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Nomofobia y otros problemas

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Por Óscar Picardo Joao

Parece que el teléfono móvil, así como el dios Jano, puede tener dos caras; por un lado es una herramienta fundamental multitask, muy útil en emergencias y en la comunicación transmedia; pero por otro lado, es posible que esté afectando negativamente en las relaciones humanas o sociales, particularmente en la niñez.

Tomamos fotos, hablamos, grabamos audios y videos, nos conectamos con todas las redes sociales, compartimos documentos y recursos digitales y mil cosas más; pero también nos aislamos, perdemos la sensibilidad humana de la charla convencional y parecemos zombis cuando estamos con el móvil en la mano.

Cada vez es más común ver escenas familiares o grupales en donde el conjunto de personas en una misma mesa están todos observando de manera hipnótica la pantalla de su móvil; unos en Facebook, otros en Twitter, YouTube, WhatsApp, Tinder, Instagram o con un videojuego. De hecho, en la jerga tecnológica también aparece el fenómeno del “Phubbing”: ignorar a una persona por prestar atención al teléfono móvil -es una combinación de las palabras phone (teléfono) y snubbing (despreciar)-.

Pero lo más preocupante es el uso del móvil como un psicotrópico infantil…; niños (as) muy pequeños ya tienen su móvil y sus padres o madres lo utilizan como un tranquilizante; le dan el aparato al infante e inmediatamente se conecta con sus colores y movimientos dinámicos digitales y deja de “molestar”.

Aunque no esté aún en el famoso Manual de Psiquiatría DMS-VI, no dudo que pronto aparezca la “móvilpatía” o adicción al teléfono móvil, con repercusiones o alteraciones en la interacción social de los niños y niñas.

En un blog de psicólogos se define: “La adicción al móvil es una dependencia excesiva y poco saludable a los smartphone o teléfonos móviles en sentido general. La persona encuentra placer en un comportamiento repetitivo vinculado al móvil, ya sea revisando constantemente las redes sociales, enviando mensajes, realizando llamadas o jugando”. Y luego agregan el nombre a parte del problema: Nomofobia: Miedo irracional a no tener el móvil o a estar incomunicado a Internet..

Los síntomas de esta adicción son: conducta irreprimible e incontrolable vinculada con el uso del teléfono móvil; uso exagerado del móvil;actitud hipervigilante; aumento de la tolerancia al uso del aparato; sensación de frustración, nerviosismo y rabia cuando no se tiene acceso al móvil; miedo a estar sin teléfono o a que se quede sin carga, lo cual suele generar una gran angustia.

En una edad lúdica importantísima, en dónde el juego, el juguete, el dibujo y la imitación son fundamentales en la plasticidad cerebral, estamos erradicando todas estas experiencias por un artefacto que estimula más y que genera una conexión profunda que aísla al niño (a) de su medio.
A nivel educativo el móvil también tiene dos facetas: a) Como recurso didáctico -fotos, videos, tutoriales, conectividad, etcétera-; y b) Como importante distractor, ya que se utiliza para otros fines comunicativos propios de la edad o uso.

Tanto desde el punto de vista epistemológico como neurocientífico, los niños (as) en la etapa pre-escolar necesitan desarrollar diversas habilidades y capacidades motrices y cognoscitivas; gatear, jugar con arena, pintar, dibujar, imitar, manipular, enhebrar, estrujar, son entre otras actividades fundamentales para el futuro.

A nivel de preadolescencia, parece que el móvil es parte de la fisiología humana; los chicos (as) no pueden vivir sin móvil y sin conexión; todo gira en torno al teléfono, sus relaciones, amistades y comunicaciones están mediadas por la tecnología; hasta la misma sexualidad está afectada por el sexting, el grooming y el auge pornográfico.

Aparecen también las identidades digitales falsas, el bullying digital y un sinfín de riesgos que generan confusión y preocupación en los padres y madres… pero ¿quién le compró el teléfono al niño (a)?

Obviamente estamos en una etapa de transformación digital, pautada por la inteligencia artificial, el blockchain y diversas tecnologías de la información y las comunicaciones; pero esto no es excusa para privar a los niños (as) de su desarrollo humano normal.

No hay vuelta atrás, no podemos revertir el uso del teléfono móvil, y cada vez habrá más usos y aplicaciones, lo que sí debemos planificar mejor es la educación y decidir cuándo es el momento oportuno y progresivo de entregarlo y utilizarlo. ¿La edad ideal…? 15 años.

¿Dónde hemos visto los mayores problemas en el mal uso del celular?: sexto a noveno grado -once a quince años-; obviamente por razones de seguridad y comunicaciones muchos padres y madres se los entregan antes, pero si lo hacen deben contar mecanismos de control y seguridad; uno de ellos recomendado es: https://www.dwservice.net Aunque el Artículo 46 de la LEPINA señala que se puede supervisar y vigilar, pero se prohíbe la intervención de la correspondencia y todo tipo de comunicación telefónica y electrónica; es una paradoja, pero cada padre, madre o representante sabrá cómo hacerlo del mejor modo.

El móvil es como un arma de dos filos, bendita y maldita, herramienta de comunicación o instrumento de perversión, casi imprescindible, fundamental; pero lo cierto es que debemos insistir en educar sobre su uso.

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