Adolescencia y ansiedad: cómo acompañar desde el amor
La ansiedad en adolescentes es más común de lo que imaginamos, pero también se puede gestionar con herramientas, acompañamiento y conciencia emocional.
Por
Betty Carranza
Publicado el 29 de septiembre de 2025
La ansiedad en adolescentes es una respuesta natural que puede volverse preocupante si persiste y afecta su bienestar. El psicólogo Javier Rojas, entrevistado en el Segundo Congreso Internacional de Salud Mental en San Salvador, destaca que factores como la crianza exigente, el uso excesivo de pantallas y la falta de sueño influyen en su aparición. Para prevenirla, es clave el acompañamiento emocional, establecer límites sanos y fomentar rutinas equilibradas. Padres, madres y educadores deben actuar con empatía y conciencia, promoviendo entornos seguros. La buena noticia: con apoyo adecuado, la ansiedad se puede manejar y la adolescencia vivirse de forma saludable.
La adolescencia es una etapa de cambios intensos: físicos, emocionales, sociales y cognitivos. No es raro que durante este proceso surja la ansiedad como una respuesta natural ante lo desconocido o exigente. Sin embargo, cuando esa ansiedad deja de ser adaptativa y se vuelve persistente, estamos ante una condición que requiere atención.
La entrevista se realizó en San Salvador, durante el Segundo Congreso Internacional de Salud Mental , organizado por la Fundación La Niñez Primero.
El psicólogo clínico Javier Rojas, especialista en terapia cognitivo conductual para niños y adolescentes, explica que "la ansiedad es una respuesta instintiva que nos ha ayudado a sobrevivir. Pero cuando persiste y empieza a afectar el sueño, la alimentación y las relaciones personales, ya no hablamos de algo normal, sino de un trastorno".
Cómo identificar la ansiedad en adolescentes
Los signos no siempre son evidentes. A veces se manifiestan en el cuerpo: dolores de estómago, de cabeza, fatiga constante o insomnio. En otras ocasiones, la ansiedad se refleja en cambios de comportamiento: aislamiento, irritabilidad, bajo rendimiento académico, o una necesidad constante de validación externa.

"Muchos adolescentes dejan de asistir a clases por miedo al juicio de sus compañeros, o se paralizan ante una tarea escolar. El miedo se vuelve el motor de sus decisiones", señala Rojas. Esa hiperactividad emocional está vinculada al sistema de defensa del cerebro, que percibe amenazas incluso en contextos seguros.
Factores que influyen: más allá de la voluntad
La ansiedad en adolescentes no tiene una causa única. Es multifactorial. La genética puede jugar un rol importante, al igual que las experiencias tempranas de crianza. "En consultas me he encontrado con niñas de ocho años que creen que son tontas porque no cumplen las expectativas de sus padres. Se comparan con adultos de 40 o 50 años que esperan que rindan como ellos. Eso genera una ansiedad inmensa", explica el especialista.
Además, el entorno económico y social también influye. La inseguridad alimentaria, el acceso limitado a servicios básicos y una crianza basada en la exigencia o el castigo pueden detonar respuestas ansiógenas en los jóvenes. Y hoy, las redes sociales son otro factor clave.
Redes sociales y pantallas: aliados o detonantes
"La ansiedad se alimenta de comparaciones. En Instagram o Facebook, los adolescentes ven una versión idealizada de la vida de otros. Eso los hace sentir menos, incompletos", comenta Rojas. Y si a eso sumamos la falta de regulación en el uso de dispositivos, los efectos se multiplican: insomnio, irritabilidad, caída en el rendimiento académico y conductas compulsivas.
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Por eso es importante establecer límites saludables en casa. No se trata de prohibir, sino de acompañar. "Un adolescente que duerme con el celular al lado, probablemente no está durmiendo las horas necesarias. Y el sueño es vital para la memoria, el estado de ánimo y el aprendizaje".
Estrategias que ayudan, cuerpo y mente en equilibrio
Aunque no hay fórmulas mágicas, existen herramientas que pueden marcar la diferencia. El deporte, cuando está orientado de manera consciente, es un factor protector. "El juego orientado, el ejercicio físico no competitivo, ayuda a liberar tensiones, a generar bienestar emocional y a socializar de forma saludable".
Igualmente importante es cuidar la alimentación y el sueño. Establecer rutinas claras, fomentar pausas tecnológicas y promover el contacto con la naturaleza o espacios seguros de conversación también puede contribuir a reducir la ansiedad.
El rol vital de la familia y la escuela
La ansiedad no es un problema individual. Es un síntoma que muchas veces refleja desbalances en el entorno. Por eso, el acompañamiento de padres, madres, docentes y cuidadores es fundamental.
"Somos los adultos quienes debemos regular y crear ambientes seguros para que los adolescentes puedan florecer. No podemos exigirle a un cerebro de 12 años lo mismo que a uno de 25. Hay que ajustar nuestras expectativas y practicar un liderazgo compasivo, con límites claros pero sin violencia", sostiene Rojas.
Errores comunes como minimizar el malestar, ridiculizar las emociones o delegar completamente la educación emocional a la escuela, solo profundizan el problema. En cambio, fomentar espacios de escucha activa, establecer rutinas saludables y modelar una buena gestión emocional puede transformar el ambiente familiar y escolar.
Un mensaje esperanzador: la resiliencia es posible
"No todos los adolescentes pasan por una etapa caótica. Muchos disfrutan su adolescencia, se sienten apoyados y seguros. Por eso, es importante no generalizar ni etiquetar esta etapa como "difícil por naturaleza"", afirma Rojas.
Cuando un joven presenta ansiedad, lo más importante es no dejarlo solo. Reconocer que necesita ayuda, validar sus emociones y buscar apoyo profesional puede marcar un antes y un después. La buena noticia es que la ansiedad se puede tratar y gestionar.
La adolescencia también puede ser una etapa luminosa, creativa y poderosa. Y en ese trayecto, los adultos podemos ser guías, no desde el miedo o el castigo, sino desde la confianza y el acompañamiento genuino.
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