semanas seguidas, y más de la mitad se ausentaron del trabajo o los estudios por estrés. En los últimos años, la ansiedad y la depresión se han consolidado como los problemas más comunes entre adolescentes y adultos jóvenes, superando incluso a los trastornos del sueño.

La preocupación global por la salud mental ya no se limita a la percepción individual. Según el informe, un 41 % de los encuestados cree que su sistema de salud prioriza la atención física por encima de la mental, y apenas un 13 % considera que la atención psicológica recibe el mismo nivel de importancia. Esta brecha entre conciencia y acción institucional sigue siendo uno de los mayores retos para los sistemas de salud modernos.

El uso consciente de la tecnología y las redes sociales puede fortalecer la autoestima y el bienestar emocional cuando se equilibra con vínculos reales y tiempo personal.
El uso consciente de la tecnología y las redes sociales puede fortalecer la autoestima y el bienestar emocional cuando se equilibra con vínculos reales y tiempo personal. / Shutterstock

Un desafío para la sociedad contemporánea

El deterioro de la salud mental juvenil no puede entenderse sin considerar la cultura de la inmediatez que domina la vida digital. Las redes sociales premian la comparación, la validación instantánea y la imagen, mientras la tolerancia a la frustración se reduce. “El adolescente actual enfrenta el doble desafío de vivir hiperexpuesto y con escasa capacidad para gestionar el fracaso”, explicó Blasco Fontecilla.

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Frente a este panorama, los especialistas proponen educar emocionalmente desde edades tempranas, enseñar el valor del error y fomentar la empatía como herramienta de equilibrio. También abogan por políticas públicas que integren la salud mental en los sistemas educativos y sanitarios, reduciendo el estigma y garantizando recursos accesibles.

Los expertos coinciden en que es necesario redefinir la relación de los jóvenes con la tecnología. El objetivo no es demonizar las redes sociales, sino enseñar a usarlas de forma consciente y equilibrada. Promover espacios reales de convivencia, reforzar los vínculos familiares y comunitarios, y recuperar la conversación cara a cara son estrategias que pueden marcar la diferencia.

Como concluyó Blasco Fontecilla en declaraciones a EFE, “la autonomía emocional se construye con libertad y límites, no con control ni aislamiento”. En un mundo hiperconectado que muchas veces confunde la visibilidad con la compañía, el gran reto será ayudar a los jóvenes a reconectarse consigo mismos y con los demás.

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