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Gómez Carrillo, Darío y Gavidia en la antesala de El Principito

Rubén Darío, alma del Modernismo en las letras hispanoamericanas, conoció la literatura francesa durante un viaje de juventud a El Salvador. “El joven poeta de Nicaragua…tuvo la revelación de su nueva tonalidad lírica cuando, en San Salvador…escuchó a Don Francisco Gavidia declamarle las estrofas de Stella de Víctor Hugo”.

Por Francisco Galindo Vélez

Gómez Carrillo y Darío se habían conocido en Guatemala y su amistad fue sólida, pese a tratarse de seres muy diferentes. “No eran distintos de carácter, eran más queeso: eran opuestos. El poeta, ensimismado; el cronista, extrovertido. El poeta, humilde; el cronista, arrogante.Rubén, deseando siempre apartarse, aislarse, como que sualma era para el silencio y la soledad. Enrique al centro del festín llamando la atención de todos, queriendo aparecer el primero. Rubén poseía la hondura, la seguridad, la solidez del genio (…) Gómez Carrillo, en cambio, era ligero, ágil, volátil…”


Por su parte, Rubén Darío, alma del Modernismo en las letras hispanoamericanas, conoció la literatura francesa durante un viaje de juventud a El Salvador. “El joven poeta de Nicaragua…tuvo la revelación de su nueva tonalidad lírica cuando, en San Salvador…escuchó a Don Francisco Gavidia declamarle las estrofas de Stella de Víctor Hugo”. Así, Francisco Gavidia, escritor, historiador, periodista,poeta y filósofo salvadoreño, “con una sólida formación clásica y francesa”, le abrió el mundo de la literatura francesa y le enseñó el verso alejandrino. “A los catorce años, siete años antes de la publicación de Azul, el joven Darío había colaborado con Francisco Gavidia en la adaptación del alejandrino ternario de Hugo a la poesía en lengua española”. Y por esta razón hay quienes dicen que habría que dar un mayor reconocimiento al papel de El Salvador en el desarrollo del movimiento modernista, añadiendo a su argumento la obra de Arturo Ambrogi,considerado uno de los precursores de esta corriente literaria; gran viajero y cronista que escribió para periódicos en El Salvador, pero también para La Nación de Buenos Aires, La Ley de Santiago y El Heraldo de Valparaíso.


En Francisco Gavidia, que hablaba diez idiomas, entre ellos el náhuatl, y que desarrolló un idioma universal que llamó “Salvador”, convergían Europa y la América indígena, ya que propugnaba la “revalorización de temas indígenas” y era gran paladín del mestizaje. “Del romanticismo tomó la sensibilidad más genuina, la garra en el decir cuando es necesario poner garra. Del clasicismo asimiló la serenidad y el cuidado de la forma, la visión épica,el tono elevado. Del Simbolismo y del Parnasianismo franceses, la preocupación por el ritmo, por la música y por la innovación del verso, cayendo a veces por ello…en cierto culto por la belleza externa. Sin embargo, lo mejor de su obra fue de cara a su país, según los ideales del Americanismo, del que fue, con Darío, incansable abanderado…De esa confluencia emergen la poesía, el relato y el teatro …y de su afán por educar mejor a su pueblo nacen sus ensayos, sus artículos periodísticos, sus estudios históricos. Esa es la primordial diferencia…[con] los demás modernistas de la época… [pues] rehuyó el preciosismo formal y el cosmopolitismo liberal de Darío y optó por una gran síntesis para dar altura a nuestro mestizaje… [los otros modernistas] en cambio, se mantuvieron en un arte por el arte…”.


Esta preocupación por la condición de sus compatriotas la compartía Alberto Masferrer, prolijo y prolífico escritor que dedicó tiempo a entender la sociedad y a proponer soluciones que permitieran encontrar “un camino de reconciliación, una fórmula que renueva la alianza entre hombre y hombre, hermano y hermano, y sobre la cual, con sentido nuevo y verdadero, pueda lucir una vez más la palabra Dios”.

Gómez Carrillo y Consuelo eran muy amigos del portentoso caricaturista salvadoreño que también vivía en París en aquellos años, Toño Salazar. “Salarcito”, como le llamaba el estupendo poeta colombiano Porfirio Barba Jacob, y el “príncipe de caricaturistas” como le decía Gómez Carrillo, era miembro del Salón de la Araña (Salon de l’araignée) iniciativa anual de Gustave Blanchot, conocido como Gus Bofa, en la Galería Devambez que dirigía Georges Weil, donde eximios artistas como Kees van Dongen, Marc Chagall, Jean Pascin, Foujita y Jean Cocteauexpusieron su obra.
Ilustraba las crónicas de Gómez Carrillo, hacíacaricaturas de personajes como André Maurois, Colette,Blaise Cendrars, Paul Fort, Moïse Kisling, André Salomon,Igor Stravinski, Maud Loti, así como caricaturas favorables ala causa republicana en España y contrarias a Franco, Hitlery Mussolini, y años más tarde críticas de Perón, lo que le valió su expulsión de Argentina en 1945; y no pudo regresar pese a la protesta que firmaron reconocidos intelectuales de la época como Rafael Alberti, Alberto Girri, Margarita Xirgu, Atahualpa Yupanqui y Jorge Luis Borges, entremuchos otros. También hizo ilustraciones para la revista Vanity Fair en Nueva York y fue miembro de la Federación de intelectuales hispanoamericanos, una iniciativa de Ramón del Valle Inclán, autor de las sonatas del Marqués de Bradomín, excelente ejemplo hispano de prosa modernista.

Ex Embajador de El Salvador en Francia y Colombia, ex Representante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Argelia, Colombia, Tayikistán y Francia, y ex Representante adjunto en Turquía, Yibuti, Egipto y México.

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