Régimen de excepción es la nueva versión del estado de sitio de las autocracias del siglo XX
Para algunos estudiosos e investigadores, las claves para descifrar el régimen de excepción aún vigente están en el pasado de El Salvador, un pasado que también plantea posibles desenlaces.
29 de mayo de 2025: los diputados aprueban la prórroga 39 del régimen de excepción, que se mantiene vigente hasta el 4 de julio. Estado que ha dejado sin efecto una serie de garantías o derechos de los ciudadanos.
De estas 39 prórrogas, 38 son inconstitucionales, porque la "excepción" solo puede extenderse 60 días, esto según el artículo 30 de la Constitución de la República de El Salvador.
Sin embargo, los legisladores justificaron el último decreto aprobado, alegando que es necesario "continuar con la medida porque aún existen grupos terroristas y que, de no seguir con el régimen de excepción, podría existir un retroceso en los resultados en materia de seguridad", según nota en el sitio oficial de la Asamblea Legislativa.
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No obstante, la historia de El Salvador ha demostrado que este tipo de estrategias represivas fueron implementadas en diferentes épocas con un trasfondo distinto, mucho más allá de la justificada persecución del "enemigo al acecho".
"… el régimen de excepción es la nueva versión del antiguo estado de sitio que usaban los gobiernos en el siglo XIX y XX, cuando asumían o veían que habían rebeldes o movimientos sospechosos, para tratar de boicotearlos… Pues este régimen de excepción (2025) es justamente eso, y se confirma porque ya no se está usando para combatir pandilleros, sino para perseguir también a opositores, ambientalistas y otras personas. Ya no faltará el día en el cual empezaremos a ver otro tipo de persecuciones", asevera el investigador salvadoreño residente en Barcelona, Carlos Cañas Dinarte.

Y en efecto, en gobiernos pasados como el del general Maximiliano Hernández Martínez (1931 a 1944), Óscar Osorio (1950 a 1956) y José María Lemus (1956 a 1960), el estado de sitio fue decretado para arrebatar los derechos humanos de la sociedad civil y poder perseguir con facilidad a la oposición y la prensa incómoda.
Para devolvernos en el tiempo y constatar que muchas de las situaciones actuales son más bien patrones recurrentes en la historia política del país, conversamos con el historiador Gerardo Monterrosa, del Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
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"En el martinato muy pocas veces se levantó el estado de sitio, porque después de las insurrecciones, se manejó siempre que 'el enemigo al acecho' era el comunismo, y que por ende eso justificaba mantener el estado de excepción para que el Estado pudiera poner orden y mantener este enemigo siempre neutralizado", indicó el especialista en el siglo XX.
En este punto, hay que recordar por qué es importante anular los derechos humanos. Para ello, Monterrosa recuerda la II Guerra Mundial, cuando Hitler despojó a los judíos de su dignidad de seres humanos. "Yo creo que el truco de estos gobiernos autoritarios es precisamente quitarles ese estatuto ontológico de seres humanos para poder eliminarlos, exterminarlos".

Hernández Martínez llegó al poder en 1931, después del golpe de estado al presidente Arturo Araujo Fajardo y su dictadura se bautizó con la matanza de indígenas de 1932 en el occidente del país; y desde ahí, decretó el estado de sitio.
En un inicio, el generalísimo contó con el apoyo de la sociedad civil y llegó a gozar de popularidad, pero tras su reelección en 1939 —aprobada por una asamblea constituyente, por seis años— , el ambiente comenzó a nublarse.
Las voces opositoras se alzaron entre algunos militares, intelectuales, líderes de opinión y la prensa. Estos pidieron eliminar el estado de sitio, pero finalmente Hernández Martínez lo justificó, argumentando que le facilitaba poner orden y combatir a los enemigos. "… pero tenía otros objetivos en el trasfondo y la gente lo sabía: era perseguir a los enemigos políticos", resaltó Monterrosa.
Justo en la actualidad, el investigador de la UNAM afina su más reciente investigación sobre el exilio y el asilo político durante el martinato. Para los perseguidos por el régimen en eta época existían tres opciones: el entierro, el destierro o el encierro.

