Antonio Romero (San Salvador, 1978) es un nombre que resuena con fuerza en el arte contemporáneo centroamericano.
Licenciado en Artes Plásticas con especialidad en pintura, su obra —parte de la colección permanente del Museo Reina Sofía de España— navega entre lo político y lo poético. Y en 2025, su trabajo cruzó el Atlántico nuevamente para formar parte de ARCOlisboa, la feria internacional de arte contemporáneo portuguesa, gracias a la Galería Memoria de Madrid.
Te puede interesar: El miedo es el mejor de los constructores de tiranías
La participación de Romero no fue casual: la citada galería, fundada por Alejandro de Villota en 2020, busca visibilizar narrativas periféricas. En su stand B04, Romero compartió espacio con el guatemalteco Antonio Pichillá, tejiendo así un diálogo entre las violencias de El Salvador y la resistencia cultural tz’utujil de Guatemala. "No es fácil ser seleccionado", admitió Romero vía mensajería.
Su propuesta para ARCOlisboa combinó obras de "Tropicalia" —serie que diluye individuos en paisajes colectivos— con los "Retratos de Twitter", donde muestra rostros difusos que emulan a las fotografías de detenidos publicadas sin juicio previo en redes sociales.

Hay que resaltar que Romero, a través de su propuesta visual, investiga la violencia institucional desde una mirada salvadoreña.
En "Retratos de Twitter", convierte publicaciones virales en pinturas que cuestionan la deshumanización digital. "Los rostros escapan de la inmediatez de las redes para ser condenas eternas", explica la Galería Memoria en sus redes sociales. Su técnica —acuarelas y acrílicos con tonos oscuros— evoca el anonimato forzado y la complicidad de un poder que opera en las sombras.
Lee también: Caricaturistas salvadoreños de antaño (1900-1940)
Pero su crítica va más allá. En "Tropicalia Vol. 1" (expuesto en el Museo MARTE de julio 2024 a abril 2025), Romero presenta paisajes salvadoreños donde las figuras humanas se funden con los parajes. "La persona puede ser cualquiera", señala la descripción. Es como un alegato contra la pérdida de identidad en sociedades fracturadas por la violencia y la deshumanización.
Ahora bien, para entender la obra de Romero, es clave definir qué es "violencia institucionalizada". Según Eduardo Hodge Dupré, director de la Escuela de Humanidades de la Universidad Gabriela Mistral de Chile, en "La violencia latinoamericana en perspectiva histórica: una propuesta teórica a partir de la trinidad de Galtung" (publicado en el número 23 de Meridional, Revista Chilena de Estudios Latinoamericanos), este fenómeno es un 'continuum' (un proceso continuo) histórico con tres rasgos: Endógeno, pues es generado desde dentro de los Estados; Localista, porque está concentrado en territorios específicos; y Civil, porque es ejecutado entre conciudadanos.

La teoría de Johan Galtung (citada por Dupré) explica la persistencia de este tipo de violencia de tres formas: Violencia directa, masacres o represión puntual, como detenciones arbitrarias. Violencia estructural: sistemas que perpetúan desigualdades, como la corrupción. Y Violencia cultural, reflejada en discursos que normalizan la opresión, como los estereotipos mediáticos.
En cierta manera, Romero captura esta trinidad en su propuesta artística. Sus retratos difusos sin nombre reflejarían la violencia directa; los paisajes de "Tropicalia", la estructural; y el uso de redes sociales como materia prima, la cultural.
Centroamérica en ARCO
La curaduría de Galería Memoria destacó en sus plataformas digitales cómo Romero y Pichillá exponen "narrativas compensatorias". Mientras Pichillá deconstruye textiles tz’utujiles para reivindicar saberes indígenas, Romero interpela al poder desde la pintura.
Ambos desmontan el canon occidental, pero el salvadoreño lo hace con ironía: sus parodias del poder —como autoridades que esconden su rostro— son como un guiño al absurdo de la impunidad.

Tras una residencia en el Lab of Experimental Art (LEA) en Madrid en 2025, donde experimentó con estampación y su personal universo de retratos oscuros y enigmáticos, Romero sigue combinando creación y gestión cultural en el Centro Cultural de España en El Salvador. Además, actualmente es curador de la sala temporal del Teatro Luis Poma, desde donde sigue visibilizando el talento nacional y del istmo.
En definitiva, Antonio Romero no pinta cuadros para decorar, puebla espejos donde Latinoamérica debe mirarse. Su selección en ARCOlisboa 2025 es un triunfo del arte que incomoda, pero también una advertencia, de que la violencia institucional no es un tema del pasado, sino un presente que exige memoria.
Como él mismo lo ha expresado antes, la cultura es peligrosa para el poder porque invita a repensar todo. Y su obra, sin duda, es un llamado a repensar.

(Artículo elaborado con asistencia de IA)
MÁS SOBRE ESTE TEMA
KEYWORDS
Artistas Salvadoreños Cultura Festivales De Arte Portugal Trends Ver Comentarios