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FOTOS. Leyenda del folclor nacional cumple 85 entre la pobreza y el olvido

Vicente Aguiluz celebra un año más de vida preocupado por dos cirugías que tiene programadas. Entre las limitantes y el abandono, El Indio de Cuscatlán rememora su época de oro.

Por R. Mixco | Jul 19, 2022- 06:33

Entre recuerdos de sus pasadas glorias, vive el maestro Aguiluz. Foto EDH / Francisco Rubio

Con nostalgia, Vicente Aguiluz mira fijamente la foto en la que aparece recostado en el suelo mientras una sonriente chica lo convida a bailar.

Han transcurrido 61 años desde aquel primer show como parte vital del Ballet Folclórico Morena Celarié y lo relata como si fue ayer.

En ese entonces, el maestro era un apasionado veinteañero que soñaba con dedicar su vida a las artes; y tuvo la dicha de lograrlo.

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Hoy, 19 de julio de 2022, el Distinguido Artista de El Salvador —por decreto legislativo emitido el 3 de septiembre de 2004— celebra 85 años confinado en su humilde vivienda en Mariona, San Salvador, haciendo frente a los estragos de la pobreza y la diabetes que padece. “El día de mi cumpleaños tendré que pasar consulta con el urólogo”, expresa desanimado.

Recién le diagnosticaron cálculos en la vesícula y le han programado la cirugía en el ISSS para el 20 de agosto. No obstante, los síntomas persisten y le provocan dificultad para digerir sus alimentos. Eso le preocupa.

Sus piernas carecen ya de la fuerza necesaria para sostenerse en pie y su audición empieza a fallarle.

Junto a Morena Celarié, bailando en el Parque Cuscatlán en 1961.
Foto EDH / Francisco Rubio
Junto a Morena Celarié, bailando en el Parque Cuscatlán en 1961.
Foto EDH / Francisco Rubio

Sin embargo, su memoria sigue nítida y no duda en responder a cualquier inquietud sobre su trayectoria en los escenarios. Pero su tema predilecto es “Morenita”.

En los efervescentes 60, “El Indio de Cuscatlán” —como se le conoció artísticamente— estudiaba actuación en el Teatro de Bellas Artes y era un excelente productor en el campo publicitario. Cuando la embajadora del folclor salvadoreño convocó a audiciones en los periódicos de 1961, no dudó en acudir y probar suerte.

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La maestra Celarié recién volvía de estudiar danza y teatro en México y estaba decidida a crear en El Salvador el Ballet Folclórico Nacional. Ese sueño de “bailar lo nuestro” y promoverlo a nivel mundial hizo clic en quien se convertiría en su más fiel discípulo.

Aguiluz compartió con la carismática folclorista más que el amor por la danza. A él también le ilusionaba la idea de visibilizar las raíces de la identidad salvadoreña, exaltando la belleza de la cultura nacional. Por supuesto, la labor coreográfica de la singular pareja siempre llevó implícita la denuncia social que caracteriza al arte.

Foto del recuerdo de Aguiluz del Ballet Folclórico Morena Celarié, a su regreso de su primera presentación en el extranjero en 1961. Venían de Guatemala. Foto EDH / Francisco Rubio
Foto del recuerdo de Aguiluz del Ballet Folclórico Morena Celarié, a su regreso de su primera presentación en el extranjero en 1961. Regresaban de Guatemala. Foto EDH / Francisco Rubio

En esa década, bajo el poder de los gobiernos militares, la sombra del exterminio indígena en 1932 estaba latente y tal parece que la promoción del folclor liderada por Celarié causó escozor en varios sectores de la sociedad. No obstante, los innumerables viajes al exterior junto a su ballet dejaron huella a nivel internacional y El Salvador apareció en el mapa.

Lamentablemente, los proyectos y metas que Aguiluz y su maestra tenían en el horizonte fueron arrebatados de golpe, tras la misteriosa y repentina muerte de la bailarina, el 20 de abril de 1972.

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ALMAS GEMELAS

Un mes antes de que el cadáver de Morena Celarié apareciera despeñado en La Puerta del Diablo, su icónico compañero de baile casi corre la misma suerte.

Tras concluir el ensayo habitual del ballet al final del día, fue privado de libertad y transportado hasta el mismo sitio turístico de Los Planes de Renderos.

