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Ciclo de vida de un artesano pobre

Es la típica vida del artesano salvadoreño de origen humilde producto de un hogar en crisis, crece y se desarrolla sin educación formal y sin la guía de un adulto responsable, inmerso en un mundo de limitaciones y privaciones.

Por Rodolfo Chang Peña |

Nunca supo por qué le decían “Bicho Henry”. Nació a mediados del siglo pasado en Paleca, un suburbio al norte de Ciudad Delgado, el tranquilo y verde Paleca de hace muchos años, porque el actual además de deforestado está inundado de buses, micronegocios y apretadas urbanizaciones.


De madre desconocida y padre alcohólico, fue criado por una abuela analfabeta; infancia colmada de privaciones, aprendió a leer y escribir después de los quince y como la mayoría de sus compañeros de juego tenía dos opciones, emigrar hacia el Norte en busca de oportunidades o quedarse y aprender un oficio.


Por presión de la abuela aprendió a reparar anteojos, al principio se instaló en la calle principal de Ciudad Delgado muy cerca del mercado, pero con el tiempo y la ayuda de unos amigos, logró colarse entre los artesanos del mismo gremio en los alrededores del Parque Libertad en San Salvador.


De las adversidades y sobresaltos aprendió que para acercarse a los objetivos es necesario tener determinación, paciencia y perseverancia y aunque con altibajos con el transcurrir de los años ganó experiencia en arreglar anteojos, pactar negocios y resolver entuertos al grado que combinaba el trabajo con otras actividades. Aprendió que nadie regala por gusto, siempre se exige algo a cambio, que no hay que esperar mojarse para sacar el paraguas y que la mediocridad causa más daño que la mala fe. Por su escasa formación espiritual se volvió inmune a los escapularios, rosarios y estampas aunque respetaba las creencias de la clientela.


Vivía solo en un mesón de la parte baja de la Cuesta del Palo Verde, no tenía que caminar mucho para llegar a su puesto de trabajo a un costado del entonces Cine Popular y a tiro de piedra de la Iglesia del Rosario. También tenía a la mano varios salones, refresquerías, comedores, unas cuantas clínicas médicas, un par de farmacias y varios centros sociales con su habitual producción de bolos y trifulcas.


El “Bicho Henry” era muy diestro para reparar todo tipo de anteojos, incluso incursionaba con éxito en la reparación de pulseras, relojes y teléfonos celulares. Evitó siempre comerciar con objetos robados aun cuando las oportunidades eran abundantes, con frecuencia le llegaban a ofrecer una diversidad de artículos de origen dudoso. Recuerda la vez que lo visitó un amigo de lo ajeno que le ofreció cambiar un par de botas de cuero de lagarto por unos anteojos “Ray-Ban” pero al inclinarse a buscarlos, sintió una estocada con navaja en el costado derecho. Esa vez, además de los “Ray-Ban” perdió toda la mercadería, el estuche de herramientas de trabajo y dos semanas que pasó en el hospital.

En otra ocasión atendió un cliente de aire envainado que pregunto por anteojos de sol y entre varios seleccionó unos que parecieron gustarle, discutieron con cordialidad el precio y convinieron en una cantidad que pagó sin chistar; sin embargo, cuando el cliente ya se había ido, al examinar el dinero cayó en la cuenta que se trataba de billetes falsos y ya no tenía posibilidad de reclamar.


Padeció de una larga y penosa enfermedad, los desarreglos y la forma irregular de tomar las medicinas lo hacían recaer, esta vez se sintió muy mal y un amigo lo condujo al hospital. Al tener cierta mejoría le dieron el alta; no obstante, al carecer de domicilio la trabajadora social que atendió su caso intercedió para que lo dejaran internado en depósito. Falleció aproximadamente una semana después.

Lo descrito es la típica vida del artesano salvadoreño de origen humilde producto de un hogar en crisis, crece y se desarrolla sin educación formal y sin la guía de un adulto responsable, inmerso en un mundo de limitaciones y privaciones. La lucha por la existencia, el constante ninguneo y la presión por sobrevivir lo empujan a abandonar el país o aprender un oficio desde la infancia, incorporando simultáneamente diversas subculturas que afloran tarde o temprano como el alcoholismo, comercio informal, machismo, “no ser maje”. “no dejarse de nadie”, “ver, oír y callar”, etc. que pese a las adversidades casi siempre sale adelante porque no reniega del trabajo y nunca pierde las esperanzas.

Médico

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