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¿Qué nos espera?

Esto logros, que el presidente llama un nuevo El Salvador, una nueva Roma, contrastan con el dolor de miles de familias privadas de sus seres queridos que guardan prisión sin que se haya probado su culpabilidad, pero obligan a sus parientes a enormes gastos para pagar los paquetes de aseo, que muchas veces no llegan a su destino. Es un precio demasiado alto para lograr esa tan anunciada seguridad, que tiene una alta dosis de miedo al régimen de excepción.

Por Teresa Guevara de López
Maestra

Las recientes elecciones fueron una triste experiencia, no por el esperado triunfo arrollador de Bukele, sino por el grave retroceso de la democracia en nuestro país, que desde los Acuerdos de Paz se había intentado consolidar, con algunos logros y muchos errores, que con buena voluntad y sacrificio esperábamos corregir. Ya el pueblo estaba consciente que el oficialismo se había asegurado un triunfo total, no solo por la popularidad del presidente, que nos cuesta millones a los contribuyentes, sino por los trucos que desde el Ejecutivo y la Asamblea, hicieron y deshicieron leyes, para lograr una reelección inconstitucional.


Pero el bukelismo ha rodeado estos resultados, de un entusiasmo que solo ellos sienten, basado en la gobernabilidad que darán al presidente en los próximos 5 años para realizar proyectos, producto de sus caprichos, sin planificación ni estudios técnicos, pero como luces de bengala, lanzan una cortina de humo que entusiasma por un poco tiempo a la población, hasta que llega la próxima sorpresa.


Nadie se opone a la remodelación del Centro Histórico, importante en la historia de nuestra capital, que muchos desconocían, pero sin dar una solución a los vendedores, aunque se les prometió reubicarlos en varios mercados. Sin embargo, la matemática no cuadró pues los espacios ofrecidos, bastante deteriorados, eran menos que los desplazados. Una vez más, se puso la carreta delante de los bueyes, y gracias al estado de excepción, no hubo las protestas a las que con anteriores alcaldes se enfrentaron las vendedoras contra el CAM.


Nuestras bellísimas playas están atrayendo gran cantidad de turistas, que además del paisaje, el clima y las olas, disfrutan de las comodidades de los muchos hoteles de nuestro litoral, y de su deliciosa gastronomía. Pero aunque esto genera gran cantidad de nuevos trabajos, poco se piensa que muchos de estos empleados tienen que viajar varios kilómetros desde sus lugares de origen, en unidades de transporte que demuestran los años que llevan circulando, el deterioro de los asientos, y sobre todo, el poco mantenimiento que reciben, que son la causa de dolorosos accidentes, con personas fallecidas o gravemente heridas, porque se le fueron los frenos, estaban sobrecargados, o que el motorista no tenía licencia.


Esto logros, que el presidente llama un nuevo El Salvador, una nueva Roma, contrastan con el dolor de miles de familias privadas de sus seres queridos que guardan prisión sin que se haya probado su culpabilidad, pero obligan a sus parientes a enormes gastos para pagar los paquetes de aseo, que muchas veces no llegan a su destino. Es un precio demasiado alto para lograr esa tan anunciada seguridad, que tiene una alta dosis de miedo al régimen de excepción.


Aunque la preocupación más grande es el altísimo costo de la canasta básica, con el precio más alto, y el menor número de productos comparado con el resto de países de la región. Parece que esto no es parte de los planes del gobierno, ante el descuido del agro, la poca atención que se ha dado a los clamores de los campesinos, que no han recibido ayuda alguna y han sido víctimas de la sequías producidas por el cambio climático. Sabemos de familias que han tenido que quitar de su dieta el pollo, los huevos y otros que antes acostumbraban consumir, o conformarse con dos tiempos de comida, porque la bolsa ya no da para el tercero.


Y cada día, los diputados cian levantan la mano para aprobar otra serie de millones de préstamos, para destinos totalmente absurdos, como la pandemia, la remodelación de instalaciones deportivas para los juegos, y la pequeña empresa, pero que nadie sabe para qué se emplearán. ¿Llegará un momento en que al bukelismo le preocupe el bienestar de millones de salvadoreños, que votaron por ellos, y que ya estén siendo afectados por el fantasma del hambre?


Maestra.

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