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Democracia, populismo y dictadura

vivimos en una dictadura, donde la voluntad de un individuo, un colectivo o de las mayorías, se impone sobre las reglas constitucionales y los derechos humanos. Así, aunque percibamos tranquilidad y aparente seguridad, no es democracia. No hay seguridad si no tenemos certeza en la expectativa de actuación de los agentes estatales, apegada a la Constitución y la Ley.

Por Juan Antonio Durán
Juez y profesor universitario

Concluido el evento electoral y conociéndose el resultado del escrutinio final dado a conocer por el árbitro electoral, quiero compartir algunas reflexiones en torno a la Democracia, concepto que, como la Libertad, es usada, traída y llevada, para justificar ejercicios del poder que les violentan.

1. Democracia plebiscitaria.

Se afirma que la democracia es el poder o el gobierno del pueblo. Desde la antigua Roma, se dice también que “vox populi, vox dei” (La voz del pueblo es la voz de Dios). Y que en la Democracia, las mayorías mandan (Austin, Hobbes y Rousseau). Eso es en parte cierto, si lo restringimos a una democracia plebiscitaria.

Abraham Lincoln diría que es el gobierno del pueblo, para el pueblo y con el pueblo; pero ese gobierno del que habla Lincoln, no se limita a hacer lo que las mayorías digan o deciden, pues la mayoría puede equivocarse y tomar decisiones que le resulten perjudiciales, como las experiencias históricas lo han demostrado. Recordemos, Hitler llegó al poder en Alemania, con el apoyo ciego de la multitud fanatizada; y el Divino Maestro, fue condenado a muerte, por decisión del populacho que gritaba ¡Crucifícale!, ¡Crucifícale!, aun cuando Poncio Pilatos no encontraba culpa en ese hombre, luego de haberle azotado y haberle dado la elección a la muchedumbre sobre su libertad o la de Barrabás. El pueblo votó por Barrabás y pidió la muerte de Jesucristo. De igual manera, siglos antes, Platón y Aristóteles serían severos críticos al gobierno de las mayorías, pues fue la mayoría la que decidió la muerte de su maestro Sócrates.

Max Weber identifica este modelo de democracia plebiscitaria con la dominación carismática (del jefe, del líder, del partido, de la cúpula), que oculta bajo la forma de una legitimidad derivada de la voluntad de los dominados y sólo por ella perdurable. El jefe (demagogo) domina de hecho en virtud de la devoción y la confianza personal de su séquito político. En este caso, la voluntad de la mayoría se manipula en función del jefe.

Así que la democracia no puede limitarse a una democracia plebiscitaria.

2. Democracia constitucional.

Una de las formas que la humanidad ideó para evitar los abusos de las mayorías, de las élites o de los individuos, fue la democracia constitucional. La Ilustración francesa y sus revolucionarios, propusieron la separación de poderes como sistema de frenos y contrapesos, pues “se hace necesario que el poder frene al poder” (Montesquieu, El Espíritu de las Leyes); y afirman en la “Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano” (Art. XVI), que: “Toda sociedad en la cual la garantía de los derechos no está asegurada, ni determinada la separación de los poderes, carece de constitución”.

Por su parte, los revolucionarios estadounidenses, proponen su democracia constitucional (Jay, Hamilton y Madison, El Federalista), que se materializa en la Constitución aprobada en 1787 y vigente hasta hoy, que establece la separación de poderes, la independencia judicial y la revisión judicial de la ley y de los actos de gobierno, como garantía contra los abusos y la arbitrariedad, señalando que un acto contrario a la Constitución, es nulo y no debe ser obedecido.

Un ejemplo relativamente reciente fue cuando el presidente Donald Trump, vía tuit, exigió que la juez Sonia Sotomayor no conociese los asuntos de su política migratoria, pues tenía interés por ser migrante y del partido demócrata. El juez presidente John Roberts, vía tuit, le respondió que no existía un interés personal y que podía conocerlos y decidirlos. Trump, replicó por tuit, al juez Roberts que era republicano y que debía actuar apoyándole en sus políticas; y Roberts le tuiteó que los jueces no eran ni demócratas ni republicanos, sino jueces que actuaban con independencia de quienes les habrían propuesto y votado a su favor. Un inédito enfrentamiento de tuits, entre presidentes de dos órganos fundamentales del estado. Y Trump tuvo que conformarse y someterse a las decisiones de la Suprema Corte de Justicia, que le controlaban sus decisiones.

