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África, entre evoluciones, revoluciones y responsabilidades globales

¡Los tiempos durante los cuales las cumbres franco-africanas ilustraban la cooperación están bien lejos! De aliado y socio natural, por los enlaces lingüísticos, geográficos, financieros (las monedas regionales están garantizadas por el tesoro francés), Francia apareció como un actor opresor. Visión cómoda pero hoy en día cotidiana, para muchos, ofreciendo la posibilidad de ocultar las responsabilidades nacionales en término de mala gobernabilidad.

Por Pascal Drouhaud
Politólogo, presidente LATFRAN

El presidente de Kenia, William Ruto, buscó fomentar posiciones comunes sobre soluciones africanas asociadas a un agenda de crecimiento. Permitiría “una prosperidad compartida y un desarrollo duradero”. Por cierto, el continente africano, con 54 países y casi 1.5 mil millones de habitantes, enfrenta desafíos de primer orden que pueden generar situaciones tensionadas incompatibles con dicha necesaria visión. La declaración de Nairobi, establecida con la presencia de varios Jefes de Estado, entre ellos los de Etiopía, Sudán del Sur, Djibouti, Chad, Botswana, contando con el Secretario General de la Organización de Naciones Unidas, llama a una reforma del sistema financiero internacional. Se busca aliviar el peso de la deuda de los países africanos que impediría desarrollar "el potencial único" en energías renovadoras. Pero el ruido de las armas en varias parte del continente pone en tela de juicio la factibilidad de dicha visión global, a pocas semanas de la COP 28 en Dubái.
"África detiene la clave para la decarbonación de la económica mundial", afirmó el presidente del Kenia, calificando el continente de "una potencia con un potencial inexplotado". Y por cierto, a pesar de sus riquezas en recursos naturales, solo fueron 3% de las inversiones energéticas en el mundo llevadas a cabo en el continente africano. El presidente del grupo V20, es decir, de los 50 países mas vulnerables al cambio climático, Ken Ofori-Atta, ministro de finanzas del Ghana, afirmó que su objetivo es sobre "la prosperidad, para nada sobre la supervivencia". Para llegar a estos resultados, la Agencia Internacional de la Energía afirmó que las inversiones deberían llegar en los 10 próximos años a 2000 mil millones de dólares. África no pone en tela de juicio esta situación y el nivel de las necesidades financieras. Pero será creíble llegar a unos resultados, mientras parte de África, en el oeste y en el centro, está inmersa en tensiones políticas, de gobernabilidad tanto como de seguridad?
A parte del Sudán, que vive una guerra civil desde abril pasado, oponiendo el ejército y fuerzas paramilitares, generando desde entonces más de 5000 muertos, un exilio de 1.5 millones de personas, el desplazamiento de 4.5 millones de sudaneses, haciendo correr riesgos humanitarios en la región, el enfoque está puesto sobre la África Occidental y Central. La dimensión política no falta tanto como intereses geopolíticos en pantalla de fondo. Desde 1950, 109 golpes de Estado ocurrieron en este continente, que cuenta con 54 países reconocidos por la Organización de las Naciones Unidas. Revelan un malestar en término de gobernabilidad, fracturas sociales, numéricas y entre los países. La sucesión de golpes en África Occidental y Central desde 2020 ha inculcado una nueva dinámica. Sin duda, la situación de incertidumbre que surgió aparece difícilmente compatible con los objetivos de la urgencia climática definida estos últimos días en Kenia.
Los derrocamientos de los regímenes en países de la África francófona, tanto en Guinea (septiembre de 2021), Burkina Faso (enero y septiembre de 2022), Malí (agosto 2020 y mayo 2021), Níger (julio de 2023) y Gabón (agosto 2023) contienen todos, varios aspectos y argumentos simbólicos, políticos. Las consecuencias en término de seguridad y geopolíticas no faltan.
