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La exposición temprana y prolongada a pantallas puede afectar la toma de decisiones y aumentar la ansiedad en la adolescencia.

El impacto oculto de las pantallas en la infancia y cómo prevenirlo

Un estudio revela cómo el uso excesivo de pantallas en los primeros años afecta el cerebro adolescente, pero también ofrece una herramienta poderosa para revertirlo.

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Por EFE
Publicado el 30 de diciembre de 2025

 

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Un estudio del Instituto A*STAR IHDP de la Universidad Nacional de Singapur, citado por EFE, revela que la exposición a pantallas antes de los dos años puede alterar el desarrollo cerebral infantil, afectando la toma de decisiones y aumentando la ansiedad en la adolescencia. Los investigadores observaron que este uso temprano acelera la maduración de redes visuales y cognitivas, reduciendo la flexibilidad mental. Sin embargo, la lectura compartida entre padres e hijos puede contrarrestar estos efectos, al ofrecer estimulación emocional y cognitiva. Leer en familia desde edades tempranas se presenta como una herramienta poderosa para un desarrollo saludable.

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La exposición prolongada a pantallas durante los primeros dos años de vida puede dejar huellas profundas en el desarrollo cerebral de los niños, afectando su toma de decisiones y bienestar emocional en la adolescencia, según un una publicación de la agencia EFE. La investigación, realizada por el Instituto para el Desarrollo Humano y el Potencial (A*STAR IHDP) de la Universidad Nacional de Singapur y publicada en eBioMedicine, ofrece también una esperanza: la lectura compartida con los padres puede mitigar esos efectos.

El cerebro infantil, un terreno fértil y vulnerable

Durante la infancia, el cerebro atraviesa una etapa de desarrollo acelerado, siendo especialmente sensible a los estímulos del entorno. En este contexto, el estudio hace un seguimiento a lo largo de más de una década a 168 niños, con escáneres cerebrales realizados entre los 4 y los 7,5 años.

Los resultados fueron contundentes. “La maduración acelerada se produce cuando ciertas redes cerebrales se desarrollan demasiado rápido, a menudo en respuesta a la adversidad u otros estímulos”, explicó el investigador Huang Pei, uno de los autores del estudio. En los niños con mayor exposición a pantallas antes de los dos años, las redes cerebrales responsables del procesamiento visual y el control cognitivo se especializaron prematuramente, sin haber consolidado las conexiones necesarias para el pensamiento complejo.

Consecuencias que aparecen años después

A los 8,5 años, estos niños presentaban un desempeño más lento en tareas cognitivas que implicaban tomar decisiones, lo que los investigadores relacionaron con una menor flexibilidad mental. Esta tendencia se agravaba al llegar a la adolescencia: quienes tomaban decisiones más lentamente a los ocho años mostraban mayores síntomas de ansiedad a los trece.

“Durante el desarrollo normal, las redes cerebrales se especializan gradualmente con el tiempo”, detalla el estudio. Pero en los casos de alta exposición temprana a pantallas, “las redes que controlan la visión y la cognición se especializaron más rápidamente”, lo que limita la capacidad de adaptación en etapas posteriores de la vida.

No todas las pantallas impactan igual

Un detalle clave es que los efectos negativos más marcados solo se observaron en los niños que pasaron mucho tiempo frente a pantallas antes de los dos años. Aquellos que comenzaron a usar pantallas a los tres o cuatro años no mostraron los mismos cambios. Esto sugiere que existe una ventana crítica en el desarrollo temprano donde el tipo de estímulo recibido tiene un impacto desproporcionado.

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Esto hace que el papel de madres, padres y cuidadores sea crucial. Como explica el informe, “la cantidad y el tipo de exposición dependen en gran medida de la concienciación y las prácticas de padres y cuidadores”, de ahí la necesidad de orientar e intervenir desde etapas tempranas.

Una solución tan sencilla como poderosa: leer con tus hijos

Pero no todo son malas noticias. La misma investigación descubrió que la lectura compartida puede actuar como un contrapeso efectivo frente a los efectos de las pantallas. Un estudio relacionado, publicado también en 2024 por el equipo de Singapur, encontró que leerles con frecuencia a los niños desde los tres años debilitó de forma significativa la relación entre el tiempo frente a pantallas y las alteraciones cerebrales.

“La lectura compartida puede proporcionar el tipo de experiencia enriquecedora e interactiva de la que carece el consumo pasivo de pantallas”, explicaron los autores. Esta práctica estimula el lenguaje, genera conexión emocional y fomenta una interacción recíproca que fortalece áreas clave del desarrollo infantil.

Leer con tus hijos desde temprana edad fortalece su desarrollo emocional y protege su salud mental a futuro.
Leer con tus hijos desde temprana edad fortalece su desarrollo emocional y protege su salud mental a futuro. /Shutterstock

¿Cómo aplicar esta recomendación en la vida diaria?

Si querés incorporar más momentos de lectura en casa, podés empezar con estos consejos prácticos:

  • Establecé un horario fijo para leer juntos cada día, aunque sea por 10 minutos.
  • Permití que tu hijo elija los libros que le interesen, para fomentar su entusiasmo.
  • Usá voces, gestos y preguntas durante la lectura para hacerlo más interactivo.
  • Hacelo parte de una rutina, como leer antes de dormir.
  • No te preocupés si tu hijo quiere repetir siempre el mismo libro: eso fortalece su memoria y seguridad.

Un cambio pequeño que puede durar toda la vida

Este tipo de hallazgos científicos no buscan generar alarma, sino brindar herramientas. Como lo demuestra el estudio, pequeños cambios en las rutinas familiares, como dedicar más tiempo a leer con tus hijos, pueden tener un impacto duradero y positivo en su desarrollo emocional y cognitivo.

En una época en la que las pantallas están por todas partes, esta investigación es un recordatorio valioso de que el vínculo humano, la palabra leída en voz alta y la atención compartida siguen siendo insustituibles.

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