3. Populismo.

Un gobierno populista es aquel que hace uso de «medidas de gobierno populares», destinadas a ganar la simpatía de la población, particularmente si esta posee derecho a voto, aun a costa de tomar medidas contrarias al Estado democrático. El populista deja sin trabajo a la gente, despojándoles de sus medios de subsistencia digna, incrementando el desempleo y subempleo de la población, para luego ir como redentor, regalándoles paquetes de alimentos y dándoles dinero en efectivo (que provienen de los impuestos de los ciudadanos), para venderse como su benefactor y salvador. Esa manipulación es la peor que puede hacerse, porque se juega con la necesidad y el hambre de la gente. Y se agrava si se hace a cambio de votos.

Sin embargo, el populismo es el signo de los actuales tiempos. El populismo, sea de izquierda o de derecha, se disfraza de estado de bienestar, pero sin promover el desarrollo de la gente: Le interesa mantener a la gente en ignorancia, ataca toda forma de conocimiento que no le convenga, para mantener adormecidas a las masas y manipularlas a su antojo, con el circo sin pan, sino con migajas.

4. Dictadura.

Según la RAE (Real Academia Española de la Lengua), la dictadura es el régimen político que, por la fuerza o violencia, concentra todo el poder en una persona o en un grupo u organización y reprime los derechos humanos y las libertades individuales.

Es lo que vivimos en El Salvador desde el 1 de mayo de 2021, cuando se removió a los legítimos magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, electa para el período 2018-2027, y se impuso a los actuales abogados que usurpan los despachos y las funciones constitucionales, conforme a su designio y voluntad.

La SalaCn 2018-2027 hizo lo que tenía que hacer, actuar con independencia del Ejecutivo y del Legislativo, y muchas de sus decisiones no fueron del agrado del gobierno: Ordenó poner en libertad mediante Habeas corpus, a la gente detenida ilegalmente durante la pandemia; ordenó, vía amparo, que se permitiera el ingreso de los salvadoreños varados en el exterior, con el cierre de las fronteras; declaró inconstitucional las restricciones a la libertad de circulación. Y dijo que si fuera dictador, preferiría fusilar a cinco, que un genocidio. Pura manipulación mediática y tergiversación de hechos y del Derecho, con una campaña de desprestigio de su aparato mediático, para motivar su remoción.

Hay tantas inconstitucionalidades e ilegalidades que resaltar, que no hay espacio ni para mencionarlas. ¡Y qué decir de la inconstitucional reelección presidencial inmediata! Los que conocemos la Constitución, sabemos que está prohibida por los artículos 152, 154, 131 ord. 16º, 88, 75 ord. 4º, 248 inc. 4º, así como los arts. 246 y 235 Cn. Y aunque la Constitución es interpretable, tiene como límite su texto, y más, sus cláusulas pétreas: Son irreformables.

No es cierto que vivamos en una democracia: La democracia no se garantiza con las elecciones libres (y menos si esas elecciones son fraudulentas y amañadas). La democracia no se limita a procesos electorales con formalidad y apariencia de legalidad; esto es reducirla a una democracia plebiscitaria. La democracia contemporánea se fundamenta en el respeto irrestricto a las reglas y principios constitucionales (Democracia constitucional) y los derechos humanos (Democracia sustancial).

Si no se respetan la Constitución y los derechos humanos, no podemos decir que vivimos en democracia. Y esto no es un asunto meramente doméstico: Los derechos humanos son un asunto que concierne a la humanidad entera, y con ello, a la comunidad internacional y sus órganos de protección.

Por el contrario, vivimos en una dictadura, donde la voluntad de un individuo, un colectivo o de las mayorías, se impone sobre las reglas constitucionales y los derechos humanos. Así, aunque percibamos tranquilidad y aparente seguridad, no es democracia. No hay seguridad si no tenemos certeza en la expectativa de actuación de los agentes estatales, apegada a la Constitución y la Ley. El estado actual en el que vinimos en El Salvador, no es democracia. Es dictadura.

Juez y profesor universitario.

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