"Habitamos un mundo gobernado por el miedo, el miedo manda, el poder come miedo, ¿qué sería del poder sin el miedo? Sin el miedo que el propio poder genera para perpetuarse". Con esta reflexión, Eduardo Galeano inicia su poema "El miedo manda", uno que invita al lector a cuestionarse qué tanta influencia tienen sus temores sobre sus actitudes.
Pero es vital detenerse en la última afirmación, pues a través de la historia de la humanidad, el miedo ha sido el más diestro edificador de las más crueles tiranías.
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Netflix lo muestra en la era del streaming, al centrar el tercer episodio de su docuserie "Cómo se convirtieron en tiranos" ("How to Become a Tyrant", en inglés) en esta primitiva emoción que comparten humanos y animales.
Se titula "Gobernar mediante el miedo", y utiliza la figura de Idi Amin Dada, y su brutal régimen en Uganda entre 1971 y 1979, para ilustrarlo. No está de más recomendar a los maratonistas de series esta producción, que tiene como narrador al actor de "Juego de Tronos", Peter Dinklage.
No cabe duda que la realidad supera la ficción, basta con analizar los regímenes actuales de Daniel Ortega en Nicaragua, Vladimir Putin en Rusia o Nicolás Maduro en Venezuela.

Pero qué ocurre en El Salvador, en donde gobierna el presidente "más cool", el jefe de Estado que promueve a la nación cuscatleca como la más segura del mundo.
En sectores de la sociedad salvadoreña actual como el de Cultura, es muy difícil obtener declaraciones o información fidedigna, pues la respuesta constante es: "Si lo usa, no ponga mi nombre", "No quiero problemas" o "Prefiero no hablar de ese tema".
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Lo cierto es que esta realidad del "miedo" no es nueva en el país y para confirmarlo, el historiador salvadoreño Héctor Lindo aceptó responder a un conjunto de interrogantes de El Diario de Hoy.
¿Cómo definiría el "miedo político" en el contexto de la manipulación de masas? ¿Sólo regímenes tiránicos lo utilizan?
El "miedo político" ocurre cuando gobernantes utilizan los mecanismos del Estado para infundir temor y de esa manera controlar a la población. A través de la historia gente poderosa ha buscado transmitir mensajes intimidatorios para contener a rivales y asegurar la sumisión de los gobernados.
Las Constituciones surgieron para frenar estos impulsos. Sus elementos básicos, como el establecimiento de tres poderes del Estado (ejecutivo, legislativo y judicial) además de la enumeración de derechos de la ciudadanía, tienen el objetivo de evitar el uso irrestricto del poder por parte de los gobernantes. La población queda indefensa ante sus imposiciones si deja de funcionar este marco normativo.

¿Cuáles son las principales fuentes de las que emana el miedo?
Las personas tienen miedo justificado cuando saben que no hay frenos para las acciones de la gente poderosa, cuando no se respetan los principios constitucionales. Un ejemplo de esto ocurre cuando los jueces carecen de la independencia para declarar que el gobierno ha cometido un error, o cuando no tienen la capacidad de liberar a un prisionero, impedir una expropiación o declarar la inconstitucionalidad de un acto del Ejecutivo. El miedo que imponen los dictadores es efectivo cuando la población sabe que si el gobierno comete una injusticia no hay a quien acudir, pues no hay recursos legales o políticos para protegerse de las decisiones emanadas desde las oficinas de las altas autoridades.
¿Qué tácticas han sido históricamente más efectivas para infundir miedo en las masas?
Las estrategias son demasiado variadas como para hacer una enumeración exhaustiva en esta entrevista, pero le puedo dar algunos ejemplos de la historia salvadoreña. La represión directa es una estrategia comúnmente asociada con los gobiernos tradicionales, y en El Salvador existen numerosos ejemplos de su aplicación. En 1922 las autoridades atacaron con ametralladoras a una manifestación de mujeres para asegurar la elección presidencial de Alfonso Quiñónez Molina. Diez años más tarde, el dictador Hernández Martínez ordenó una matanza de grandes proporciones para reprimir un complejo levantamiento campesino y diezmó a los pueblos originarios. En la década de 1970, los gobiernos del PCN lanzaban el ejército a la calle a atacar manifestaciones de maestros, obreros y estudiantes, varias veces con importantes saldos de muertos y heridos. El objetivo de la brutalidad siempre era el mismo: advertir al resto de la población que no se tolerarían desafíos al ejército.

Los gobiernos militares empleaban tanto la represión directa como métodos más sutiles de control. Por ejemplo, La ambigüedad calculada en la letra de la ley facilitaba su aplicación a conveniencia de las autoridades de turno. La Constitución de 1950 prohibía "la propaganda de doctrinas anárquicas o contrarias a la democracia". La ambigüedad de esta formulación permitía múltiples interpretaciones, lo que era aprovechado por los militares para controlar la libertad de expresión y obligaba a cualquier opositor a practicar la autocensura.
Las demostraciones de fuerza, como los despliegues militares, se utilizaban para proyectar una imagen de poder indiscutible. El uso de símbolos de autoridad, como uniformes y despliegues lujosos, tenían el mismo efecto de mostrar dominio. Podemos retroceder a finales del siglo XIX, para mostrar la durabilidad de estas tácticas. En 1894, Rubén Darío describió con sorna la afición de los hermanos Ezeta (Carlos el presidente y Antonio el vicepresidente), por los uniformes lujosos que importaban de Europa para verse "presidenciales", mencionando que Antonio Ezeta usaba un gorro de piel rusa que, aunque inapropiado para el clima, le otorgaba un aspecto intimidante.
La amenaza a las reputaciones era otra estrategia que podía ser tan efectiva como ataques a la integridad física. Tanto el dictador Martínez como los gobiernos militares utilizaban el epíteto de "comunista" para descalificar a cualquier intelectual de la oposición. Las campañas de desprestigio podían incluir también acusaciones infundadas de corrupción o escándalos privados.

