El primer paso para atacar a un enemigo es desarmarlo...
En la ópera Don Giovanni de Mozart el seductor, disfrazado, se encuentra con Masetto, a cuya mujer quiso seducir el Don echando mano de todo su arsenal de promesas y engaños.
Siento Masetto un pobre diablo, cae rápidamente en la trampa del Don, que le pregunta con qué armas cuenta para vencer a su rival.
Masetto le muestra su mosquete, un garrote, una lanza... armas que el Don va poniendo a un lado. Y cuando Don Giovanni lo tiene sin un alfiler, le da una soberana paliza, lo que se asemeja a lo que el criminal de guerra Putin, envenenador, expuso al dictador turco Erdogan como condición para frenar la salvaje ofensiva contra Ucrania. Sus cuatro exigencias son:
—que Ucrania se desarme para que “no constituya una amenaza a Rusia”;
—que Ucrania reconozca por escrito que Crimea es parte de Rusia;
—que Ucrania ceda parte de su territorio a Rusia;
—que Ucrania renuncie a formar parte de la OTAN...
Es muy claro que al verse empantanado en Ucrania, el criminal de guerra Putin continúe bombardeando zonas no militares en el país, incluyendo la ciudad donde los refugiados, mujeres y menores de edad, se concentran para escapar a Polonia.
Erdogan, que por valor de un millón de dólares vende a Ucrania drones capaces de llevar misiles y con los que los ucranianos han destrozado tanques y vehículos artillados, sin duda expuso al gobierno de Ucrania lo que pide Putin, pero no puede menos que darse cuenta de que la oferta es totalmente ponzoñosa, un caramelo envenenado. El día que Ucrania estuviera desarmada, la invaden y anexan a Rusia.
Kiev fue fundada por los vikingos, que también se expandieron hacia el sur y dominaron por algún tiempo Estambul, pero pretender que por ser así Ucrania es parte de Rusia equivale a que Italia reclame como suyos los territorios que hoy en día forman Alemania, Francia y Austria, pues en sus inicios fueron parte del Imperio Romano.
Ucrania es católica con sus propias instituciones, su propia lengua, su alfabeto cirílico y latino, sus costumbres y desde el despanchurramiento de la Unión Soviética no quiere volver a ser vasalla de ningún dictador.
El horror en Ucrania es patente, pero al régimen salvadoreño no le importa
El desastre de la ofensiva rusa, que ha iniciado una especie de política de tierra arrasada, de dejar las ciudades convertidas en pilas de escombros como ha hecho con Mariúpol. Que la logística, las cadenas de abastecimiento, la planificación sean un desastre, lo comprueba el que Putin haya pedido a China enviarle alimentos envasados, no perecederos, para la tropa, que en su desesperación está saqueando supermercados y tiendas de comestibles, lo que de inmediato ha vetado el presidente Biden.
Putin ha empobrecido a los rusos por su carrera armamentista, como igualmente pero a un nivel de horror hace el desequilibrado mental de Corea del Norte, que entre otras cosas obliga a los pobladores a “llorar a moco tendido” en los aniversarios de sus trogloditas antecesores.
En los últimos días y a la par de la destrucción indiscriminada de edificios y viviendas, los rusos bombardearon un teatro donde muchos civiles buscaron refugio, un hospital de maternidad donde murieron señoras que estaban dando a luz y niños recién nacidos; han ametrallado caravanas de personas integradas por mujeres y menores de edad que intentan escapar de la carnicería... Han prácticamente borrado del mapa a Mariúpol.
Pese a todo eso, el régimen salvadoreño se niega a condenar la despiadada invasión de Rusia a Ucrania....