El regalo más precioso: el Estado de derecho

“El pasado me ha revelado la estructura del futuro”, Pierre Teilhard de Chardin, S. J.

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Rembrandt, Pallas Athena, 1657. Museo Gulbenkian, Lisboa.

Por Katherine Miller. Doctorado en Estudios Medievales y Renacentistas de UCLA.

2021-12-26 6:20:57

En esta temporada de dar y recibir regalos, ¿en qué podría consistir el regalo más precioso? Una clave se encuentra en un dicho popular de la Edad Media que reza “El que nos quita la ley, nos quita todo”. Si la ley es la base sobre la que se ha construido toda una sociedad, el hecho de quitársela a un pueblo, es quitarle todo. Eso implica que la ley, la justicia, el sistema judicial que conforma el mero Estado de derecho, lo convierte en lo más precioso de todo, quitándolo del pueblo es quitarlo todo, dice la sabiduría popular más pragmática. Hemos recibido, en calidad de herencia, un asunto sumamente precioso de la civilización europea.

Una manera primordial para que estas ideas de justicia se filtren y penetren en las sociedades de las que forman parte es por medio de la literatura, que no es simplemente un medio de educación: es una celebración de lo que es más valorado en una sociedad.

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La primera presentación de un sistema de justicia en una buena sociedad se encuentra en La Ilíada de Homero, probablemente de los siglos VIII-VII BCE. En este poema se presenta el escudo de Aquiles; la madre del héroe griego, Thetis, pide la confección de este al dios herrero, Hefesto, cuando Aquiles finalmente decide regresar a la Batalla de Troya. Esta es tal vez la primera representación de una buena sociedad. Acá se habla de un mercado público donde unos ciudadanos están debatiendo y argumentando sobre cómo solucionar un caso de homicidio. Este está en el escudo que Aquiles carga para defenderse en medio de la Guerra de Troya, y en este artefacto es donde el poeta parece estar señalando la importancia de la justicia que se ubica al centro de una buena sociedad. Esta es la propuesta y hay que defenderla.

Después de la Guerra de Troya, los comandantes y combatientes regresaron a sus hogares. En dicho momento se presenta ante una audiencia de Atenas del siglo V BCE —escrito por el dramaturgo Esquilo— Agamenón, quien regresa a casa, la sangrienta Casa de Atreus. El homicidio horrendo ocurre en la primera escena. Hasta aquí, tenemos la representación dramática de una forma primitiva de justicia; es decir, la venganza personal, individual y sangrienta de una sola persona, obligatoria en la justicia de una sociedad primitiva. Pero el poeta no deja el asunto así.

Escudo de Aquiles, inspirado en Homero y publicado en la Memoria sobre la descripción del escudo de Aquiles por Homero de Antoine Chrysostome Quatremère de Quincy (1755-1849).

Como es una trilogía, sigue el desarrollo. En las últimas escenas, la diosa Pallas Atenea promulga el juicio de Orestes, acusado por el homicidio de su madre, Clitemnestra. Se realizaría por medio de una corte de justicia que incluye un jurado de ciudadanos que incorpora, de igual manera, la personificación de la venganza personal, sangrienta e individual, metafóricamente representadas por las diosas antiguas de la Tierra, las Furias como una suerte de fiscal colectiva. Ella declara que así funciona la justicia, de una manera imperturbable, aún cuando duerman los ciudadanos, porque está encima de la sociedad, no cambiante y no depende de una sola persona poderosa.

La procesión final de la obra es una representación iconográfica de estas ideas de un sistema de justicia completo. Incluye a las Furias, ahora bajo égida y tutela de un sistema legal, formal, conformado en una corte de justicia. Con eso, Esquilo enseña a las audiencias griegas del siglo V como se conforma una corte y cómo funciona. Es la plena imagen del primer Estado de derecho. Y es un regalo de los dioses.

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Los romanos prestaron estas ideas para la confección del derecho romano operante por su imperio. Al comenzar a fragmentarse, se perdieron las ideas y los textos se esparcieron y tuvieron que ser recopilados por el último emperador romano en Bizancio, Justiniano, en el siglo VI CE. Esta es el Corpus iuris civilis (el derecho común civil del sistema de justicia romano), que se perdió durante unos siglos. Reaparece en los comentarios y glosas de la primera universidad a finales del siglo XII en Boloña, cerca de Venecia, en el norte de la península itálica.

Importante tomar nota: la primera universidad europea fue formada en base al estudio de derecho y cómo formar un Estado de derecho. Una agrupación de profesores bajo el gran maestro Irnerius trabajaron en comentarios y glosas marginales en los textos del Corpus iuris civilis, no solamente para saber cómo implementar un Estado de derecho civil, si no cómo construir el Estado de derecho de la iglesia, el Estado de derecho canónico, para completar los dos sistemas de justicia: civil y canónico. Eso fue cumplido paulatinamente durante unos siglos por renombrados profesores que atrajeron estudiantes a un sistema de corporaciones de alumnos y profesores de toda Europa Occidental, primero en Boloña y después en Salerno, París, Montpellier, Oxford y demás.