Al respecto, Cañas Dinarte lo confirma y menciona el caso de los periodistas Joaquín Castro Canizales "Quino Caso" y Napoleón Viera Altamirano, fundador de EDH.
Es famosa la anécdota que detalla que Quino Caso fue obligado a salir de su casa en la noche para abandonarlo sin ropa en la isla de Meanguera. "Lo abandonaron ahí, y el hombre como pudo logró que los campesinos de la zona le dieran algo de ropa… vivió muchos años exiliado en Managua, Nicaragua, y en San José, Costa Rica", agregó el también escritor.
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El catedrático de la UNAM recordó, además, a la maestra y poeta Amparo Casamalhuapa, quien fue obligada al destierro por el ejército a través del estado de sitio, después de un famoso discurso que ella promulgó en la plaza Bolívar, hoy plaza Barrios, acusando a Martínez de tirano, entre otras denuncias en contra de su gabinete. "Y con Osorio fue lo mismo. Llegó a la presidencia en septiembre de 1950 y en 1952 decretó el estado de sitio para seguir persiguiendo al comunismo. Ya en 1956, lo decretó para perseguir a los opositores. Esto es una constante en la historia salvadoreña", enfatizó.
Cañas Dinarte también recordó que el régimen de José María Lemus fue famoso porque en el avión presidencial mandaba a dejar periodistas tirados en Managua y Costa Rica. "Los expulsaba del país, no le importaba", subrayó.

ESPIONAJE Y CASTIGO
Otra situación actual que también se vivió en el pasado en contra de los enemigos de los gobiernos autoritarios fue lo que se conoce como el castigo ejemplarizante, cuyo objetivo, además de la represión de los opositores, fue imponerse a través del miedo.
Los detractores de los gobernantes eran castigados públicamente para que el resto de la población entendiera cuál era el destino de los enemigos del orden.
"Así comenzaron a llegar acá a México, militares, artistas, intelectuales, periodistas", afirma Monterrosa; personajes con cierto nivel de formación, criterios y conocimiento.
"Los exiliados no siempre son personas de las clases populares o desprotegidas, es gente de clase media. Claro, las clases bajas suelen estar felices y cómodas con el ambiente seguro, la construcción de inmuebles como estadios y parques…", añadió el estudioso.

En este punto, es importante resaltar que los dictadores o tiranos suelen llegar al poder, porque la sociedad los necesita, los aclama como la solución a un desastre político que urge de un salvador.
"En 1999-2002, la población ya pedía un dictador como Martínez que pusiera orden; la gente terminó pidiéndolo y Nayib se los terminó dando. En todo caso, los responsables de este nuevo régimen se llaman: ARENA y FMLN", resaltó el mexicano.
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Monterrosa reconoce que aunque los regímenes de Hernández Martínez y Bukele tienen muchas semejanzas, hay algo que los diferencia: el actual presidente de El Salvador fue elegido en una jornada electoral.
Ahora bien, para mantener a raya a los "enemigos al acecho", tanto en el martinato como en los 60 y 70 se recurrió al espionaje, gracias al estado de sitio y la eliminación de los derechos humanos. De esta forma, se desacreditaba a los oponentes ante la opinión pública. "Y esto lo podemos comparar en este momento con el trabajo de desprestigio y acoso que se hace en las redes sociales, cuestionando todo…", agrega el norteamericano.

Vale resaltar que estos regímenes, en materia económica, no contribuyeron a disminuir las grandes diferencias entre clases sociales. Más bien, enriquecieron más a los ricos, fortalecieron nuevas élites y los pobres siguieron siéndolo.
Si bien los estados de sitio contribuyeron a perpetuar el poder de ciertos gobernantes, fueron estos mismos con sus errores y abusos de poder los que terminaron por desencantar al pueblo salvadoreño, que si bien los encumbró en su día, también los castigó a su tiempo. Y la comunidad internacional también tuvo un rol que jugar.

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