El Indio de Cuscatlán en una presentación de su ballet en el certamen Señorita El Salvador, en los años 70. Foto EDH / Francisco Rubio
El Indio de Cuscatlán en una presentación de su ballet en el certamen Señorita El Salvador, en los años 70. Foto EDH / Francisco Rubio

Ahí, un grupo de hombres lo interrogó sobre el por qué bailaban tales coreografías y vestían de esa forma. Aguiluz recuerda que en su oportunidad Morena defendió que la vestimenta de los bailarines hombres fuera el traje de algodón blanco que usaron los indígenas. Además, realizó una investigación etnológica para retratar en sus danzas al pueblo cuscatleco lo más fiel posible.

Pero no solo la promoción de la cultura popular les molestaba, los atacantes de Aguiluz también lo cuestionaron sobre el activismo social de Morena.

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Hay que recordar que la embajadora del folclor salvadoreño fue parte de varias asociaciones, como el Ateneo Salvadoreño de Mujeres, la Liga Femenina Salvadoreña, la Asociación de Muchachas Guías de El Salvador y la Secretaría Adjunta para El Salvador de la Confederación Centroamericana del Folclor.También fue fundadora del primer sindicato de artistas del país —Unión General de Autores y Artistas de El Salvador, UGAASAL— y una vitrina para la promoción de otras expresiones artísticas, desde su academia.

A diferencia de Celarié, Aguiluz logró sobrevivir a aquella noche en La Puerta del Diablo. Pero sus agresores no lograron arrebatarle la pasión por el folclor, ni siquiera tras la muerte de su maestra. Más bien fortalecieron sus deseos y como digno heredero de la talentosa folclorista, dedicó su vida a promover este género de la danza.

Imagen de archivo de 2005, en la que “El Indio de Cuscatlán” ensaya con sus alumnas del INPEP.
Foto / EDH
Imagen de archivo de 2005, en la que “El Indio de Cuscatlán” ensaya con sus alumnas del INPEP.
Foto / EDH

El Distinguido Artista de El Salvador fundó su propio grupo de baile y enseñó su arte en colegios y escuelas, también se puso al frente del Ballet Folclórico de UGAASAL y del Instituto Nacional de Pensiones de los Empleados Públicos (INPEP).

Su enorme trabajo en pro de la danza motivó a un periodista radial a bautizarlo como “El Indio de Cuscatlán” y fue con ese mote que recibió el reconocimiento de la Asamblea Legislativa en 2004, “por su contribución al fomento de nuestra identidad cultural, a través de la danza folclórica”.

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DOLOR DE ARTISTA

En 2022, a 100 años del nacimiento de Morena Celarié y 50 de su muerte, Aguiluz lamenta que el folclor ya no sea un fiel reflejo de la vida y las costumbres del pueblo salvadoreño, y que docentes y entidades de gobierno no se interesen por visibilizar el enorme legado de su admirada maestra.

Decidido a resguardar la herencia de Celarié, Aguiluz entregó todo el archivo que poseía de la bailarina a su amigo y maestro de danza German Jaime Paz, quien confirma que las coreografías originales de la promotora del folclor dejaron de bailarse tras su muerte y que muy pocos se interesaron en indagar sobre el verdadero mensaje de sus danzas.

Junto a su amiga Tania Primavera, del Museo de la Palabra y la Imagen, Mupi, sentados en la tumba de Morena Celarié, en el cementerio Los Ilustres. Foto cortesía / Tania Primavera
Junto a su amiga Tania Primavera, del Museo de la Palabra y la Imagen, Mupi, sentados en la tumba de Morena Celarié, en el cementerio Los Ilustres. Foto cortesía / Tania Primavera

Antes de que el paso de los años y los efectos de la diabetes lo recluyeran en su casita, él y Paz recorrieron escuelas, instituciones gubernamentales y privadas exponiendo la vida y obra de Celarié. Ambos albergan le esperanza de que llegue el día en que se haga justicia y el trabajo de la gran referente del folclor nacional sea exaltado en todo su esplendor. Mientras, Paz y otros amigos de Aguiluz velan por su salud y bienestar, pues la pensión de $150 que recibe al mes apenas alcanza para las necesidades básica del maestro y su hermanita Teresa, su única familia.

De esos $150 le descuentan lo del ISSS y lo de la cooperativa magisterial, y solo esta semana gastará $25 en taxis, para movilizarse hoy a la consulta con el urólogo y el viernes, a una serie de chequeos previos, para una operación del ojo izquierdo con el que no ve nada.

El maestro se dedicó toda su vida a cuidar de su hermana Teresita, quien ahora está a cargo de su benefactor y su única familia. Foto EDH / Francisco Rubio
El maestro se dedicó toda su vida a cuidar de su hermana Teresita, quien ahora está a cargo de su benefactor y su única familia. Foto EDH / Francisco Rubio

Pero como él dice, Dios provee y al menos no les falta algo que comer.

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