Gloriosa y triste victoria, fue la de Kania, sobre la pérfida y temida esfinge. No el triste animal con rostro humano que encontró en las desoladas dunas del desierto, sino la esfinge desconcertante de sí mismo; encantadora y terrible, que acechaba en lo más profundo de su ser. La última en conocer; la última en vencer... Cuando obtuvo la victoria estaba solo y sin testigos. Había asesinado el recuerdo, que era otra seductora esfinge, difícil de vencer y de dejar atrás... Sus lágrimas brillaron en la oscuridad y tenía la húmeda mirada azul de una desnuda esfinge humana. Las mismas que merodeaban en las siniestras urbes como animales hambrientos de gloria y dolor. ¿Valían sus lágrimas el alto precio de su victoria? Vidas, doradas ilusiones, acariciados anhelos, amores perdidos, ciudades que quedaron atrás, el ilusorio reino de Rhuna que abandonó, fueron el precio. Sobre todo, duras e incesantes batallas contra la vida y la muerte. (I) <de “La Esfinge Desnuda” -C.B.>
El sueño de la esfinge
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