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Nathalie

Esta sociedad  requiere replantearse sus ritmos de trabajo, el diseño de nuestras ciudades, el cuido del medioambiente, la accesibilidad a la vivienda y por supuesto a la salud mental. Estos son solo algunos elementos de lo que debería cambiar para que la felicidad sea el eje de nuestra sociedad en lugar del dolor y la angustia.

Por Andy Failer
Comunicólogo y político

Esta semana la Universidad Nacional de El Salvador compartió la esquela de Nathalie Vanessa Miranda Pérez, una estudiante de medicina que estaba realizando su proceso de residencia en el Hospital Nacional. Nathalie decidió no seguir, probablemente no pudo más, la consumió el dolor en su soledad, la atrapó la zozobra y fue así como se quitó la vida. Su cuenta de Twitter gritaba, por todas partes, que necesitaba ayuda, más allá de un consejo y un abrazo. Lo más seguro es que ella necesitaba de un profesional de la salud mental. Necesitaba de alguien que la asistiera de frente a este modelo de sociedad sumergido en la porquería. Y sí, quien le falló a Nathalie fue la sociedad misma y en esta columna explicaré por  qué lo creo así.

Debemos tener presente que la salud mental no es una responsabilidad exclusiva de las y los psicólogos y psiquiatras. La salud mental responde al modelo de sociedad que habitamos. Y es importante reconocer que hemos “normalizado” una sociedad en la que muchas personas necesitan de varios medicamentos para dormir, excesivo consumo de café para despertar y, varias de esas muchas personas probablemente viven atoradas en la angustia y el dolor; les come la ansiedad en la soledad de sus casas y lo más grave de todo es que tienen miedo de expresarlo, de contárselo a alguien más, porque probablemente le juzguen o le coloquen una etiqueta de debilidad. Algunas personas pueden detenerse, pagar un psicólogo y tomar vacaciones, otras no, porque se las devoraría el ritmo de la vida. Ese, como señala el politólogo Errejón, es un modelo de sociedad basado en una “distribución netamente política del dolor”.

“Ojalá nadie se sienta tan mal y tan sola como me siento yo últimamente”, tuiteó Nathalie el 12 de marzo de este año. Muchas personas viven vidas que duelen mucho, algunas deciden no seguir y otras continúan cargando con la agonía. Esto también empeoró con el encierro de la pandemia, tanto así que expertos ya pronosticaban que la siguiente ola tras el covid sería la de la salud mental. Por ello es importante entender, desde la esfera más alta de la política y toma de decisiones, que la salud mental debe ser, así como otros temas importantes de nuestro país, una prioridad nacional para atenderse con iniciativas de políticas públicas que cuenten con los recursos necesarios para prosperar y romper con ese modelo de sociedad que normaliza el dolor.

Además de la inversión y priorización de la salud mental desde la implementación de políticas públicas, nosotros desde la ciudadanía debemos poner de nuestra parte y educarnos más sobre el tema. La ansiedad y la depresión no son sinónimos de debilidad. Los tratamientos de salud mental son tan válidos y necesarios como cualquier otro tratamiento médico. También, es importante alejar las concepciones religiosas de los casos de suicidios; si una persona decidió quitarse la vida es porque nuestro modelo de sociedad le falló y por ello la ciudadanía tiene la responsabilidad de poner de su parte para cambiar dicho modelo. Más empatía y menos prejuicios, más atención y menos indiferencia. Más amor y menos odio.

Vivimos en tiempos difusos y llenos de malestares e incertidumbres; se ha vuelto difícil imaginarnos un futuro mejor. También predomina una voraz ideología individualista en donde cada quien es responsable de sus logros, eso ejerce una presión fuerte en cada persona. Estas realidades tienden a aislarnos y, entre más solos estemos, más sofocante se vuelve la vida cotidiana. La pandemia multiplicó los estragos de la salud mental y mientras que la política ignora esta demanda social, afuera hay miles de conciudadanos a quienes la vida les duele. Esta sociedad requiere replantearse sus ritmos de trabajo, el diseño de nuestras ciudades, el cuido del medioambiente, la accesibilidad a la vivienda y por supuesto a la salud mental, estos son solo algunos elementos de lo que debería cambiar para que la felicidad sea el eje de nuestra sociedad en lugar del dolor y la angustia.

Nathalie, esta sociedad te falló a ti y a muchas más personas. Esta sociedad tiene el deber y la responsabilidad de cambiar y plantearnos un horizonte donde la vida sea humanamente posible. Q.E.P.D.

Comunicólogo y político.

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