El miedo se utilizaba inclusive para mantener en línea a los partidarios del gobierno dando a entender que cualquier desviación de la línea oficial podía llevar a la pérdida de privilegios o acceso al oído de las personas en la cúpula de poder. Si me permite una referencia literaria. La "Fiesta del Chivo", la famosa novela de Vargas Llosa, profundiza en los mecanismos que utilizaba el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo para mantener en vilo incluso a sus colaboradores más cercanos. Recomiendo su lectura a quienes deseen comprender hasta donde llegan los dictadores cuando se emborrachan de poder y las leyes dejan de ponerles barreras.
¿Cómo han evolucionado las tácticas de represión a lo largo de la historia para adaptarse a los avances tecnológicos y sociales? ¿Qué efectos a largo plazo tiene la manipulación por miedo en la psique de una nación y en su estructura social?
Mucho tiempo ha pasado desde que las autoridades españolas descuartizaron y decapitaron al líder rebelde andino Tupac Amaru II en el siglo XVIII, para que nadie más se atreviera a sublevarse. Aunque han evolucionado los métodos, persiste la idea básica. Sigue vigente el uso de la represión selectiva para inducir temor en la población en general.
Las tecnologías de punta abren nuevos caminos para proyectar dominación, intimidar, destrozar reputaciones y fabricar realidades alternativas.
Las redes sociales se han convertido en un campo de batalla sin reglas en el que personas con muchos recursos y habilidad comunicativa son capaces de construir narrativas de la nada y atacar a sus opositores de manera inmisericorde. No es casualidad que países autoritarios como Rusia, China e Irán inviertan grandes sumas en la creación de ejércitos de cuentas falsas generadas por inteligencia artificial, usen "bots" para amplificar mensajes, e implementen campañas coordinadas para impulsar narrativas específicas.
¿Qué factores hacen a una población más vulnerable o resistente a la manipulación por miedo?
Las poblaciones más débiles económicamente, o que sufren algún tipo de marginación, son sumamente vulnerables a la intimidación de las dictaduras.

A principios del siglo XX las mujeres, que ni siquiera tenían el derecho a votar, eran blanco fácil, y su mera insinuación de independencia intelectual era objeto de respuestas contundentes. En 1921, las vendedoras del mercado realizaron una manifestación en contra de la política monetaria de Jorge Meléndez. No llevaban más armas que sus canastos y delantales. Sin embargo, al llegar a la Casa Presidencial de la época, el ejército las atacó con armas de fuego. Algunas participantes no pudieron llegar al mitin. Un contingente que se desplazaba desde Santa Ana hacia San Salvador fue interceptado por retenes del ejército. Ni siquiera pudieron alzar su voz.
En la era de Martínez, la lealtad era la moneda de cambio en el servicio público. La crítica era un lujo que se pagaba con el pan de cada día. Conseguir trabajo en el magisterio requería demostrar sumisión, y cualquier crítica resultaba en despido, incluso en la Universidad Nacional. Los empleados del Estado debían hacer contribuciones forzadas al Partido Pro-Patria, pues negarse significaba perder el trabajo. La lealtad prevalecía sobre la capacidad, y los puestos públicos acababan en manos de personas ineptas pero dóciles.
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Durante la dictadura de Martínez una extensa red de espionaje, los llamados "orejas", informaban a las autoridades sobre los focos de disidencia para ajustar cuentas cuando fuera necesario. He visto listas de "subversivos" preparadas por los "orejas" en las que aparecía mi papá, quien para entonces era un joven estudiante de derecho.
También hubo gente de los grupos más privilegiados que sufrió la ira de los dictadores. La última reforma constitucional del general Martínez, cuando ya llevaba trece años en el poder, satisfacía los impulsos racistas del dictador y prohibía que nacionales de áreas como China, Siria y Palestina pudieran adquirir bienes inmuebles. Asimismo, el gobierno se arrojaba el derecho de suspender la actividad industrial de personas que no fueran salvadoreñas por nacimiento, sin importar si se trataba de grandes industrias. Se decía que esta última política se diseñó para afectar a don Herbert De Sola que era salvadoreño por naturalización. En un caso más tardío, durante la época del PRUD, Roberto Edmundo Canessa, una figura popular de familia prominente, mostró ambiciones presidenciales, lo que le valió una golpiza tan fuerte que a los pocos meses murió en una clínica en Estados Unidos.
¿Considera que en El Salvador actual, se perciben señales de miedo como en el pasado?
2025 parece ser un espejo inquietante del pasado: jueces y legisladores carentes de independencia, derechos suspendidos por un interminable estado de excepción, protestas ahogadas, leyes que se redactan con premeditada ambigüedad, despliegues del ejército, difamaciones en las redes, represión quirúrgica de voces influyentes, funcionarios amordazados por su propia lealtad, muertes sin respuesta, retenes para impedir protestas y espías electrónicos que habitan en los celulares de periodistas.
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