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El anti-héroe

No es emocionante cuando alguien viola la ley impunemente y se sale con la suya. No es digno de imitación aquel que pretende imponer un castigo al margen de las normas vigentes. Regresar a esa oscura época de autoritarismo militar es regresar a la ley de la selva.

Por Maximiliano Mojica
Abogado, máster en leyes

Ciudad Gótica era un relajo —eso por tratar de ponerle un adjetivo que sea publicable en esta columna—. En ese escenario de desesperanza, depredación y corrupción, que no solo había desbordado a las autoridades sino que también las había absorbido, aparece el Caballero de la Noche: Batman.

El tipo vestido de negro anda por ahí repartiendo trompones sin ton ni son. Aquí no se trata de agarrar al criminal —o al que aparenta serlo— y entregarlo a la policía o llevarlo ante el juez, aquí se trata de darle una probadita de su propio chocolate y meterle una buena penqueada para que aprenda el jodido.

¿Cuaaaaaaál llamar a la policía? Si se encuentra un mañoso… ¡pum! ¡pam! Ahí nomasito hace que devuelva lo robado, mientras le deja como recuerdo un ojo morado y una costilla quebrada. Con el Caballero de la Noche no se juega. Él no tiene límites constitucionales ni legales, es pura velocidad, músculo, hígado y adrenalina. Fiscal, juez y verdugo. Todo el combo de un solo.

¿Y eso del respeto al debido proceso? ¡Na’mbe, chele! Esas blandengues consideraciones déjenselas para los abogados, académicos o a las ONG que velan por los Derechos Humanos. Batman no se anda con cuentos, no anda haciendo estudios o redactando informes. Tampoco anda presentando demandas legalmente fundamentadas en los tribunales. ¡Los héroes no pierden su tiempo estudiando el caso y llevando procesos en la Corte! ¿Quién ha dicho que eso de “respetar la ley” es material para una buena película?

¿Y cuando se trata de investigar un crimen? Ahí está Batman en medio. No, no es policía ni fiscal, tampoco tiene autorizaciones de ningún para entrar a la escena del crimen y andar manoseando evidencia… pero eso sí, tiene cheros en los lugares correctos que lo dejan entrar a donde quiera como Juan por su casa. Toma fotos, se lleva o esconde evidencia, les da a los investigadores lo que quiere y lo que quiere “lo reserva”…por algo dicen que la vida real a veces supera a la ficción.

Nuestro país no dista mucho de parecerse a Ciudad Gótica. Si bien es cierto aquí no llueve tanto, si tenemos —¡y de sobra! — corrupción pública y privada, desesperanza social que traduce en miles de salvadoreños “votando con los pies”, tratando de buscar una mejor vida en ese país recientemente nombrado como nuestro “enemigo del Norte”. Y pues ahora, también nos parecemos a que tenemos nuestros propios vengadores vestidos de azul o camuflado; o bien, vestidos de saco con un escudo de El Salvador en la solapa de sus distinguidos trajes sastre, elaborados con llamativos colores.

¿Qué tienen de común ellos? Que dejaron de obedecer esos aburridos textos legales, para entregarse de lleno a perseguir —sin límites ni dudas—, a quienes ellos perciben como enemigos del pueblo.

¿Que este es un político corrupto? Sin problema, agarrémoslo del buche y ¡zas! Al calabozo sin derechos de ningún tipo. ¿Que este comerciante aumentó precios sin autorización? ¡Cuuuaaaál falta administrativa! Eso es de aguados. Se va preso sin previo aviso ni proceso judicial ni administrativo y, de paso, se le exhibe en redes esposado y humillado, provocando el escarnio público, ¡tal vez así aprende el jodido a no meterse con el pueblo!

Ahí andan diciendo los leguleyos que ¿por qué lo capturaron si no hay ningún delito que se le pueda atribuir? ¡Ve chis! ¿Y cuál es pue’? Para eso está la Asamblea. En un chasquido de sus dedos y ¡zas! Ya tenemos un delito aplicable. Aquí el que no corre vuela mi estimado.

Pero el Caballero Oscuro no es más que eso: un ser oscuro, distópico, alguien que entretiene verlo en una película, pero a quien —en la vida real— definitivamente no querés tener cerca. No es emocionante cuando alguien viola la ley impunemente y se sale con la suya. No es digno de imitación aquel que pretende imponer un castigo al margen de las normas vigentes.

Regresar a esa oscura época de autoritarismo militar es regresar a la ley de la selva. No hemos avanzado tanto en El Salvador desde los Acuerdos de Paz como para que ahora nuestras autoridades la conviertan en un remedo de Ciudad Gótica.

Abogado, Master en leyes/@MaxMojica

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Batman Catalino Miranda Detenciones Opinión

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