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Carta sobre una manzana entera demolida para complacer al ego del presidente

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Por Paolo Luers
Periodista
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A principios de mayo, el MOP invadió el centro histórico de San Salvador, con maquinaria y batallones de trabajadores, incluyendo reos. Intervinieron no solo el Palacio Nacional, sino borraron del mapa toda la manzana al costado Sur del Palacio. Para ninguno de estos trabajos hay una base legal, ni existen los permisos necesarios por parte de la OPAMSS, de la alcaldía, de los ministerios de Cultura y Medio Ambiente. Ni siquiera de la recién creada Autoridad del Centro Histórico. Tampoco había una mínima planificación. Nada de esto.

La única manera de explicarse estas mega-obras es que Nayib, aunque teóricamente no funge como presidente y no puede ordenar nada, dio la orden al MOP de crear en el centro histórico el escenario adecuado para su entronización, que tendrá lugar el 1 de junio, frente al Palacio Nacional. Y para otro spot de televisión.

Yo me imagino la reunión más o menos así:

Romeo, el imitador de Nayib a cargo del MOP: “Presidente, ya estamos trabajando en el Palacio. Tendrá pisos nuevos, como usted ordenó. Hay muchas protestas, pero los trabajos avanzan.”

Nayib, el presidente electo: “Vi las fotos de drones que publicaron. Los invitados van a ver detrás del Palacio todo este mierderío de casas viejas. Quítenme esto. No quiero que mis invitados vean la miseria.”

Romeo: “Pero presidente, no podemos demoler toda una manzana. Hay edificios protegidos, toda la manzana es protegida.”

Nayib: “Me vale. Traigan buldóceres y boten esta manzana”. Luego puso en Twitter lo siguiente: “Lo seguiremos haciendo, contra viento y marea, como siempre”. Quiere decir, contra leyes y reglamentos, como siempre.

Romeo: “Ordene, mi presidente. Pero, ¿qué hacemos con este espacio vacío? ¡Es una manzana entera!”

Nayib: “Quiten el ripio, pongan todo bien plano y limpio, hagan un plaza, con piso bonito, con macetas. Pongan algún monumento que les sobre”.

Romeo: “Pero ahí nunca ha sido contemplada una plaza, presidente”.

Nayib: “Ahora sí, yo la contemplo. Después vemos qué hacemos con esta manzana. Algo construiremos ahí. Por ahora quítenme el mierderío y pongan todo limpio”.

Romeo: “Dígame una cosa: ¿cómo consigo los permisos de la alcaldía, de Cultura, de la OPAMSS, para la demolición? Esto tarda meses”.

Nayib: “Esto déjemelo a mí. Yo lo arreglo”.

Romeo: “Otra pregunta: ¿y los propietarios de los terrenos?”.

Nayib: “Ya hablé con Durán. Va a mandar a cerrar todos estos negocios. Nadie nunca ha tenido permisos de operación en esta zona. Cerrado por falta der permiso. Vos demolé, yo luego me arreglo con los propietarios. Es un proyecto de interés nacional. Fin de la discusión”.

Así más o menos. Romeo cumple. El alcalde cumple. El Concejo Municipal no sabe nada. La ministra de Cultura, callada. Medio Ambiente, ausente. Los buldóceres hacen lo suyo. Ya están poniendo el piso. Habrá una plaza.

¿Suena sarcástico lo que escribo? Sí. El sarcasmo es el arma del impotente.

Desde que Bukele fue alcalde de Nuevo Cuscatlán, luego de San Salvador y ahora como presidente: Las prioridades, las inversiones de fondos públicos, los grandes proyectos no nacen de un estudio de las necesidades de desarrollo, nacen del mercadeo político. Todo es imagen. Es cierto el dicho popular que estamos gobernados por una agencia de publicidad. Se hacen mega obras que cambian por siempre el carácter del centro histórico, su identidad, su tejido social, su demografía. Los pobres ya no van a caber. Todo por un capricho, con improvisación y sin transparencia.

Es cierto que había que intervenir el centro histórico. Estaba muriendo. ¿Pero intervenir para qué? ¿Para restaurar? ¿O para modernizar, y gentrificar, desplazando todo lo que existía en ese hábitat?

Sobre esto escribió una columna muy acertada la escritora Jacinta Escudos, bajo el título Memoria y Ripio. Habla de “la demolición de casi todas las edificaciones de la mencionada cuadra, que incluía algunas de las casas más antiguas de la ciudad, con pisos de ladrillo hidráulico y detalles en madera y lámina troquelada” – y concluye: “No hay conocimiento sobre los conceptos de restauración, remodelación, renovación, revitalización y modernización. Cada uno de ellos implica procedimientos, resultados e intenciones diferentes.”

Propongo a los medios que investiguen cómo se expropiaron los edificios y terrenos de la manzana demolida, y que exijan ver los permisos y los planes aprobados.

Y a los lectores les digo: Cultura es más que un espectáculo iluminado con luces LED de todos los colores. El país no es una discoteca.

Saludos, Paolo Lüers

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