Cien días de enseñanza por año, de los doscientos y tantos que deben ser, a lo que se suma el abandono de gran parte de la asistencia hospitalaria al extremo de que las campañas de vacunación para futuras mamás y sus niños pequeños han disminuido visiblemente, augura un sombrío futuro para el país, con jóvenes “ni-ni” de salud precaria (que ni estudian ni trabajan) que salen a la vida sin las herramientas que les permitan acceder a trabajos remunerativos, que corren el riesgo de pasar hambre como de hecho es el caso de la mitad de la población en nuestro suelo.
No hay dinero para corregir esas deficiencias, ni siquiera para los gastos básicos de las escuelas, pero sobra para campañas propagandísticas internas, para sostener cabilderos en Estados Unidos, para viajes de vacaciones al exterior de la familia inmediata y los allegados, para pagar a las soldadescas que capturan indiscriminadamente. No hay dinero, ni menos voluntad, para revisar cada caso de personas cuyas familias han presentado constancias de trabajo y de buena conducta.
El ministro de Defensa dijo en televisión que en la ola de capturas del régimen de excepción (casi 50,000 hasta hoy) puede haber un margen de error del 1%, pero “que no están actuando contra inocentes”. Eso sí, se preparan reformas para que los detenidos no vuelvan a las calles…
La UCA y Cristosal han documentado 55 muertes en las cárceles durante el “régimen de excepción”. Los cuerpos de las víctimas son entregados a las familias con inequívocas señales de tortura y, en un gran número de casos, con diagóstico de “edema pulmonar”.
El preso político Ernesto Muyshondt declaró que cada día mueren de dos a tres personas en la ergástula donde se encuentra, a lo que debe sumarse lo que con seguridad sucede en otros de los infernales lugares como Izalco o Mariona.
Un significativo número de los arbitrariamente detenidos, incluyendo personas ya juzgadas, condenadas y liberadas, son el sostén de sus familias, lo que deja a tantos niños, padres mayores y enfermos crónicos enfrentando miseria, enfermedad y muerte.
La inhumanidad, la más cruda falta de conmiseración por otros seres no ligados al grupo alrededor del dictador, la soberbia sin límites, son el horror permanente sobre un pueblo….
La angustia acompaña a la gente desde que amanece
Los dictadores, como señala el padre Rodolfo Cardenal, se protegen con decenas y decenas de guardaespaldas, los que siempre están presentes cada vez que uno de ellos o sus allegados más cercanos abandonan los recintos amurallados donde viven.
Es obvio que si ellos valoran sus vidas y las de los suyos —lo que tienen derecho a hacer— también sus súbditos, indistintamente de su condición, deben proteger ese maravilloso don de Dios, sean jóvenes, mayores, pobres o con buenos ingresos, por lo cual transitar con miedo, sentirse expuestos a ser capturados al capricho de un miembro de la soldadesca, genera lo que el filósofo danés Soren Kierkegaard llamó el sentido de la angustia, un permanente agobio sobre las mentes de muchísimos salvadoreños y en particular de los jóvenes.
Tantos en nuestro suelo amanecen “angustiados”, pasan el día también angustiados y se acuestan angustiados, ademas de sentirse expuestos que en medio de la noche los capturen, como fue usual bajo Stalin en la despanchurrada Unión Soviética.
El abandono parcial de las entidades que ofrecen servicios de salud en nuestro país, ahora “el mejor del continente” según la embajadora, lo que ni ella misma lo cree, deja desprotegidos a los sectores populares, que no tienen otra opción para cuidarse.
Al estar sin esa mínima protección, caen víctimas de la angustia que no les deja noche y día…