El día después del COVID -19, así será la nueva vida a partir de ahora

Quizás los que más afecten sean los cambios sociales, por el contrario se percibe un ritmo acelerado en la ciencia y salud.

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Foto EDH / David Martínez

Por N. Hernández / Agencias

2020-05-06 7:24:33

Mientras el Gobierno de El Salvador renueva las restricciones de circulación y establece nuevas medidas, otros países como Suecia e Islandia ya se están adaptando al nuevo coronavirus y este se ha integrado a la vida diaria y “normal” a partir de algunos cambios.

Los 187 países que han sido afectados por la enfermedad COVID -19 tuvieron que hacer uso de cuarentenas, uso obligado de mascarillas, distanciamiento social, suspensión de comercios y clases para tratar de controlar la transmisión del virus que ya ha dejado más de 3.6 millones de contagios y más de un cuarto de millón de muertes.

El microoganismo de 15 genes ha logrado alterar la sociedad construida por mamíferos de 30,000 genes, con una doble crisis sanitaria y económica. Ahora solo queda aprender a vivir con él.

“Creo que tenemos que entender que esta podría ser la nueva normalidad. Es posible que no logremos reducir la transmisión mucho más”, dijo en el programa Today, de NBC, el ex director de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) Scott Gottlieb.

“El escenario más probable es que los casos aumenten, no que disminuyan. Por eso necesitamos pensar cómo será el país si a la vez tenemos transmisión del virus y tratamos de recuperar algún sentido de normalidad”, dijo.

Y sobre todo implicaría al menos dos cosas principales: 1) que el día después del COVID-19 ya llegó, y no resultó ser un mundo libre del SARS-CoV-2 sino un mundo en convivencia con él y 2) que la salud pública seguirá siendo un frente de batalla.

“Es más honesto plantear la nueva normalidad post-COVID no en términos de predicciones, sino como una serie de elecciones”, propuso Donald Berwick, presidente emérito del Instituto para el Mejoramiento en la Atención de la Salud (IHI) de Boston, Massachusetts, en una columna en JAMA

Pandemia, un cambio perdurable

El progreso

En el ámbito de la salud se trabajaba al menos 17 años para obtener datos preliminares sobre medicamentos o enfermedades. Pero el COVID – 19 impuso otro ritmo.

En China se construyeron, literalmente de cero, 12 hospitales: en Londres, en solo 18 días el Servicio Nacional de Salud (NHS) convirtió el enorme Centro de Convenciones Excel en una unidad de terapia intensiva de 2,900 camas y lo renombró Nightingale Hospital London.

Pero sobre todo el cambio de ritmo se notó en la investigación y la capacidad de compartir experiencias y protocolos, como los Lineamientos Clínicos que el Hospital Brigham and Women’s puso en línea: “El ritmo anterior de elaboración de guías oficiales, al que estábamos acostumbrados, habría demandado meses o años”.

Apenas semanas después del brote en Wuhan una serie de casos, de unos 73,000 pacientes, definió los factores de riesgo de mortalidad básicos.

“Las empresas biomédicas, las startups y las universidades aceleraron la producción de nuevos diagnósticos, antivirales y vacunas”, agregó.

Los estándares

El nuevo coronavirus ha enseñado lecciones duras a médicos y hospitales. Contra la defensa de la autonomía clínica como base de la excelencia, la combinación de la extrema complejidad del COVID-19 con su alta tasa de contagio hizo que la norma fuera respetar los procesos clínicos estandarizados. Todo el personal de la salud se encontró buscando con ansiedad la orientación de fuentes confiables, y nada más.

“Los clínicos y los hospitales quieren asesoramiento sobre cómo manejar los dilemas éticos no deseados que pueden encontrar si y cuando los recursos llegan a sus límites”, como sucedió, por ejemplo, cuando había más pacientes necesitados de respiradores que máquinas disponibles. Si el 11 de marzo las academias nacionales de Ciencia, Ingeniería y Medicina de los Estados Unidos crearon un Comité Permanente de Preparación para Infecciones Emergentes y Amenazas del siglo XXI, en solo un mes ya se disponía de 11 documentos formales para la “consulta rápida” de expertos.

Protección de los trabajadores de la salud

Del mismo modo que el SARS, el MERS y el ébola pusieron a médicos, enfermeros y demás personal sanitario en un altísimo riesgo, el COVID-19 también lo hizo, solo que en una escala mucho más masiva dada su condición de pandemia. Y precisamente por el volumen de casos dejó a la vista que durante décadas faltó atención a la seguridad de quienes curan a los enfermos y por eso son el eslabón más fuerte de la cadena social en una crisis como esta. La falta de equipo de protección personal, incluido algo tan básico como los barbijos, fue el aspecto más visible del problema.

“¿La nueva normalidad abordará más adecuadamente la seguridad física y el apoyo emocional del personal sanitario en el futuro?”, se preguntó el experto.

La desigualdad

Pero en opinión de Berwick la elección más urgente que impone la nueva normalidad post-COVID es la desigualdad.

Para los analistas de la salud y de la justicia no ha sido una sorpresa enterarse del mayor impacto de complicaciones y muertes por el coronavirus entre “los pobres, las minorías sin representación, los marginados, los encarcelados y la población indígena”, enumeró. “En Chicago, la población afroamericana es del 30%, pero representa el 68% de las muertes por COVID-19. En Wisconsin, es del 6% pero representa el 50% de las muertes”, ilustró.

“Cualquiera que estudie el costo de la gran desigualdad, ya sea en los Estados Unidos o en el mundo en general, podría haber predicho esas muertes desproporcionadas con absoluta certeza mucho antes de que ocurrieran”. La pregunta más importante de la nueva normalidad es si los políticos y la ciudadanía se comprometerán a “crear una red de seguridad social y económica firme, generosa y duradera” o no. “Eso haría más por la salud y el bienestar humano que cualquier vacuna o droga milagrosa”.

El problema de la vieja normalidad

Estos cambios tectónicos, que implican también una mayor confianza en la orientación científica y la información de calidad contra las noticias falsas, así como el uso de mascarillas en público para la protección de los demás, las citas laborales y personales en Zoom o Skype y la distancia social de dos metros, podrían desaparecer, efecto de la vieja normalidad, si a medida que las sociedades vuelven a abrirse no se establecen “políticas y prácticas” que las mantengan. Y también habrá consecuencias políticas: pronto la gente preguntará a sus autoridades políticas, y votará en consecuencia, por qué los países estaban tan poco preparados para una pandemia.

“No será el destino lo que cree la nueva normalidad: serán nuestras elecciones”, advirtió Berwick.

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