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“A mí nadie me manda”

Dios Padre amoroso busca en su proyecto acompañarnos en la construcción de una vida realizada, sana, productiva, creativa. El mal es las antípodas del proyecto divino

Por Heriberto Herrera
sacerdote salesiano

Es el reclamo exasperado del adolescente que se rebela ante la autoridad, sea paterna, escolar o civil. Empieza a despuntar en su corazón el ansia de libertad, y toda autoridad se le antoja como un freno a sus anhelos de ser artífice de su propia vida.

Y no solo los adolescentes. También los adultos nos escabullimos de las leyes que coartan nuestros caprichos. Ignorar normas de tránsito, evadir impuestos, hacer negocios tramposos… Los ejemplos abundan. La ley no tiene buena popularidad. Quebrantarla es para los “listos”.

El caso es que no somos otros Robinson Crusoe habitando en una isla solitaria. Somos sociedad. Lo cual exige respeto mutuo, al menos. No hablemos de colaboración, o filantropía, o marcos legales que regulan una convivencia sensata. Todo eso, y mucho más, se da por descontado para quienes vivimos una vida compartida.

¿Y los diez mandamientos de la ley de Dios? Es que Dios es padre y ama a sus hijos y se interesa para que aprendan a vivir sanamente. “Si haces el bien, vivirás; si haces el mal, morirás¨.

El relato simbólico de la manzana prohibida, en Génesis, expresa claramente el problema del mal. La fascinación por el mal, si la secundamos, nos daña. Encaminarse por la vía del mal es emprender un proceso destructivo que arruina nuestra calidad humana.  Nos vuelve esclavos del mal. Eso se llama vicio. Y la paga es egoísmo, frustración, autodestrucción, deshumanización, muerte.

Dios Padre amoroso busca en su proyecto acompañarnos en la construcción de una vida realizada, sana, productiva, creativa. El mal es las antípodas del proyecto divino:

La buena noticia es que, si por desgracia nos embarcamos en la vía del pecado, no está perdido todo. La mano misericordiosa del Padre está siempre abierta para levantarnos y reemprender una vida saludable.

Esa es la buena noticia que nos trae Jesús. Viene a tendernos esa mano poderosa, más fuerte que las cadenas del mal. Tanto nos ama que entregó su vida para que tuviéramos Vida, con mayúscula.

Acompañados por Jesús, emprendamos el fatigoso ascenso desde las cadenas del mal hacia la libertad que él nos ofrece. Entonces florecerá abundante la paz, la alegría y la sana relación con quienes nos rodean.

Sacerdote salesiano y periodista.

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Cristianismo Cuaresma Opinión

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