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Abramos más escuelas

“Una escuela que se abre es una cárcel que se cierra” Domingo Faustino Sarmiento (San Juan, República Argentina 1811- 1889).

Por Carlos Alberto Saz

Sí, en efecto, el cerrar una prisión significa abrir una escuela, o sea que, en tal caso, se abre un centro educativo, una institución del saber; y en tal sentido habrá menos delincuentes,  menos antisociales, porque se presenta la oportunidad de abrir las puertas al saber, de la cultura, de la educación.

Domingo Faustino Sarmiento fue un maestro digno, se distinguió al principio de su vida, que fue muy agitada, por ser un admirable educador de la juventud, y escribió varias obras de educación.

Fue elegido Presidente de la Confederación Argentina en 1868 y gobernó durante seis años en medio de completa paz y progreso creciente.

Sí, pero abramos escuelas bien equipadas, con amplios locales y mobiliario nuevo.

Pero eso no se demuestra en nuestro suelo. Veamos, por ejemplo, la triste realidad de escuelas como la de Tepecoyo, cuyos trabajos están detenidos desde octubre de 2023, dice este gran Diario de fecha domingo 23 de enero de 2024: “La construcción de las aulas provisionales para alumnos del centro escolar de Tepecoyo fue después de la denuncia que este Diario publicó el 22 de octubre de 2022, luego de que los estudiantes recibían clases en aulas elaboradas con varas de bambú, telas y láminas”.

“El terreno de la escuela, supuestamente es de la alcaldesa. El costo del proyecto refleja una diferencia de $100,000 entre los datos que ha dado el Ministerio de Educación”.

“Cuando el ministro de Educación, Mauricio Pineda, llegó a colocar el 12 de julio la primera piedra, lo anunció como parte de la Reforma Educativa “Nueva Escuela”, y declaró que la inversión ahí sería de $ 1.3 millones. Ahora, el ruego de la comunidad es que las obras de construcción se reactiven”, concluye la nota informativa de EL DIARIO DE HOY.

Y es que “La escuela es el lugar donde los alumnos aprenden de forma sistemática y se forman como personas; y “Donde hay educación no hay distinción de clases”, tal como dijo Confucio.  Un buen maestro se alegra cuando los alumnos aprenden, y se entristece cuando una pena los aflige. El fin de la escuela es educar. La educación de todos los niños es una deuda de nuestro continente. América Latina tiene una tasa promedio de analfabetismo de 10.8 % (Del libro “Aprender a ser Sociable”.  Arquetipo Grupo Editorial. República de Colombia, 2006).

El Ministerio de Educación debería interesarse en concluir obras escolares, como la paralizada en la Escuela de Tepecoyo. Urge entonces esa labor.

Y como el caso de Tepecoyo, puede haber otras  escuelas con aulas destartaladas, cuyos alumnos reciben clases en salas improvisadas, con techos de láminas y mobiliario viejo, condiciones indignas  tanto para la educación, como para alumnos y maestros.

El odio hacia los padres

          Y ese odio viene desde los anales de la historia, pues se menciona el caso del emperador mongol Shah Jahan, que construyó el Taj Mahal, como tumba para su esposa favorita.

      Y Shah Jahan murió en el Fuerte de Agra, donde  su hijo, que tanto lo odiaba, lo mantuvo prisionero durante ocho años.

Son casos muy penosos, pero son reales.

    Personalmente conozco el caso de una hija, graduada  universitaria, cuyo odio hacia su papá es tanto, que una vez le pegó un manotazo tan fuerte en el brazo izquierdo, cuyo dolor le duró 24 horas.  Y además de que lo ultraja, se lo pasa llevando dentro de la casa, y le bota sus pertenencias y otras cosas valiosas para el papá y las echa a la basura.

      Y todo esto, sin motivo alguno, pues el padre jamás la  ha tratado mal.  

Y es que en estos casos, al parecer el papá ha sido demasiado blando al corregir al hijo desde pequeño y le ha dejado pasar su comportamientos de capricho y desobediencia.

Recordemos que los castigos se han visto en hasta los personajes más calmados para corregir al insurrecto. Para el caso tenemos el ejemplo de Jesús de Nazaret, que se llenó de enojo al ver que a su templo los mercaderes lo habían convertido en mercado. Entonces, Él, muy enojado, los sacó a todos con un  látigo en la mano.

 Hay versos que hacen alusión al odio, a la muere,  como  el  poema titulado “A la muerte de Jesús”, de  Alberto Lista,  que  en una de sus estrofas dicedice: ¡Ven, ángel de la muerte, / Esgrime, esgrime, la fulmínea espada/Y el último suspiro del Dios fuerte,/Yace el Creador/; mas la maldad aterra/Y un grito de furor lanza profundo,/¡Muere!.../¡Gemid, humanos:/Todos en Él pusisteis vuestras manos!  (El poema ocupa dos páginas de un libro). Es timados lectores, no caigamos  jamás en profundos abismos como el odio, que  perturba nuestros más  claros pensamientos  y afecta nuestra salud mental y aún física.

Lo más indicado es acudir a Dios. como dice el poemita “Confianza en Dios”,  de Manuel Carpio, que dice: “Yo tengo un Padre allá en el Cielo, Que a los hijos de Adán ve con ternura,/Y si les da la copa de amargura,/ Les da también su celestial consuelo.//Tengo un Hermano en el triste suelo/Por el hombre vertió su Sangre pura/Y aquel Consolador que  en gran ventura/Cambia las tibias lágrimas y el duelo.// Hoy que me hace llorar Naturaleza/Y me cerca de sombras y de horrores,/Me vuelvo a tu benévola grandeza.//Y si a ti no dirijo mis clamores,/¿A quién he de acudir en mi tristeza?/¿A quién he de acudir en mis dolores?”.

Maestro, psicólogo, gramatico.

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