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Pisoteada por el despotismo nuestra Constitución cumplió 39 años

La visión del derecho, de la justicia en el sentido de dar a cada quien lo suyo, es el esplendoroso legado del cristianismo a la humanidad, que hace a cada hombre responsable de sus actos, lo que a su vez parte, como lo señaló Kant, de no hacer a otros lo que no quieres que te hagan a ti.

Por El Diario de Hoy |

Nuestra actual Constitución de la República acaba de cumplir 39 años, una efeméride que el régimen ignoró por estar más atareado en ver cómo dispone a su antojo de los ahorros de los trabajadores y, en el fondo, porque le estorba esa Carta Magna que consagra las libertades y los derechos de los salvadoreños.


Las constituciones recogen aspiraciones y límites generales, pero su verdadera función es proteger a las personas, a la gente, de los abusos, atropellos y amenazas de otros, de mafias y desquiciados mentales.


Por ese documento, todo buen hombre o mujer en esta tierra pueden expresarse, informarse, ir a donde quieran, asociarse con fines pacíficos y recibir toda clase de ayuda y protección judiciales frente a los atropellos del poder.
Algunos incautos han caído en la trama de hacer cambios en nuestra Constitución desde que el opaco vicepresidente comenzó a predicar “la necesidad” de hacerle reformas para perpetuar el saqueo al país y conseguir que Bukele pueda reelegirse por los siglo de los siglos.

Las aberraciones han comenzado con los movimientos para anular las cláusulas pétreas, principalmente las que prohíben que un presidente pueda reelegirse consecutivamente, algo que la ley máxima rechaza siete veces y que es superior a la decisión precipitada de una mayoría.


Esa ha sido la experiencia de “líderes” que en realidad son monstruos, como, Hitler, el norcoreano Kim Jong-un, el criminal de guerra Putin y hasta en su época Vlad Tepes, conocido como Drácula.


Nuestra Constitución, como toda obra humana, no es perfecta, pero debe ser obedecida, no cambiada ni mucho menos manoseada, pues precisamente nadie sabe la clase de monstruo a lo Frankenstein que sería parido por los que pretenden asumir el papel de “constituyentes” y que, hasta donde puede establecerse, son acomplejados sociales o serviles.


El “cambio”, la reforma constitucional que se lanzó hace un tiempo, no busca tutelar derechos y libertades esenciales de las personas, “de la gente de a pie”, sino dar rienda suelta a los desmanes de mesiánicos, soltar las amarras de los barcos piratas, dejar a todos a merced de gorilas como ya comenzó a suceder en nuestro suelo y como el país entero y el mundo mundial lo presenció el 9F.

No existen “nuevas justicias” por inventarse ni una moral “obsoleta”


No hay, como solemos decir, “justicias por inventarse”, derechos y distintas maneras que proteger a una nación y a sus pobladores de las depredaciones de lobos humanos, que lo que esencialmente se consigna en nuestra Carta Magna y es el cuerpo de derechos, principios, deberes y aspiraciones que se recogen en las constituciones y la legislación de todas las grandes democracias, de los países libres y prósperos.


Esa visión del derecho, de la justicia en el sentido de dar a cada quien lo suyo es el esplendoroso legado del cristianismo a la humanidad, que hace a cada hombre responsable de sus actos, lo que a su vez parte, como lo señaló el gran pensador alemán Emanuel Kant, de no hacer a otros lo que no quieres que te hagan a ti.


Los principios sobre los cuales se fundamenta nuestra Constitución son esencialmente los mismos que recoge la Estela de Hamurabi, Rey de Babilonia hace tres mi años, el pensamiento socrático y lo que fue norma en la antigua Grecia, el Derecho Romano, la Carta Magna de 1215 después de Cristo…

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