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El costo de las cosas...

Un amigo alemán, al observar unos días cómo actuamos, me advirtió: El Salvador no es tanto un país pobre, sino uno donde desperdician de todo porque no están conscientes del costo.

Por Pedro Roque
Ingeniero

Todas las cosas tienen un costo. Que no nos preocupe cuánto porque creemos que no somos nosotros quienes los pagamos, no significa que no existan. Con la expresión “No hay almuerzo gratis”, se confirma que todo hay que pagarlo, bien cada uno en efectivo o con los impuestos, de quienes pagamos impuestos.

Al tema: En las ciudades que tienen carril bus o una banda de un color determinado y se respeta, se ahorra mucho tiempo, dinero y además disminuyen los riesgos de los miles de personas que usan el transporte público. 

Calculo que aquí, un bus o microbús de cualquiera de las líneas en San Salvador a lo largo de su ruta de unos diez kilómetros, adelanta a otros vehículos, buses y microbuses, por lo menos unas cincuenta veces. Lo estimo siempre que coincido detrás de uno y lo observo unos veinte minutos hasta que tengo que girar para llegar a mi destino.

Cada adelantamiento tiene un coste adicional en combustible si se compara con un desplazamiento en línea recta. Se debe girar el volante, acelerar y frenar tres veces. Suponiendo que cada maniobra de adelantar o parar en cualquier lugar, entre todos los gastos que implica, solo suman 20 centavos, imagine el costo de todos los adelantamientos y paradas en cualquier lugar que se realizan al día y al año por todas las rutas en todo San Salvador.

¿A quién beneficiaria en términos económicos, de tiempo y reducción de riesgos eliminar todos los adelantamientos de los buses y microbuses, que conllevan otro sinfín de adelantamientos del resto de los vehículos?...  Pues nos beneficiaríamos todos. Los usuarios del transporte público tendrían un horario de salida y llegada, sabrían a qué horas pasa su autobús y ese tomarían todos los días. Los motoristas conducirían con menos estrés y menos riesgos y los empresarios ahorrarían combustible y gastos de mantenimiento, pues calcule el daño que sufre un microbús, cuando sobrecargado con el doble de pasajeros, va adelantando, virando, acelerando y frenando bruscamente. Ni hablar de la polución y el pánico de los viajeros si llegarán sanos a su casa.

Ese cálculo tan sencillo del costo adicional de hacer lo innecesario y el beneficio de hacer solo lo necesario, ya lo hicieron en muchas ciudades del mundo y como el resultado sigue siendo positivo lo mantienen.

Pero insistiendo en que todo tiene un costo, también lo tienen el bloqueo de los ejes preferenciales pues los carriles de la derecha se utilizan como parqueo de vehículos que impiden el tráfico fluido y obligan a frenar.

Y como en estas, fíjese en las ineficiencias, en la casa, la empresa, las calles, la administración, las alcaldías y la ciudad, que al final terminamos pagándolas, o bien cada uno con su dinero, o entre todos con los impuestos.

Quizás aplicando el criterio del “costo” entendamos lo que nos cuestan las cosas y lo que desperdiciamos, sin darnos cuenta, o sabiéndolo, pero sin importarnos.

¿Cuánto cuesta perder un año de estudio, el retraso de las obras, las malas inversiones, el despilfarro, los trabajos con mala calidad, los accidentes, el mal manejo de los desechos, la inoperancia de los sistemas, el exceso de personal, la pérdida de clientes e inversores, los paros laborales, las inundaciones, la pérdida de productividad por atención al smartphone durante el trabajo?

Un amigo alemán, al observar unos días cómo actuamos, me advirtió: El Salvador no es tanto un país pobre, sino uno donde desperdician de todo porque no están conscientes del costo. Tierras improductivas, tiempo, recursos y dinero. ¿Usted cree que tiene razón?

Pues bien… Si es padre, espero que pasó un buen día con sus hijos, si está distanciado del suyo, hoy es un buen día para llamarlo, y si ya falleció, para recordarlo y agradecerle.

Ingeniero/Pedroroque.net

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