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Mujeres de la llamada “generación sándwich” equilibran su vida laboral con el cuidado de padres mayores y el apoyo a hijos que aún dependen de ellas.

Mujeres de 50 años: la generación sándwich y su doble carga de cuidados

Entre padres mayores e hijos que aún dependen de ellas, miles de mujeres en sus 50 sostienen dos generaciones y enfrentan el reto invisible de cuidar a todos.

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Por elsalvador.com
Publicado el 06 de noviembre de 2025

 

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A los 50 años, muchas mujeres forman parte de la llamada “generación sándwich”: cuidan a sus padres mayores mientras aún apoyan a sus hijos, combinando responsabilidades familiares y laborales. En España, el 87 % de los cuidadores no profesionales son mujeres y más de la mitad supera esa edad. Expertas como la antropóloga Dolors Comas d’Argemir advierten que esta generación enfrenta una sobrecarga emocional, física y económica, sin garantías de recibir el mismo apoyo en el futuro. Organizaciones como Cruz Roja y Oxfam Intermón subrayan la urgencia de políticas que reconozcan y equilibren el valor del cuidado.

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Cada vez más mujeres de mediana edad se encuentran en una situación que los expertos llaman la “generación sándwich”: personas que deben cuidar al mismo tiempo de sus padres mayores y de sus hijos. En este grupo, las mujeres de alrededor de 50 años son las más afectadas, pues suelen asumir esa doble carga mientras mantienen su vida laboral activa.

En España, el Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia (SAAD) —un organismo público dependiente del Ministerio de Derechos Sociales, que recopila y gestiona los datos oficiales sobre personas dependientes y sus cuidadores— revela que el 87 % de los cuidadores no profesionales son mujeres, y que el 62 % supera los 50 años. Estas cuidadoras son familiares que atienden a personas dependientes en sus hogares y, aunque no cobran un salario, pueden cotizar a la Seguridad Social para que esos años sean reconocidos como tiempo trabajado.

“Cuidan, pero no serán cuidadas”

La antropóloga social Dolors Comas d’Argemir, profesora emérita de la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona (España), lo explica con claridad en declaraciones a la agencia de noticias EFE: “La generación sándwich asume responsabilidades respecto a la atención de los progenitores, que pueden llegar a edades muy avanzadas, y también de unos hijos que cuesta que se independicen por las dificultades del mercado laboral y los precios de la vivienda”.

Comas d’Argemir advierte que estas mujeres, que en pocos años serán mayores, “no contarán con el colchón familiar del que gozan hoy muchas personas mayores”. Las familias actuales, señala, son más pequeñas y fragmentadas, lo que significa que habrá menos apoyo dentro del hogar para los futuros cuidadores. “Es una generación que lo tiene complicado desde el punto de vista de los cuidados; por eso es esencial garantizar el derecho al cuidado”, remarca.

La antropóloga también observa un cambio en los hábitos familiares: “Hace años una mujer mayor siempre iba al médico con su hija; ahora muchas de ellas van con sus maridos porque sus hijas están muy ocupadas con el trabajo o con otras responsabilidades”. Esto refleja una transformación en los roles, pero también una sobrecarga para las mujeres de mediana edad, que suelen multiplicarse entre la oficina, los hijos y los padres.

A los 50 años, muchas mujeres asumen una doble jornada: cuidar a sus mayores y sostener a sus hijos, un esfuerzo invisible que mantiene unidas a las familias.
A los 50 años, muchas mujeres asumen una doble jornada: cuidar a sus mayores y sostener a sus hijos, un esfuerzo invisible que mantiene unidas a las familias. / Shutterstock

Cuidar y trabajar al mismo tiempo

Un estudio del Observatorio Cinfa de los Cuidados, una entidad española vinculada al laboratorio farmacéutico Cinfa y especializada en el análisis de la salud y el bienestar de los cuidadores, muestra que el 51,1 % de quienes atienden a un familiar mayor también tienen hijos a su cargo. En su mayoría son mujeres que rondan los 50 años, y el 86,1 % compaginan el cuidado con un empleo remunerado.