Dante y Virgilio saliendo del bosque oscuro. Gravado de 1861, de Gustave Doré.

Comenzar este sistema con la recuperación de cómo conformar un Estado de derecho —el ius commune (derecho común para toda Europa)— es impresionante porque refuerza la idea de que las leyes, el derecho, el sistema de justicia, conforman el Estado de derecho en sí. Las leyes son regalos del pasado antiguo, imprescindibles, la base para la construcción y reconstrucción de las ciudades que habían muerto, el comercio internacional reavivado y las instituciones de los gobiernos.

La celebración más ilustre de la justicia en forma literaria de la Edad Media ocurrió en el siglo XIV, también en la Península Itálica, en Toscana, con La Divina Commedia de Dante Alighieri, quien comienza su poema con una pérdida. Es que la justicia se ha perdido una y otra vez en el transcurso de la historia europea y tenía que ser recuperada de varias maneras. El poema de Dante muestra a los lectores y oyentes un personaje en representación del poeta histórico mismo, con un nombre que yacía perdido en un bosque de errores y que no sabía cómo había llegado allí, ya que eso no fue su intención.

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Así el poeta construye la arquitectura ultramundana de la Justicia (con mayúscula) de Dios, fundación para el Estado de derecho aquí en la Tierra, que consiste, en primera instancia, en el Infierno donde están castigados los que han cometido uno u otro de los siete pecados mortales en vida; o en privado o como parte del gobierno civil o canónico. El Infierno, nos dice el poema, es producto de la justicia de Dios y su amor a los seres humanos. La justicia es el centro del universo de sus tres reinos. Dante cuenta en otra obra que él escribió este poema sobre justicia en el idioma del pueblo para que hasta las mujeres en la cocina pudieran entenderla y coger el regalo de Dios, que es la justicia con amor y gracia.

Regresando al infortunado poeta perdido en el bosque oscuro, este no puede encontrar el camino a la salvación por la justicia de Dios. La Virgen María le envía tres guías. El primero, Virgilio, se dedica a explicarle a Dante —en el poema— la justicia a todo nivel, de las imágenes y situaciones en una gira por la justicia a la romana, ya que Virgilio es el poeta romano de La Eneida, en donde un excombatiente de la Guerra de Troya, Eneas, es enseñado sobre cómo es que la justicia es la fundación del imperio, ya que tiene que crearlo con toda clase de pérdidas y errores. El segundo guía es la persona de la mujer amada, pero no es la Beatriz a quien Dante ama aquí en la Tierra. Virgilio entrega el personaje del poeta a ella en el Purgatorio, la montaña de la justicia de Dios en que los pecadores piden, hasta en el momento de la muerte, a la Virgen María salvarlos. La posibilidad de purgación es un momento democrático en el desarrollo de la justicia y los pecadores han sido educados sobre cómo liberarse de las deformaciones de la injusticia.

Retrato de Geoffrey Chaucer, poeta británico (circa 1340-1400)

Beatriz no es una profesora cariñosa. Es fuerte y firme en forzar a Dante a entender que es la justicia misma de Dios el que lo va a salvar, ya que incluye el amor, pero no es solamente el amor. Es la justicia en el pleno sentido del sistema judicial de la Iglesia y el entendimiento y seguimiento de su doctrina. Después de regañar al poeta en varias dimensiones, Beatriz entrega al poeta —en el Paraíso— a S. Bernardo de Clairvaux, quien introduce al poeta en una unión mística con Dios en los últimos cantos.

Unos 100 años después, un tal Geoffrey Chaucer en la Inglaterra del siglo XIV, escribiría cómo un grupo de peregrinos de todas clases van de peregrinaje para dar gracias al santo más inglés, S. Tomás Becket, mártir de la justicia de la Iglesia en su enfrentamiento con el derecho civil manejado por un rey desviado con egoísmos. Entre los peregrinos está el Man of Law (un notario), que ha estudiado los maestros de Boloña y tiene 20 tomos de Aristóteles al pie de su cama, todos empastados en rojo y negro brillante. La profesión de abogado defensor y fiscal es presentada ante nuestros ojos en su plena gloria judicial, bien estudiado y en vocación recto y singular al servicio del pueblo.

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La literatura ha servido como transmisor para celebrar a la justicia en las excavaciones de la expedición arqueológica de la paleontología, en donde se pueden examinar los huesos que apoyan las estructuras de un Estado de derecho. Ha sobrevivido por siglos a pérdidas y recuperaciones. Es un regalo que merece ser recobrado una vez más para la construcción del futuro después de la pandemia de errores.

FIN