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Una responsabilidad de todos

Si las personas que pueden tomar decisiones revisaran las listas de empleados y sus domicilios y arreglaran para que las personas pudieran trabajar lo más cerca de casa posible harían una gran contribución

Por José María Sifontes
Médico siquiatra

No dejo de ponerme un tanto pensativo cada vez que recuerdo el caso de una paciente del hospital, una enfermera, que vive en La Unión, pero trabaja en un centro hospitalario de San Salvador. Ella pasa toda la semana en la capital y va a su casa los fines de semana. Buena parte de su sueldo lo gasta en pagar el hospedaje en que se queda. Los pasajes de autobús tampoco le cuestan poco, ni la comida que tiene que comprar ya preparada pues no tiene mucho tiempo para cocinar o no le interesa cocinar para ella sola.


Hay otra enfermera que está en la situación contraria, vive en San Salvador y trabaja en La Unión. Ambas se conocen y han solicitado un intercambio de lugar de trabajo. Cualquiera podría decir que es lo más lógico y sensato, pero resulta que no han podido pues sus jefes no han tenido el interés o el deseo de arreglar los asuntos administrativos para que dicho cambio o permuta pueda realizarse.

También sé de otro caso en que ocurre lo mismo, a menos distancia pero complicado por el tráfico, entre Santa Tecla y Soyapango. Y otro caso de un empleado de una unidad de salud de Santa Ana que viaja todos los días en una motocicleta desde San Salvador, teniendo que levantarse a las cuatro de la mañana para llegar a tiempo. Viaja con cansancio acumulado, con el peligro que esto implica. Este tipo de casos, que se podrían arreglar sin mucha dificultad, contribuye al problema de tráfico que tenemos.


Pensémoslo un momento. La distancia entre Santa Tecla y Soyapango es de unos 20 kilómetros. Para viajar esta distancia el empleado citado aborda dos autobuses en cada sentido. Son cuatro buses cada día, que multiplicado por cinco días a la semana dan por resultado veinte pasajes, y por mes ochenta. Ochenta veces al mes que tiene que pagar un pasaje, ocupar un sitio en el autobús, y pasar un mínimo de dos horas diarias en circulación. Una sola persona que, aparte de todos los inconvenientes personales, participa en esta relación de uso de asiento, tiempo y distancia. Pensemos ahora que son cientos, miles de personas con situaciones similares. Hagamos cuentas y veremos el peso que esta población implica en el tráfico.

Es importante pensar en esto ya que la solución no es complicada. Son sólo unos pequeños cambios administrativos que resultaría en un gran alivio para los empleados en particular y para la sociedad en conjunto. Existen muchas empresas e instituciones que tienen varias sucursales o dependencias distribuidas geográficamente en todo el país o a lo largo y ancho de las ciudades grandes. Si las personas que pueden tomar decisiones revisaran las listas de empleados y sus domicilios y arreglaran para que las personas pudieran trabajar lo más cerca de casa posible harían una gran contribución. También está lo del teletrabajo, que después de la pandemia dejó a muchos ya preparados para realizarlo. No es necesario que sea permanente, con sólo un día a la semana podría verse una diferencia. No todos los empleos permiten esto, claro está, pero en ciertos tipos de empleo se ha advertido que el trabajo desde casa es en muchas instancias más productivo ya que hay menos distracciones.


La solución a los problemas de movilización no sólo corresponde a las autoridades de transporte. Cada jefe, cada dueño de empresa, cada gerente de recursos humanos puede contribuir.

Médico Psiquiatra.

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