Esta parte de África, francófona, había establecido una relación que fue, hasta los años 1990, privilegiada con Francia. Desde entonces, la llegada de nuevos socios económicos globales como China (cuenta con las comunidades extranjeras mas importantes en Argelia, Angola e inversiones en todo el Sahel), la diversificación regional con países como Turquía, Marruecos, Emiratos Ärabes Unidos, la numerización de sectores de la sociedades abriendo espacios nuevos en término de formación (Canadá, Estados Unidos, para los más privilegiados) favoreció una nueva demanda social. Con una gobernabilidad puesta a raíz de los años, en tela de juicio, en término de representatividad política y de redistribución de las riquezas, aparecieron las distorsiones entre las necesidades de una población principalmente joven y los poderes establecidos con estándares occidentales, irreconciliables.
Francia estuvo en el frente de este contexto : simbólicamente representaba la ex-potencia colonial (del siglo XIX y mitad del XX, hasta 1960). ¡Cuántos debates en su propia sociedad interna tanto como en el exterior, surgieron sobre este pasado! Pero el mundo siguió con un nuevo rumbo: mientras China reforzaba su presencia comercial, Rusia volvía a través de enlaces bilaterales, como lo demostró la última cumbre de San Petersburgo el 28 y 29 de julio pasado con la presencia de representantes de 49 países africanos. Francia ha sido encerrada en la realidad seguritaria: la guerra contra los grupos integristas islámicos desde el 2012, imponiendo alianzas regionales y operaciones permanentes con una presencia de 5000 soldados activos confundió el mensaje de enlace y apoyo al desarrollo que también difundía. ¡Los tiempos durante los cuales las cumbres franco-africanas ilustraban la cooperación están bien lejos!
De aliado y socio natural, por los enlaces lingüísticos, geográficos, financieros (las monedas regionales están garantizadas por el tesoro francés), Francia apareció como un actor opresor. Visión cómoda pero hoy en día cotidiana, para muchos, ofreciendo la posibilidad de ocultar las responsabilidades nacionales en término de mala gobernabilidad. La trágica demostración de esta manipulación apareció estos últimos días, a través de ataques asesinos en Malí (64 muertos el 7 de septiembre pasado, dentro de los cuales 49 civiles y 15 militares en la región de Gao y contra un barco del río Níger llamado "Timbuctu”). 53 otros muertos en la región del Yatenga, en el norte del Burkina Faso. Y, por lo tanto, era para evitar este tipo de desastre que los regímenes golpistas anunciaron llegar en el poder: restablecer el orden nacional, introducir una nuevo orgullo permitiendo vencer contra grupos que supuestamente se benefician de la desmotivación de ejércitos que tenía de nacional solamente el apellido.
Esta contradicción con la realidad obliga a cuestionarse tanto sobre los beneficios sociales a mediano y largo plazo, como la lógica de nuevas alianzas con países como Rusia. Su estrategia consistió en establecerse a través del grupo Wagner desde el final de los años 2010: República Centroafricana, Malí, Burkina Faso, difusión de una propaganda en las redes sociales: la estrategia funcionó. Permitió acelerar una visión alternativa, que se presentaba como justa, al servicio de una "verdadera liberación", logrando contrabalancear un sistema de seguridad regional garantizado por el potencial de Francia, país que está pagando el más alto precio político, económico, sin olvidar a sus 59 mlilitares muertos en el Sahel. Europa tanto como sus aliados africanos, Chad, Senegal, Costa de Marfil, Camerún, países del golfo de Guinea, empiezan en ser cuestionados en esta otra forma de guerra para una influencia sobre el escenario internacional.
Tantos contrastes revelados, una vez más esta semana a través de la Cumbre sobre el clima en Kenia y las tensiones de África Occidental y Central. Mientras tanto, se tendrá que aportar respuestas a metas que conciernen el continente pero también la comunidad internacional: con una población de 2 mil millones en 2050, con necesidades en termino de formación, de acceso al agua, a la salud, a la educación, a la movilidad con transportes eficientes, África va a tener que buscar vías en favor de una cooperación regional. Por lo tanto, la diversidad parece prevalecer, mientras la estabilidad y justicia social parecen ser hipotéticas y lejanas. Más que nunca, África está en un cruce de caminos a la vez peligroso, cuestionable pero con oportunidades nuevas.


Politólogo francés y especialistas en temas internacionales.

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