Esto implica no solo una carga física y emocional, sino también económica. Los expertos en salud mental advierten que esta situación puede derivar en estrés, ansiedad, fatiga e incluso problemas crónicos como hipertensión o insomnio. En palabras de la técnica Aurora González Eirín, del programa de personas mayores y cuidadoras de Cruz Roja España, “el cuidado se sigue conjugando en femenino y singular, con predominio de hijas y esposas”.

González Eirín añade que, aunque hay más hombres que antes participando en los cuidados, su incorporación sigue siendo lenta. “Aún falta que el cuidado sea visto como una responsabilidad compartida y no como un deber femenino”, explica.

La cara invisible de la economía del cuidado

El trabajo de cuidados no solo tiene un impacto personal: también afecta al mercado laboral y al sistema económico. Un informe de Oxfam Intermón, la organización no gubernamental con sede en España y parte de la red internacional Oxfam, estima que más de 565 000 personas trabajan en el sector doméstico y de cuidados en ese país. De ellas, el 87 % son mujeres y un 69 % tienen nacionalidad extranjera o doble nacionalidad. Una de cada tres lo hace en condiciones informales, sin protección laboral ni seguridad social.

Esta precariedad evidencia que los sistemas de cuidado descansan mayoritariamente sobre las mujeres, tanto dentro como fuera del hogar. “Las necesidades de profesionales para los cuidados de larga duración constituyen una verdadera emergencia”, advierte Comas d’Argemir, quien señala que muchas de esas trabajadoras migrantes cubren un vacío que las estructuras públicas aún no han resuelto.

Un fenómeno global

Aunque los datos de España muestran una radiografía clara, la situación se repite en muchos países. En Estados Unidos, el Pew Research Center, centro de investigación independiente con sede en Washington D.C., indica que casi la mitad de las personas entre 40 y 59 años cuida simultáneamente de sus hijos y de al menos un progenitor mayor.

En la misma línea, la organización Mental Health America alerta que este tipo de cuidado doble tiene consecuencias serias en la salud emocional, especialmente para las mujeres que compaginan trabajo, hogar y responsabilidades familiares. Y un reciente estudio de Athene, compañía estadounidense especializada en servicios financieros y de retiro, señala que el 53 % de las mujeres de la generación sándwich afirma que sus planes de jubilación se ven afectados por la carga de cuidado.

Estas fuentes, reconocidas por su rigor metodológico y su independencia, refuerzan que el fenómeno no se limita a una cultura o país, sino que refleja un cambio estructural global en las dinámicas familiares y laborales.

La importancia de cuidar a quien cuida

El impacto del cuidado continuo también tiene una dimensión emocional profunda. Los geriatras advierten que las horas dedicadas al cuidado aumentan con el tiempo, lo que reduce la independencia y el bienestar personal. En muchos casos, las cuidadoras “paralizan su proyecto vital” durante años para atender a otros, según los especialistas citados por EFE.

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Ante ello, programas como “SerCuidadorA” de Cruz Roja España ofrecen orientación y acompañamiento psicológico. Enseñan a las cuidadoras a reservar tiempo para sí mismas, establecer límites y aceptar que “querer agradar siempre es un desgaste enorme”. Estos espacios buscan precisamente que las mujeres no se pierdan en su rol de cuidadoras, sino que también se reconozcan como personas con derecho a descanso y bienestar.

El futuro del cuidado

El envejecimiento poblacional, el aumento de la esperanza de vida y la menor tasa de natalidad anticipan un escenario donde cada vez habrá más personas mayores que necesiten apoyo, pero menos familiares disponibles para ofrecérselo. Las mujeres de la generación sándwich están en el centro de esa transición: sostienen el presente y, a la vez, enfrentan un futuro incierto en cuanto a quién cuidará de ellas.

El desafío, señalan los expertos, es construir sistemas más equitativos, con corresponsabilidad entre hombres y mujeres, entre familias, empresas y gobiernos. Porque cuidar no debería ser una carga silenciosa, sino una tarea compartida y reconocida.

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